La salud mental no puede seguir siendo invisible. Entrevista al doctor José Benjamín Guerrero López.

Autor Congresistas
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Claudia Valdés / Javier Ramos / Laura Ruiz

El doctor José Benjamín Guerrero López, jefe del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM

El doctor José Benjamín Guerrero López es médico cirujano egresado de la Facultad de Medicina de la UNAM, especialista en Psiquiatría por el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, con certificación vigente por el Consejo Mexicano de Psiquiatría. Completó dos años de la especialidad en Medicina Interna en el Hospital Manuel Gea González, cuenta con un Diplomado en Habilidades Directivas, una Maestría en Ciencias Médicas por el Posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM y una Maestría en Psicoanálisis por el Instituto Mexicano de Psicoanálisis, A.C.

La salud mental no puede seguir siendo invisible

En una sociedad que avanza rápidamente en tecnología, productividad y exigencias, resulta alarmante lo poco que se aborda la salud mental con seriedad. Tradicionalmente relegada a un segundo plano, ha sido considerada un tema tabú o de baja prioridad. Sin embargo, la salud mental es un pilar esencial del bienestar humano y no puede seguir siendo ignorada.

Es un error pensar que estar mentalmente sano implica únicamente la ausencia de depresión o ansiedad. La salud mental abarca mucho más: es la capacidad de gestionar el estrés, mantener relaciones saludables, tomar decisiones claras y encontrar un sentido de propósito en la vida. En otras palabras, es un componente integral de nuestra salud general que influye en todas las áreas de nuestra existencia.

La falta de atención a este aspecto ha tenido consecuencias evidentes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos mentales son una de las principales causas de discapacidad a nivel global. A pesar de esto, el estigma persiste: muchas personas aún consideran que buscar ayuda psicológica es un signo de debilidad, cuando en realidad es un acto de valentía y autoconocimiento.

En países donde la salud mental no está integrada en el discurso público ni en las políticas de salud, muchas personas carecen de acceso a tratamientos o información básica. La educación emocional es prácticamente inexistente en las escuelas, los entornos laborales rara vez promueven el bienestar psicológico y, en muchas familias, hablar de emociones sigue siendo incómodo o inaceptable.

Por ello, es urgente transformar la narrativa social. Debemos promover el autocuidado emocional, enseñar a identificar señales de alerta y garantizar el acceso a servicios de salud mental de calidad. También es crucial crear espacios seguros donde las personas puedan expresar sus dificultades sin temor a ser juzgadas.

Cuidar la mente no es un lujo, sino una necesidad básica. Una sociedad que prioriza la salud mental es más empática, productiva y justa. No hay excusas: es hora de darle a la salud mental la importancia que merece.

Entrevista

Javier Ramos (JR): ¿Qué entendemos por salud mental?

José Benjamín Guerrero López (JBGL): Es un concepto complejo que abarca dimensiones individuales y sociales. Implica contar con condiciones ambientales, laborales, sociales y recreativas que permitan un desarrollo integral y relaciones saludables. Desde la perspectiva personal, la OMS ha enfatizado el concepto de bienestar, retomado especialmente tras la pandemia. Este bienestar no equivale a un estado de placer continuo, sino a una situación que favorece el desarrollo integral de la persona. Por ejemplo, una intoxicación por sustancias puede generar euforia, pero no bienestar, ya que es un estado ficticio.

JR: Es interesante, porque este equilibrio depende de cómo nos desenvolvemos en los ámbitos laboral, educativo y familiar.

JBGL: Exacto. Las condiciones sociales son un reto importante. En contextos rurales, la falta de servicios limita el bienestar; en las grandes ciudades, la sobrepoblación genera presiones. El estrés, como respuesta a estas condiciones, puede afectar negativamente nuestro bienestar. En México, problemas como la desigualdad social, la violencia en sus diversas formas (en el hogar, el trabajo, las escuelas o por género), la pobreza y los sistemas de salud deficientes son factores de riesgo. La migración también agrava estas problemáticas.

Claudia Valdés (CV): ¿Podemos relacionar la salud mental con los derechos humanos?

JBGL: Sin duda. La violación de los derechos humanos genera emociones como enojo, impotencia y frustración, que pueden derivar en trastornos mentales. Cuando no se respetan nuestros derechos, el impacto en la salud mental es significativo, tanto a nivel individual como colectivo.

CV: Entonces, ¿hablamos también de inclusión social?

JBGL: Correcto. Aunque la tecnología y las redes sociales facilitan la conexión, a menudo generan exclusión. Por ejemplo, los jóvenes pueden sentirse marginados si no cumplen con ciertos estándares, como tener un celular específico o seguir ciertas tendencias. Las redes sociales, que podrían ser un medio de inclusión, a veces refuerzan la exclusión, lo que impacta especialmente a los jóvenes.

JR: Esto parece contribuir al aumento de trastornos mentales en México. Desde la UNAM, ¿qué problemáticas son las más frecuentes?

JBGL: Es crucial desmitificar la salud mental. Tradicionalmente, asociamos los trastornos mentales con casos graves, como crisis psicóticas, que generan miedo o estigma. Sin embargo, los trastornos más comunes, como la depresión, la ansiedad, el consumo de sustancias o los problemas derivados de la violencia, afectan al 80% de las personas con trastornos mentales. Según la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica de 2020, el 28.6% de la población mexicana ha tenido un trastorno mental, es decir, cerca de 40 millones de personas. Sin embargo, solo una de cada cinco recibe tratamiento, y de estos, pocos acceden a una atención adecuada y basada en evidencia. Esto refleja una alta prevalencia de trastornos y una baja capacidad de atención.

JR: Entonces, la sociedad no tiene suficiente información para identificar estos trastornos, y la atención institucional es limitada. ¿Es correcto?

JBGL: Sí. Por ejemplo, alguien con depresión puede sentirse triste, desanimado, sin energía, con problemas de sueño o apetito, e incluso con ideas suicidas. Al compartirlo, es común que le digan “anímate” o “la vida es así”, frases que, aunque bien intencionadas, minimizan el problema y desalientan la búsqueda de ayuda profesional. Esta falta de conocimiento limita el acceso al tratamiento, lo que puede prolongar el sufrimiento o derivar en complicaciones graves, como el suicidio o el abuso de sustancias.

CV: Doctor, vivimos bombardeados por información estresante, lo que agrava la situación. ¿Qué podemos hacer frente a esto?

JBGL: Hay una gran responsabilidad social. Los medios y las personas deben ser conscientes del impacto de lo que comparten en redes sociales. El anonimato, por ejemplo, puede amplificar mensajes dañinos, como acusaciones falsas, que generan violencia y afectan la salud mental. Los medios han perdido en parte su función educativa, priorizando el impacto sobre la responsabilidad social. Es crucial recuperar ese rol educativo, promoviendo contenidos que fomenten el autocuidado y la conciencia sobre la salud mental. Los influencers, por ejemplo, podrían ser aliados clave para promover conductas saludables entre los jóvenes.

CV: El concepto de bienestar como parámetro de salud mental me parece un hallazgo importante. ¿Qué papel juega la educación en este contexto?

JBGL: La educación debe centrarse en el desarrollo humano y el bienestar, rompiendo con la idea de que estar sano es simplemente no tener una enfermedad. Desde el kínder, debemos enseñar el autocuidado y la prevención, reconociendo que cada etapa de la vida tiene factores de riesgo y protección distintos. Por ejemplo, los antros son espacios de socialización para los jóvenes, pero también de riesgo (sustancias, violencia). Educar para el autocuidado implica aprender a identificar y mitigar estos riesgos desde temprana edad.

JR: Con esta entrevista, buscamos contribuir a que la sociedad comprenda que la salud mental requiere un esfuerzo integral, no solo de las instituciones, sino también de los ciudadanos. ¿Cómo podemos acercar esta información a la población? ¿Es accesible?

JBGL: Hay mucha información disponible, pero no siempre se busca o se comprende. En la Facultad de Medicina, por ejemplo, advertimos a los estudiantes sobre el estrés de la carrera, pero muchos no lo consideran hasta que lo experimentan. La educación debe orientarse hacia el desarrollo personal, enseñando que el bienestar depende tanto del individuo como de su contexto. Los jóvenes a veces creen que su bienestar depende solo de factores externos, como el gobierno o los padres, pero es crucial empoderarlos para que tomen responsabilidad sobre su salud mental.

CV: Su enfoque es revolucionario. ¿Cómo enfrentamos este reto desde la academia y la sociedad?

JBGL: El reto principal es la educación. Debemos integrar el bienestar en los planes de estudio, como estamos haciendo en la Facultad de Medicina, donde incluimos temas de salud mental en el currículo. También es crucial involucrar a otros actores sociales, como los diseñadores de políticas educativas, para promover el autocuidado desde la infancia. Además, debemos reconocer las diferencias en los riesgos de salud mental según el género, la edad o el contexto social. Por ejemplo, las mujeres enfrentan factores de riesgo específicos, como la violencia de género, que requieren atención particular.

CV: Hablar de salud mental implica también considerar el presupuesto, tanto público como personal. ¿Cómo logramos que la sociedad priorice este aspecto?

JBGL: El cuidado debe ser una prioridad en el desarrollo personal. En México, las familias de clase media invierten mucho en tecnología, pero no siempre en herramientas que promuevan el bienestar. A nivel gubernamental, se necesita una inversión intersectorial en salud mental, involucrando no solo a la Secretaría de Salud, sino a otras áreas que impactan el bienestar. La educación y la divulgación son clave para que las personas reconozcan la importancia de invertir en su salud mental.

JR: Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la prevención desde el primer nivel de atención, empezando por la infancia. ¿Es así?

JBGL: Totalmente. Invertimos poco en salud mental y contamos con pocos especialistas. Cada año egresan pocos psiquiatras, y muchas escuelas de Psicología forman profesionales sin habilidades clínicas suficientes. Necesitamos certificar a psicólogos clínicos y reorientar la formación de psiquiatras hacia la prevención y el bienestar, no solo al tratamiento de enfermedades. Las clínicas de atención primaria deben incorporar más personal capacitado en salud mental para abordar esta crisis.

CV: Doctor, las señales de deterioro, como las adicciones, el suicidio o el estrés, son claras. ¿Es urgente actuar?

JBGL: Urge un nuevo pacto social y un cambio en nuestras instituciones, que aún operan con modelos del siglo XX. Los problemas actuales, como el impacto de la inteligencia artificial, requieren un enfoque innovador. Debemos construir una sociedad que priorice el bienestar y fomente un tejido social inclusivo y empático.

JR: Esto resalta la necesidad de mejorar la formación en Psicología y Psiquiatría, asegurando que los egresados estén preparados para abordar estas problemáticas. ¿Qué opina?

JBGL: Las instituciones educativas tienen una responsabilidad social. No basta con ofrecer una licenciatura en Psicología; se necesita un posgrado en Psicología Clínica que forme profesionales capaces de atender las necesidades actuales. La formación debe centrarse en las personas, combinando conocimientos científicos con un enfoque humano que considere las necesidades individuales y contextuales.

CV: Doctor, agradezco su perspectiva. Es reconfortante saber que la UNAM, a través de expertos como usted, está comprometida con estas problemáticas sociales.

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