En el 10º Encuentro con la Tierra, la UNAM y la alcaldía Cuauhtémoc demostraron cómo el conocimiento científico puede ser cercano, lúdico y transformador.
La imagen de un meteorito, causante de la extinción de los dinosaurios, capturó la atención de centenares de niñas y niños que acudieron al 10º Encuentro con la Tierra (ECT), celebrado en la Alameda de Santa María La Ribera. Este evento, organizado por el Instituto de Geología (IGl) de la UNAM y la alcaldía Cuauhtémoc, fue una muestra clara de que la ciencia puede —y debe— convivir con la sociedad.
Durante la inauguración, María Soledad Funes Argüello, coordinadora de la Investigación Científica de la UNAM, subrayó la necesidad de derribar el mito de que la academia y la sociedad están desvinculadas. “Hoy podemos demostrar lo que la academia puede dar en diversos sentidos”, afirmó, al tiempo que destacó la pertinencia del tema central del encuentro: “Aprende del pasado, para existir en el futuro: evolución y extinciones”.
“Solo entendiendo esto podemos tener una relación más armónica y respetuosa con nuestro planeta. Si rompemos esa correspondencia, comprometemos también nuestra existencia”, advirtió Funes Argüello.
Ciencia, arte y comunidad
El evento ofreció una combinación de talleres, charlas, música, teatro y demostraciones científicas en cuatro sedes simultáneas: el escenario principal, el kiosco morisco, el Museo de Geología y la propia Alameda. Las actividades fueron pensadas para fomentar la vocación científica desde edades tempranas, así como para fortalecer el tejido comunitario.
El director del IGl, Ricardo Barragán Manzo, celebró que el ECT se haya consolidado como un referente en divulgación de las Ciencias de la Tierra, gracias a la apropiación que han hecho del evento las y los vecinos de la zona.
Por su parte, José Luis Farfán Panamá, director de la Escuela Superior de Ciencias de la Tierra de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), llamó a la acción: “Todavía tenemos la oportunidad de cambiar el rumbo. La transformación inicia desde nuestros hogares. ¡Hagamos diario un día de la Tierra!”.
Voces expertas y divulgación con sentido
Uno de los momentos más esperados fue la participación del profesor emérito de la Facultad de Ciencias, Antonio Lazcano Araujo, quien dictó la conferencia “El origen de la vida”, explicando de forma sintética millones de años de evolución, desde la perspectiva darwiniana.
Lazcano recordó que, aunque Charles Darwin nunca pudo visitar México debido a conflictos diplomáticos, su pensamiento evolucionista sí echó raíces en el país, cambiando la forma en que comprendemos nuestro lugar en el universo.
A su vez, René Hernández Rivera, técnico académico del IGl, ofreció la charla “¿Realmente se extinguieron los dinosaurios?”, acompañada de otras demostraciones como “Desenterrando fósiles”, “Agua subterránea” y “Fiesta volcánica”, todas apoyadas por estudiantes voluntarios de distintas entidades de la UNAM.
Cultura y ciencia en armonía
El ECT también incluyó expresiones artísticas como la presentación de la Big Band Jazz Kids, que llenó de música el entorno del kiosco morisco, así como presentaciones de danza y teatro, integrando la dimensión cultural a la científica.
En el marco del Día Internacional de los Museos, Inbal Miller Gurfinkel, directora general de Derechos Culturales, Recreativos y Educativos de la alcaldía Cuauhtémoc, refrendó el respaldo institucional a este tipo de iniciativas que articulan el quehacer académico con la vida cotidiana de la ciudadanía.
La salida al multilateralismo
Debaten Mónica González Contró, Amalia García Medina, Tonatiuh Guillén López y Sergio Pacheco González en el contexto la transterritorialidad. Apuestan a una perspectiva más amplia cuya perspectiva es lograr sociedades distintas.
Esta visión parte de los siguentes factores: movilidad, globalización, interdependencia, modelo tradicional del Estado-nación. Estas circunstancias nos muestran un panorama de grietas que habrá que hacerle frente. La concepción rígida de soberanía, territorio y ciudadanía parece insuficiente frente a las realidades contemporáneas de millones de personas que viven, trabajan y se desarrollan más allá de las fronteras en las que nacieron. Frente a este panorama, se hace urgente apostar por el multilateralismo como vía para imaginar y construir sociedades distintas, más justas e incluyentes, tal como propusieron destacados especialistas en el Encuentro Nacional La investigación social, migración y las fronteras de México.
Mónica González Contró, directora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, planteó que el Estado-nación no es una verdad eterna ni una forma natural de organización humana, sino una construcción histórica que hoy enfrenta múltiples desafíos. En ese contexto, la noción de soberanía se vuelve ambigua y difícil de sostener ante fenómenos como la migración masiva, la circulación global de capitales y la interdependencia tecnológica. Por ello, González Contró afirma que el multilateralismo, sustentado en la universalidad de los derechos humanos, es la única vía posible para repensar lo global desde la dignidad humana, apostando por una transformación profunda de nuestras sociedades.
Este llamado adquiere mayor relevancia cuando se analiza el caso de México como una nación transterritorial, es decir, una nación que trasciende sus fronteras físicas para incluir a millones de mexicanos y mexicanas que viven en el extranjero, principalmente en Estados Unidos. En su oportunidad la senadora Amalia García Medina subrayó que esta visión debe traducirse en políticas públicas concretas que garanticen los derechos políticos y sociales de esta población. Con una comunidad de más de 38 millones de personas de origen mexicano establecidas en el vecino país del norte, el reto es monumental pero impostergable. Reconocer plenamente su nacionalidad, otorgarles pensiones, facilitar su participación electoral y asegurar su integración a la vida nacional son pasos fundamentales hacia una nueva concepción de ciudadanía.
Tonatiuh Guillén López, exdirector de El Colegio de la Frontera Norte, ofreció datos que evidencian la magnitud del fenómeno: sumando a quienes nacieron en México, sus descendientes, y los naturalizados, la nación mexicana alcanzaría los 170 millones de personas, muchas de ellas fuera del territorio nacional. Sin embargo, el marco institucional sigue anclado en una lógica territorialista, lo que genera discriminación y limita el ejercicio de derechos. Esta brecha entre el diseño institucional y la realidad social requiere transformaciones profundas: desde redefinir el papel de los consulados hasta garantizar el acceso a derechos políticos y sociales a quienes nunca han vivido en México, pero lo son por derecho y por identidad.
En la misma línea, Sergio Pacheco González destacó la necesidad de que las instituciones mexicanas se acerquen a los connacionales en el extranjero, no sólo mediante programas, sino también con sensibilidad y eficacia. Señaló que, en muchos casos, las organizaciones de la sociedad civil brindan más apoyo que el propio Estado, lo que revela una ausencia institucional preocupante. Además, enfatizó que la migración ya no se limita a trabajadores temporales; ahora incluye familias completas, mujeres, niñas, niños, personas mayores, indígenas, LGBT+, personas con discapacidad. Esto demanda una atención diferenciada, con perspectiva de género y derechos humanos.
Apostar por el multilateralismo en este contexto implica reconocer que los desafíos migratorios no se resuelven desde el aislamiento nacionalista, sino desde la cooperación entre Estados, el fortalecimiento de los organismos internacionales y la creación de políticas transfronterizas. Significa construir una ciudadanía global que respete la dignidad de todas las personas, sin importar el lugar donde residan. Y en el caso mexicano, significa también abrazar su identidad transterritorial como una riqueza, no como un problema.
Así, que pensar a México desde el multilateralismo y la transterritorialidad no es sólo un ejercicio académico o político, sino un imperativo ético. Significa imaginar sociedades distintas: más inclusivas, más democráticas, más humanas. Y, sobre todo, significa reconocer que, en un mundo cambiante, nuestras instituciones, nuestras leyes y nuestras prácticas deben evolucionar con valentía y visión para estar a la altura de los derechos y aspiraciones de todas las personas que forman parte de nuestra nación, estén donde estén.