Elio Villaseñor
“Si queremos un mundo de paz,
debemos rechazar la lógica implacable de la violencia.”
— Papa Francisco
Cada día se vuelve más difícil sostener la esperanza en un mundo dominado por la incertidumbre y el miedo. Las instituciones que deberían proteger la vida y garantizar la paz parecen debilitadas, incapaces de detener la barbarie.
Gaza: un pueblo que grita por la vida
Lo que ocurre en Gaza no es una simple guerra, es una tragedia humana que nos golpea a todos.
Hospitales reducidos a escombros, familias enteras buscando refugio, niños que mueren de hambre o que cargan heridas que los marcarán de por vida.
Las cifras estremecen: más de 7,000 niños menores de cinco años han tenido que ser atendidos por desnutrición aguda en tan solo dos semanas, y se estima que podrían superar los 15,000 en los próximos meses. La ONU ha documentado que 21,000 niños quedaron discapacitados y más de 40,500 resultaron heridos en esta guerra interminable.
Detrás de cada número hay un rostro, una historia, un futuro arrebatado.
La indiferencia del poder
Mientras tanto, el poder político sigue atrapado en su lógica de fuerza.
La Corte Internacional de Justicia reconoció como “plausibles” las acusaciones de genocidio contra Israel y ordenó medidas para detener las atrocidades, pero los gobiernos guardan silencio o se limitan a declaraciones tímidas.
Más de 500 trabajadores de la ONU han pedido a sus líderes que llamen las cosas por su nombre: genocidio.
Sin embargo, la respuesta sigue siendo insuficiente.
La historia nos enseñó con el Holocausto y con los crímenes de los grandes dictadores del siglo XX que la indiferencia internacional es cómplice.
Hoy estamos repitiendo los mismos errores.
Voces de fe y dignidad
En medio de tanta oscuridad, también se levantan voces de esperanza.
El Papa León XIV ha pedido con firmeza que termine el “castigo colectivo” contra los palestinos y que se detenga el desplazamiento forzado: “Nadie debe ser obligado a abandonar su tierra natal”.
El Papa Francisco, con su sencillez y cercanía, nos recuerda que la dignidad de la vida humana es lo primero:
“La guerra es la negación de todos los derechos”.
Y su llamado es claro: debemos atrevernos a rechazar la lógica de la violencia, venga de donde venga.
El desafío de nuestro tiempo
El verdadero desafío no es solo denunciar, sino construir.
Frente a este salvajismo político que destruye vidas y sueños, necesitamos forjar una cultura de paz basada en la empatía, en el respeto y en la solidaridad entre los pueblos.
La paz no se decreta, se construye día a día en la conciencia colectiva. Depende de cada uno de nosotros no acostumbrarnos al horror ni guardar silencio ante el sufrimiento.
Porque lo que está en juego no es solo el destino de Gaza, sino el derecho más elemental de toda la humanidad: el derecho a vivir.