¿Enajenados o libres y autónomos?

Autor Congresistas
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Ignacio Ruelas Olvera

Nietzsche presenta la metáfora del rebaño” como la masa que sigue normas impuestas sin cuestionarlas, una crítica de la moral de esclavos: obediencia, humildad y sumisión. Esta idea, igual que las ideologías, domestica al individuo, anula su “voluntad de poder”. El rebaño no piensa por sí mismo, se somete a valores ajenos. Lo que podemos considerar una forma de decadencia política, en contraste con la “moral de señores”, que exalta la fuerza, la creatividad y la afirmación de la vida. 

Nietzsche crea al “pastor” que guía a partir de narrativas emocionales, clara alusión a líderes que dictan la pauta. Por eso, Zaratustra no quiere ser pastor, sino despertador de conciencias. Una construcción de ciudadanía tiene alma de Zaratustra, ciudadanos libres y autónomos que objetan la relación de dependencia y sometimiento al poder político; en cambio, se someten al imperio de la ley sin distinciones. Usa esta metáfora para contrastar “la vida auténtica” con la existencia pasiva de seres humanos sometidos. El superhombre abraza la verdadera transformación como parte de su evolución. El ciudadano disruptivo que cuestiona, que apela. “El rebaño” en la democracia son una metáfora que interpreta una advertencia contra la tiranía de la mayoría. Así habló Zaratustra contiene poderosas herramientas políticas para desafiar al lector a cuestionar los valores, su rol en la sociedad y su potencial como individuo. 

Para Martin Heidegger, el rebaño es como olvido del ser, una manifestación del nihilismo moderno, donde el ser humano ha perdido contacto con el sentido profundo del ser. Una existencia inauténtica, dominada y una forma de ser en la que el individuo se diluye en la masa, el ciudadano evade su responsabilidad en la ética social. El superhombre (superciudadanía) es el ciudadano que afirma la vida, crea nuevos valores e impulsa la efectiva transformación.

A pesar de que Michel Foucault no se centra directamente en las obras de Nietzsche, su análisis del poder y la normalización puede leerse como una extensión crítica del concepto de rebaño; las instituciones modernas (escuelas, hospitales, prisiones) producen sujetos dóciles, normalizados, que se ajustan a patrones sociales. La moral del rebaño no solo es religiosa, sino y sobre todo política: todo lo que convierte al individuo en objeto de control.

Para Gilles Deleuze, el rebaño representa la reactividad, la incapacidad de afirmar la diferencia y el devenir. La superciudadanía, por contraste, son quienes afirman la vida en su multiplicidad: la ciudadanía que no permite que se reprima la diferencia, la creatividad, la diversidad, el deseo. La ciudadanía libre y autónoma es una acción y filosofía afirmativa, que busca liberar al pensamiento de las estructuras represivas.

Los filósofos de la Escuela de Frankfurt, Max Horkheimer y Theodor Adorno, toman la crítica al rebaño para analizar la industria cultural. Para ellos, los medios de comunicación producen una homogeneización del pensamiento, una cultura de consumo que impide la autonomía. El rebaño mediático con la narrativa política y su consecuente la enajenación emocional convierte al individuo en consumidor pasivo, incapaz de pensar críticamente. 

Slavoj Žižek, desde una perspectiva psicoanalítica y marxista, interpreta el rebaño como una forma de ideología que oculta la verdad del deseo y la contradicción. Para él, el superhombre no es una figura idealizada, sino una provocación que revela la falsedad de los valores dominantes. El pueblo bueno vive en la ilusión de la armonía social. En el año 2027 habrá elecciones y es urgente romper con esta ilusión, confrontar el vacío y la violencia que subyacen en el concierto para una sola voz.

Las anteriores son lecciones que nos alertan para tomar consciencia de libertad y autonomía para decidir en las urnas, sin acordeones. Vale la ética utilitarista: toma el dinero o lo que te den y vota con autonomía y libertad. Bienestar es un derecho constitucional que no obliga a ser de ningún rebaño, teniendo libertad se puede decidir un mundo más bonito que el nuestro, como lo enseñó el cantante del pueblo José Alfredo Jiménez. Las personas no pueden aceptar ciertas políticas sociales que se convierten en camisas de fuerza y limitan su autonomía individual.

El cuerpo electoral NO ES negación de la voluntad de poder electoral, la superciudadanía se aleja de la obediencia ciega, la moral impuesta, la renuncia a su individualidad, convoca al individuo a sus propios valores y a afirmarse en su libertad. El discurso del “Bienestar”, inspirado en modelos europeos y latinoamericanos, busca revertir el legado neoliberal mediante programas sociales, subsidios, pensiones, deuda externa… No logran la soberanía interna y la protección convirtió la ciudadanía en receptora pasiva de beneficios, debilitando sus capacidades y libertades. 

 ¡Urgen políticas públicas deseables! El pueblo organizado es protagonista del cambio; el bien colectivo debe prevalecer sobre el individualismo. 

El Estado no puede y no debe sustituir la voluntad individual por una tutela paternalista.

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