El 16 de septiembre de 1910 un desfile de carros alegóricos con representaciones de las tropas de los indios aztecas, el emperador Moctezuma, Hernán Cortés, los indios tlaxcaltecas, Agustín de Iturbide, Vicente Guerrero y el Ejército Trigarante, abría el desfile que conmemoraba el centenario de la independencia de México.
Además, marinos franceses, alemanes, argentinos y brasileños tomaron parte en el desfile militar.
Doña Carmen Romero Rubio ofrecía la recepción oficial en los salones de Palacio Nacional. Hubo fuegos artificiales para los asistentes.
En la cena en Palacio Nacional del centenario en 1910, el chef Sylvain Daumont, cocinero personal de Porfirio Díaz, se había esmerado en preparar el extraordinario menú para 10 mil personas, servidos por un ejército de meseros, y cuya etiqueta exigía ser presentados al comensal en estricto francés: melón helado con champaña, para continuar con salmón asado del Rhin con salsa de mariscos, langostinos, berenjenas al vino del Rhin, duraznos Florida, chocolates, pastelillos y tartaletas de postre.
Entonces en 1910, el XXIV Congreso celebró una sesión solemne para esa magna ocasión.
También en 1910, el enviado español, Camilo García, –Marqués de Polavieja– hace entrega del uniforme con que fue capturado José María Morelos por el coronel realista Manuel de la Concha.
Porfirio Díaz, profundamente emocionado –casi con lágrimas en los ojos–, señaló: “Yo no pensé que mi buena fortuna me reservara este día memorable, en que mis manos de viejo soldado son ungidas con el contacto del uniforme que cubrió el pecho de un valiente, que sintió palpitar el corazón de un héroe y prestó íntimo abrigo a un altísimo espíritu, que peleó contra los españoles, no porque fuesen españoles, sino porque eran los opositores de sus ideales”.
En las asociaciones culturales se escuchaban narraciones de libros o anécdotas sobre la independencia. Por ejemplo, Pedro García escribió uno de los mejores relatos sobre el grito en Dolores, Guanajuato, en su libro “Con el cura Hidalgo en la guerra de Independencia”, quien afirma en su texto que el padre Hidalgo dijo en la noche del grito: “Mis amigos y compatriotas: no existe ya para nosotros ni el rey ni los tributos. Esta gabela vergonzosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como signo de la tiranía y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos. Llegó el momento de nuestra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudaréis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos […]”.
Por cuanto a su gran obra: ser el iniciador de la guerra de independencia, se omite que el movimiento tuvo un carácter de guerra santa: Lucas Alamán, en su “Historia de México” escrita 40 años después, afirmaba que las tropas de Hidalgo habían fijado en palos, carrizos y sus sombreros, la imagen de la Virgen de Guadalupe. Entre la tropa se oía: “el cura es un santo … la Virgen le habla varias veces al día […]”.
Probablemente de aquí salga el refrán popular: “Te haces que la Virgen te habla”.