Los nuevos rostros de la lucha de las mujeres: ¿Celebración o exigencia de justicia?

Autor Congresistas
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Elio Villaseñor

No hay barrera, cerradura ni cerrojo que
puedas imponer a la libertad de mi mente

— Virginia Woolf

Desde principios del siglo XX, las mujeres han librado una lucha constante por el reconocimiento de sus derechos laborales, políticos y sociales, exigiendo un trato digno y su legítimo lugar como protagonistas en la sociedad.

Esta lucha no ha sido fácil. Se ha enfrentado a estructuras patriarcales, discriminación y resistencias profundas que han obstaculizado el ejercicio pleno de sus derechos.

A pesar de que en 1975 la ONU estableció el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, las demandas fundamentales siguen sin resolverse.

La violencia de género persiste, la brecha salarial aún no se cierra y el respeto pleno a sus derechos sigue siendo una tarea pendiente.

Madres y mujeres: el nuevo rostro de la lucha

Como sociedad, mantenemos una gran deuda con las mujeres. Muchas aún soportan la doble jornada laboral, combinando empleo y trabajo doméstico sin reconocimiento alguno. Otras enfrentan el desafío de ser madre y padre al mismo tiempo, sacando adelante a sus familias con enormes sacrificios.

Pero en estos tiempos, ha emergido un nuevo rostro de la lucha femenina: las madres que buscan a sus hijos e hijas desaparecidos. Mujeres que, impulsadas por el dolor y la injusticia, han convertido su tragedia en una fuerza inquebrantable para exigir verdad y justicia.Sin pedir permiso ni esperar respuestas oficiales, han tejido redes de solidaridad, enfrentándose a la impunidad y al miedo, convirtiéndose en símbolos de resistencia en un país donde la violencia ha dejado profundas cicatrices.

¿Celebración o exigencia de justicia?

Vivimos un momento donde la violencia se ha convertido en negocio, en moneda de cambio, en una sombra que se expande sin control.

En este contexto, las voces de las madres no son solo el grito de sus propias tragedias, sino el clamor de miles de mujeres que exigen justicia.

Por eso, no se puede celebrar el Día de la Mujer como un simple acto simbólico, cuando sus demandas históricas siguen sin ser atendidas y cuando tantas madres. siguen gritando justicia.

Más que un día de celebración, el 8 de marzo sigue siendo un recordatorio de una lucha inconclusa.

Una fecha para honrar no solo los avances, sino también las heridas abiertas que exigen respuestas, acción y compromiso.

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