Libro que ladra no muerde

Autor Congresistas
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Eber Omar Betanzos Torres e Israel González Delgado

Quien escribe novelas o cuentos de terror tiene que lidiar con obstáculos adicionales que no se presentan en narrativas más convencionales. Además de requerir la atención expectante del lector (sabe que habrá una revelación, pero no sabe cuándo), debe encontrar un equilibrio entre la accesibilidad natural que requiere su género (para asustarse, algo hay que entender primero de lo que se está leyendo) con los guiños de seriedad estructural y lingüística mínimos para que los críticos, intelectuales y otros escritores (que nos guste o no, forman opinión) no desprecien su obra sin siquiera haberla leído. 

Así, en la novela ‘Mandíbula’ de Mónica Ojeda se comprueba esa tesis. En ella una de las historias convergentes, no la más extensa, pero sin duda crucial, es la de la profesora mimética con obsesión materna que es primero secuestrada y luego secuestradora. Miss Clara actúa creyendo que está haciendo justicia, aunque no queda muy claro para quién, y es probable que ella misma sea una maraña de ideas yuxtapuestas, suyas, de su madre, o ecos de las alumnas a las que teme, desprecia, envidia y reverencia secretamente. 

Quizás los personajes importantes de la novela (todas mujeres), se caractericen por tener, de una forma u otra, una dimensión de crueldad o perversidad en sus móviles o en su comportamiento. La relación entre Fernanda y Annelise parece tomar un primer plano respecto de las demás, pero creo que no puede comprenderse, esta misma, sin entender el resto del entorno, sobre todo porque ellas dos inician, escalan, prueban y modifican su relación mediante acciones o reacciones hacia otras personas, como para refinar su complicidad hasta leerse (figurativamente) los pensamientos. 

Ataques de pánico, estrés postraumático, demonios internos, creepypastas (historias de terror que circulan en internet), el apego materno enfermizo, retos extremos, son los motores que impulsan a los personajes principales en Mandíbula, una historia llena de recorridos emocionales y extraños ritos, que desencadenan la trama de estos, hacia un desenlace oscuro y hardcore.

Clara, una maestra de literatura, lidia con la carga lacerante de su madre, que tras una agónica enfermedad muere, y su recuerdo se ha convertido en su fantasma personal, ha trastocado su presente, su comportamiento y su propia personalidad. Esto, aunado a un suceso que vivió en el antiguo colegio en donde trabajaba, cuando dos alumnas que se hacían llamar las M & M ‘s la secuestran en su propia casa, alimentan sus inseguridades y fobias, engendrando en ella un cúmulo de impulsos, que terminan explotando psicóticamente.

En el otro plano se encuentra la cofradía de Fernanda y Annelise, la cuales han construido un vínculo sui generis por medio de creepypastas y rituales extraños. Junto con otras amigas toman un edificio abandonado para crear un mundo alterno, que contrasta con la realidad aburrida y sin sobresaltos que viven a diario en un entorno familiar y escolar materialmente privilegiado. Reptiles, maleza y cuartos convertidos en centros ceremoniales dentro de un cascarón de concreto, son la escenografía que permite a Fernanda, Annelise y al resto de sus amigas, confabular una serie de actos bajo el auspicio de un ente pagano divino (el dios blanco). El culto a este, aunado a su creatividad siniestra, les hace sobrellevar la indiferencia que encuentran fuera de este mundo ficticio, fortaleciendo su peculiar vínculo.

Las historias se cruzan cuando Clara obtiene empleo como maestra de literatura en un Colegio del Opus Dei, en el cual tiene como alumnas a Fernanda y Annelise. Este encuentro entre los personajes de la historia desencadena en Clara el detonante perfecto para explotar sus frustraciones, demonios internos y deseos reprimidos (de venganza, no de lujuria), provocando con esto que esta ejecute sobre Fernanda una venganza a todos los agravios que ha padecido. Esto se presenta en el hecho cuando Miss Clara rapta a su alumna sometiéndola a una serie de vejaciones físicas, como si con cada uno de estos actos, Miss Clara cobrara una deuda personal. Provocando a su vez que Fernanda de manera subconsciente se vea en el núcleo de sus propios deseos oscuros. Sosteniendo la frase toral de la historia. “Sobrevivir a la mandíbula para convertirse en la mandíbula, tomar el lugar del monstruo”.

La autora aborda temas recurrentes del género (grupos de adolescentes, en este caso de amigas), evolución de un juego hacia un verdadero culto, con todos sus fanáticos peligros, la pérdida de la inocencia y la completa miopía de los adultos respecto de las transformaciones que ocurren en sus hijas, en sus familias, en sus grupos sociales y en su propia casa, es decir, frente a sus narices, anestesiados por los placeres evasivos de la clase alta latinoamericana (de las más ricas del mundo y de las más acomplejadas y amargadas del mundo, también). No me queda claro si la autora quiso construir una relación entre lo femenino y lo siniestro, puesto que ante todo sus personajes son individuos, pero sí están presentes algunos elementos específicos de la feminidad, como la maternidad abusiva, la silenciosa crueldad que se gesta en las escuelas solo de mujeres, los simbolismos de la sangre como iniciación, etcétera. Los guiños de que Fernanda es una niña altamente sexual (es la que se masturbó muy precoz, es la que cede, con placer, a las agresiones sadomasoquistas que le pide su amiga) parecen caer en el tropo del género donde los jóvenes son castigados por tener deseos sexuales o una sexualidad activa (en las películas más burdas de terror, los slasher films, el monstruo va primero con los que tienen sexo primero, y la chica que sobrevive, la final girl, suele ser virgen). De cualquier forma, Ojeda logra crear personajes y ambientes donde lo impoluto del exterior colisiona con la visceralidad interior (literal y metafóricamente). Si bien esto es un tema común, la autora logra que estos personajes nos importen, y eso no es poco mérito. Durante toda la lectura, queremos saber qué pasará con Fernanda, cuál es el secreto que guarda con Annelise, quién y cómo se ve el Dios Blanco, y si la mentirosa manipuladora recibirá su merecido. Las novelas de terror viven y mueren por la anticipación sostenida que crean en el lector, y “Mandíbula” cumple ese objetivo con creces. 

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