Rodolfo Aceves Jiménez*
El modelo de gobernar del presidente Andrés Manuel López Obrador se basa en los valores de honorabilidad, honestidad y anticorrupción, pero que no necesariamente contiene elementos de transformación, debido a que falta contabilizar el ingrediente de eficacia y eficiencia en el ejercicio de su administración.
Parece que poco a poco el desgaste comienza a pasarle la factura a los bonos democráticos del presidente de la República. Sin embargo, el Ejecutivo Federal todavía conserva un nicho de apoyo en redes sociales, pero lamentablemente en su mayoría se trata de un grupo que se dedica a descalificar e insultar a quienes critican al presidente y su cuarta transformación, que no favorecen al diálogo, tolerancia e intercambio de ideas.
También algunos de sus cercanos colaboradores no ayudan con el mensaje gubernamental, en algunos casos, y en otros, el propio presidente desmiente en público a sus secretarios de Estado o provoca una crisis frontal.
Antes de llegar al poder, Andrés Manuel López Obrador se dedicaba a recopilar elementos de crítica que le aportaban organismos públicos o de la sociedad civil, que señalaban al poder político, por su deficiencia en políticas públicas de todas las funciones de Estado y de gobierno.
Criticó la respuesta de la Comisión Nacional de Seguridad y de la secretaría de Gobernación en los sucesos de violencia en Ayotzinapa, Tlatlaya, El Sol, Nochistlán; en Jalisco, Michoacán, Tamaulipas o Veracruz.
Fue implacable al señalar a la Procuraduría General de la República por ocultar actos corrupción en secretarías de Estado y dependencias del Ejecutivo Federal como, por ejemplo, la Casa Blanca, Malinalco, la Estafa Maestra, la compra de medicamentos falsos en Veracruz, adquisiciones a sobre precio, etcétera.
La política social de las administraciones pasadas le parecía un elemento para empobrecer más a las clases desfavorecidas, que tuvo su sustentó en el modelo económico vigente entonces.
A menos de cumplir un año para que deje el poder, le han renunciado colaboradores de primer nivel. El más sonado por la responsabilidad que ejerció y por las razones que esgrimió en el comunicado de su renuncia, el de Carlos Urzúa, secretario de Hacienda, seguido por las razones que expuso Germán Martínez Cázares en su carta de renuncia al IMSS. Algo sucede que no a todos sus colaboradores convence la cuarta transformación.
En síntesis y como lo hemos visto con anteriores administraciones, hasta ahora nada de las pasadas administraciones y transiciones de gobierno, ha considerado un acto eficiente de política pública para duplicar o proseguir su aplicación. Por el contrario, y alejado de una visión de Estado, todo está mal, hasta las instituciones que gobierna y las que legitimaron su triunfo en las urnas en 2018.
López Obrador es un presidente que sabe y le gusta hacer política, no siendo así, algunos de sus colaboradores y secretarios de Estado, quienes no han demostrado proficiencia en el desempeño de su encargo. Así lo demuestra su desempeño, sus comentarios y actitudes en redes sociales, que han merecido la crítica de la opinión pública.
Por lo visto en el límite del poder no le alcanzaron seis años para realizar las transformaciones diseñadas por la cuarta transformación, debido a la ausencia de realidad en que transita el Ejecutivo Federal y a la ineficiencia en algunas funciones de Estado y de gobierno en el desempeño de algunos de sus colaboradores.
*Es Maestro en Seguridad Nacional por la Armada de México
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