Nancy Pérez García
La cultura para pacificar es una forma de entender la cultura no solo como arte o tradición, sino como una herramienta social transformadora que impulsa la paz y la cohesión en las comunidades, en los territorios. Esto significa usar el arte, las tradiciones y la participación ciudadana para fomentar el diálogo, la empatía y la justicia social. La cultura, entonces, se convierte en un puente entre autoridades y comunidades y en una herramienta de transformación de las condiciones que alimentan la violencia.
En un momento histórico marcado por la violencia e inseguridad, los gobiernos, particularmente los locales, enfrentan directamente el reto de reconstruir el tejido social. Reconocer que la cultura refleja la identidad de los pueblos y también actúa como medio para sanar heridas sociales y generar cohesión. La cultura se convierte en una estrategia política que implica pasar de una visión centrada en eventos festivos a una política pública que promueva la educación para la paz, la memoria y la inclusión social.
En las últimas décadas, distintas regiones del país han desarrollado proyectos culturales locales que buscan pacificar a través de la participación social y el arte comunitario. Algunos ejemplos notables incluyen:
- Barrios de Paz en Zapopan, Jalisco
Programa municipal que impulsa talleres de teatro, pintura, danza y mediación comunitaria en colonias con altos índices de violencia. Las actividades se realizan en centros culturales de barrio y espacios públicos recuperados, fomentando la convivencia y la expresión juvenil. - Teatro Comunitario en Guerrero y Oaxaca
En municipios como Chilpancingo, colectivos locales y gobiernos municipales apoyan grupos de teatro popular donde mujeres, campesinos y jóvenes escenifican sus experiencias de violencia y esperanza. Estas obras itinerantes se presentan en plazas y escuelas, promoviendo el diálogo intergeneracional y la sanación comunitaria. - Murales por la Paz en Ciudad Juárez, Chihuahua
Iniciativa que busca recuperar espacios urbanos marcados por la violencia mediante el arte público. Los murales, pintados por jóvenes y artistas locales, representan mensajes de resiliencia, memoria y derechos humanos. - Centros de Cultura para la Paz en Morelia, Michoacán
Estos centros ofrecen talleres de mediación, alfabetización cultural y actividades artísticas que fortalecen la cohesión social y brindan alternativas a la violencia. Funcionan como espacios de encuentro entre ciudadanía, artistas y servidores públicos. - Orquestas Comunitarias de la Esperanza en Tamaulipas
Creación de orquestas infantiles y juveniles en zonas marginadas de Ciudad Victoria y Reynosa. A través de la música, niñas, niños y adolescentes aprenden disciplina, cooperación y respeto, alejándose de contextos delictivos. - Narrativas de la Memoria en Tijuana, Baja California
Proyecto colaborativo entre el municipio y organizaciones civiles que promueve la reconstrucción de la memoria colectiva de las víctimas de violencia mediante la escritura, la fotografía y la exposición pública de historias locales.
Sin embargo, a pesar de algunos los avances, la implementación de políticas culturales para la paz enfrenta desafíos estructurales: presupuestos insuficientes, escasa profesionalización del personal público, participación comunitaria limitada, falta de articulación interinstitucional, falta de identidad en los proyectos. Superar estos obstáculos requiere una visión integral de la cultura como política de Estado, no solo como complemento de la seguridad pública, sino como su fundamento para la pacificación del territorio.
La cultura para pacificar, donde cada mural, orquesta, taller o centro cultural sea un espacio donde la comunidad se reconoce, dialoga y reconstruye su confianza. Construir una cultura de paz desde lo local implica apostar por la educación, la memoria y la justicia social, entendiendo que la pacificación auténtica surge del encuentro y no del miedo.
En este tenor toma mucha importancia que la columna vertebral de iniciativas de esta naturaleza, promuevan como eje, el formar agentes culturales con capacidades de diseño e implementación de proyectos de mediación cultural acorde a cada contexto, con un enfoque intercultural, multidisciplinario y territorial.
Solo así, la cultura para pacificar buscará reemplazar la violencia con el diálogo, la exclusión con la participación y el miedo con la confianza y activar procesos de reflexión y sanación social. Por ejemplo, el arte comunitario puede ayudar a jóvenes en contextos de violencia a expresar sus emociones y construir identidad, las tradiciones locales pueden servir para reconstruir el tejido social después de conflictos, los medios culturales (cine, radio, muralismo, etc.) difunden mensajes de paz y participación, considerando el espacio público, como el mejor lugar para el reconocimiento y de expresión de la diversidad cultural.
Recientemente la Presidenta de México presentó el Plan Michoacán por la Paz y la Justicia. Destaca 12 ejes, siendo el noveno sobre cultura, elevando ésta a política de seguridad. El desafío es ahora, evitar que se diluya este esfuerzo, haciendo un uso eficiente y eficaz de los recursos públicos que serán destinados, con reglas claras, transparencia y una coordinación técnicas sólida.
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