Rodolfo Aceves Jiménez*
El régimen del presidente López Obrador se centra en la narrativa que su administración es la que detenta la cuarta transformación de México.
Esta cuarta etapa de la vida del país prometió disminuir drásticamente la corrupción, que la prosperidad se vea reflejado en las mesas de las familias mexicanas y, que la seguridad regresaría a los pueblos y ciudades de México.
Para estar en condiciones de que verdaderamente sea una transformación, se debe modificar los sistemas y subsistemas político, económico y social.
En lo político además de los ejercicios de la consulta popular y la revocación de mandato, el sistema político mexicano debe depurar a aquellos individuos en quienes caiga la sospecha de vínculos con la delincuencia.
Por otra parte, el sistema económico no resiste la desproporción que representa un régimen fiscal de beneficios y excesos, como lo es, la consolidación fiscal o la abusiva devolución de impuestos a los grandes contribuyentes.
Este régimen económico está diseñado para que el patrón no comparta el producto de la ganancias con los trabajadores, de tal forma, que la tan socorrida competitividad no es el factor principal para la distribución de la riqueza. Hay un desequilibrio en los factores de la producción.
Además, las decisiones de política económica no han favorecidos los escenarios para atraer inversiones. La inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, aunque muy reciente, no se avizoran los beneficios del desarrollo económico o social que presumiblemente debería acarrear.
La derogación de un modelo económico parece una medida engaña bobos, a un modelo económico con impacto en lo político y lo social. Entonces se debe derogar las tecnologías de información y comunicación, que fomentan un modelo económico globalizado.
La reorganización administrativa todavía no ve sus luces. En el fondo persisten las mismas prácticas, métodos y procedimientos para el desahogo de la administración de la función de gobierno.
En lo social, la transformación del país manda una mala señal cuando se censura, a periodistas. El régimen debe garantizar el derecho a la crítica y al disenso, y no censurarlo o perseguirlo.
Una transformación, como la independencia, la reforma o la revolución trajo consigo, un cambio cultural y de conductas en sus individuos. Es un cisma político, económico y social que, por el momento, no parece que todavía se vislumbre y, por tanto, la cuarta transformación solo administra el gobierno, pero no transforma a el Estado.