Crisis institucional y Cultura política, una revisión 2025

Autor Congresistas
13 Vistas

La situación política en México se ha caracterizado por una atmósfera de incertidumbre nacional, debilitamiento institucional y atorrantes transformaciones del discurso político. En la escena nacional se ha registrado la realidad de una concentración del poder, la pérdida de legitimidad de los partidos, “un medioevo” del discurso político, las inversiones gubernamentales fallidas han configurado un escenario donde la visión oficial contrasta con la realidad estructural.

México enfrenta una paradoja: mientras el discurso gubernamental exalta la soberanía, la justicia social, el mando del pueblo, la clase gobernante se mueve entre lujos, corrupción y nepotismo, la práctica política revela una erosión institucional y una creciente personalización del poder. Sin duda, las expresiones de la sociedad en sus mega manifestaciones reflejan, a propios y extraños, la cruda realidad, la crisis institucional, la ausencia de proyectos colectivos, la soberbia de mayoría inventada, han debilitado la democracia mexicana, generando una subcultura política centrada en dependencia y clientelismo.

Los Poderes legislativo y judicial del Estado muestran debilitamiento, el poder ejecutivo ha consolidado su influencia y dominio; la “mañanera del pueblo”, un espacio que ha sustituido la deliberación institucional por una comunicación directa y exaltadas emociones (López, 2024). Esto refuerza el liderazgo carismático, pero reduce los contrapesos democráticos. El Poder Legislativo, lejos de ser un órgano deliberativo se subordina a la agenda presidencial, lo que limita su función de control. Por su parte, el Poder Judicial enfrenta severas críticas por falta de formación jurídica y cultura institucional, lo que erosiona la confianza ciudadana y politiza la justicia (Ramírez, 2025). Hemos perdido el derecho de dignidad (“Iure dignitatis”).

Los partidos políticos han dejado de ser entidades de interés público para convertirse solo en maquinarias electorales sin proyectos ideológicos (INE, 2025), pero con intereses de tipo franquiciarios. Esta transformación debilita la intermediación política y fomenta el desencanto ciudadano, consolidando una democracia de baja intensidad (O’Donnell, 1994).

Las inversiones gubernamentales en megaproyectos —como trenes, aeropuertos y refinerías— han mostrado baja rentabilidad, desviando recursos de sectores estratégicos como educación e innovación (Banco de México, 2025). A nivel microeconómico, persisten desigualdades regionales y precarización laboral, mientras el “nearshoring” ofrece oportunidades que chocan con falta de infraestructura y seguridad.

La política mexicana se teatraliza en conferencias, mientras los espacios de deliberación se vacían. La sociedad oscila entre la esperanza en liderazgos magnánimos y la frustración por la ausencia de políticas públicas deseables. Esta dinámica reproduce una cultura política clientelar, donde la ciudadanía se concibe más como beneficiaria que como actor deliberativo (Linz & Stepan, 1996).

La izquierda mexicana, que en el siglo XX se presentó como alternativa frente al autoritarismo y la desigualdad, enfrenta hoy una crisis profunda, destaca por un lado, falta de convicción programática, los partidos y movimientos han diluido sus principios en alianzas pragmáticas, priorizando la conquista del poder sobre la construcción de proyectos ideológicos sólidos; por otro, ideologización sin praxis mediante un discurso radical, pero sin propuestas viables para la economía digital, la innovación tecnológica o la gobernanza global; además, carencia de cultura política necesaria para la formación ciudadana, en consecuencia un debate debilitado pero sustituido por liderazgos personalistas y estrategias mediáticas.

La izquierda mexicana ha caído en la paradoja de exagerar su ambición de transformar la totalidad del sistema, mientras descuida la gestión cotidiana y la institucionalidad. Esto genera desconfianza y alimenta la percepción de improvisación. ¿Se deberá actualizar en la sociedad de la comunicación y la información? Sí, pero no basta con abrir cuentas en redes sociales ni granjas de robots. La actualización implica, comprender la lógica digital. La política ya no se juega solo en mítines, sino en narrativas “transmedia”, algoritmos y microsegmentación. No han construido una ciudadanía informada, no promueven educación digital crítica para evitar que la comunicación sea solo propaganda. Han carecido de innovación en plataformas colaborativas, consultas abiertas y transparencia en tiempo real, han olvidado que son claves para que recuperen legitimidad.

Lograron una izquierda “espectáculo”, atrapada en la lógica del trending topic sin contenidos sustantivos. Pierden la oportunidad de posicionarse en la defenza de derechos digitales, equidad en el acceso a la tecnología y regulación ética de la inteligencia artificial, lo cual confirma que se pactó el procedimiento electoral pero no se pactó la transición democrática. 

México en 2025 vive una tensión entre la narrativa oficial y la realidad institucional. La concentración del poder, la pérdida de legitimidad partidista y las inversiones fallidas configuran un escenario donde la democracia se reduce a rituales comunicativos. Superar esta crisis requiere fortalecer instituciones, diversificar la economía y reconstruir la cultura política sobre bases participativas.

La izquierda mexicana depende de su adaptación a la realidad secular. La pregunta no es si se debe acomodar, sino cómo hacerlo sin perder identidad. Como dice Alberto Cortés “no podrán entender, es muy complejo…”

Artículos Relacionados