Mesa de redacción
Los mexicanos nos hemos dado un país independiente, con una forma de gobierno representativa, a través de la elección de las personas que integran el poder ejecutivo, el legislativo y, a partir de este año, el judicial.
La representatividad es la clave de una democracia satisfactoria, en la que se engloben todos los sectores y los intereses de toda la población. No obstante, la representatividad tiene límites naturales, porque no todos los funcionarios electos son expertos para desempeñar los puestos para los que son elegidos.
Tener un país propio, es una circunstancia que debemos revalorar y proteger, y los mexicanos debemos hacerlo con mayor razón. Por ejemplo, nuestros paisanos en los Estados Unidos enfrentan innumerables obstáculos como extranjeros que en México no enfrentarían, porque estarían en su propio país, donde no importa su color de piel ni el idioma que hablen. En los Estados Unidos, está aumentando la ideología ultra nacionalista que identifica, como un ridículo capítulo del Mein Kampf de Hitler: Nación y raza.
Estar en México significa estar en nuestro hogar, donde podemos ser nosotros mismos y trabajar por una democracia más participativa e integradora, no solo representativa, sino también funcional. Esa funcionalidad tenemos que lograrla a través de la calidad en la formación de legisladores. Ya que la educación básica en México no establece planes de estudio para la participación de la vida democrática, es imprescindible que el Congreso faculte a sus miembros con educación técnica que les permita representarnos mejor. Hoy, vemos legisladores abusando de su fuero o de su poder para obtener venganzas personales cuando les han lastimado el ego y tienen que humillar a los demás, o más poder, solo por el puro placer de tenerlo y de heredarlo.
Empero, tenemos que aplaudir y reconocer a la Presidenta Sheinbaum y a María Luisa Alcalde por empujar reformas en su plataforma política básica en contra del nepotismo. México ha sido presa de personajes que se sienten dueños del legislativo y nunca dan oportunidad a otros, o llenan sus espacios de poder con familiares y leales conocidos en busca de hueso. Como muestra basta un botón –de muchos que hay-; se ha preguntado el lector ¿cuántos puestos en administración pública y el legislativo han ocupado personajes como Santiago Creel, por ejemplo? Años y años enquistados en una democracia que, por definición, debiera dar más espacios a diferentes personas, pero siempre encuentra los mismos rostros y los de sus familiares y amigos.
Volviendo al contexto de la formación parlamentaria, a continuación, presentamos algunos tópicos que serían idóneos para un temario de un curso de preparación de nuevos legisladores, en el que además de estudiarlo, deberían ser examinados sobre su contenido y los resultados de sus exámenes publicados para conocimiento del público votante. Así ayudamos a mejorar la calidad de nuevos legisladores y a reducir la dinámica de circo que en no pocas ocasiones nos obsequian las Cámaras:
Ética y función pública.
Teoría del Estado y formas de gobierno.
Derecho constitucional y equilibrio de poderes.
Reglamentos de las Cámaras y del Congreso.
Relaciones Internacionales y Diplomacia.
Seguridad Nacional.
Finanzas Públicas.
Derecho Parlamentario. El Pleno y las Comisiones.
Sistema electoral mexicano. Partidos políticos y autoridades.
Técnica legislativa.
La preparación técnica de nuestros legisladores es un imperativo nacional, sobre todo porque ya no hace falta enfocarnos en cambiar las formas o las estructuras para mantener el poder, es tiempo de fortalecer la calidad y el contenido de fondo en el trabajo de nuestros representantes electos. Si no podemos cambiar quien llega, ya que siempre llegan por popularidad, por dinero y no por talento, tal vez nos convenga dejar esa lucha y enfocarnos en preparar mejor a los que lleguen, sean quienes sean.