Arcadia

Autor Congresistas
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Argonautas

La prensa escrita, las redes, la radio dieron fiel cuenta del desencuentro que recientemente vivieron dos prominentes legisladores del Congreso Federal: ambos coordinadores de sus respectivos grupos parlamentarios, lo que da muestra de las tensiones que empiezan a explotar en la lucha por el poder en MORENA. La salida del conflicto con la denuncia de una posible corrupción en el manejo de 150 millones de pesos pretendió sustentar el conflicto entre dos ex candidatos presidenciales, y eso no pareció ser más que un quiebre de cintura de algún engallado toreador.

Tanto el senador Adán Augusto López presidente de la Junta de Coordinación política del Senado de la República, como el diputado Ricardo Monreal coordinador del grupo parlamentario en la Cámara de Diputados, son la punta de los reacomodos por la dominancia que están viviendo las diferentes fuerzas políticas de morena y la falta de liderazgos en la oposición que también denuncian la urgencia en las construcciones de nuevas figuras de poder.

A escasos casi tres meses del gobierno de la Presidenta de la República Claudia Sheinbaum al obtener el 60 porciento de los votos, nos preguntamos sobre la naturaleza del poder, que, si bien se genera en las urnas, también demanda la necesaria robustez con la eficacia de la acción de su ejercicio, no es suficiente la legalidad sino lleva el principio del don de mando, distribución del poder y la consistencia de su base y extensión territorial en otros terrenos. Sin embargo, tampoco evita el que podamos desatender el hecho de quienes son los dueños de los partidos políticos, ahora no parecen ser suficientes las condecoraciones y legitimaciones del tribunal electoral. ¿A quién deben hoy los representantes populares su fuerza política?

¿Se trata de la identidad que pudieran tener con los caciques incrustados en los distintos sectores del país? ¿Se deben a los grupos importantes del partido o a la aglutinación de personalidades? O más aún ¿a quien le deben su capital político los dirigentes que se van acomodando al paso? ¿Cuál es la fuerza de Ricardo Monreal o la de Adán Augusto López? ¿Van más allá del sur o centro del país o se enlazan con la gobernabilidad que se mezcla con el estado de cosas que vive la nación?

El hecho es que las acusaciones de corrupción con las que fue señalado Monreal no parecen dejar bien parado a nadie, ni aportar bien alguno al capital político. Las sospechas de corrupción que gravitan en torno a un experimentado legislador más guardan distancia con la visión de estado fincada en instituciones que funcionen, como lo exige la gobernabilidad democrática en el sinuoso terreno geopolítico que se vive en diferentes latitudes.

Los principios democráticos se apuntan como los pilares que dan estabilidad a los tambaleos sociales, económicos, políticos que se cruzan entre latitudes, los hechos nos recuerdan que las instituciones se erigen sobre una base social que exigen una constante renovación y eficacia de toda gestión social.

¿Puede una presidencia de la república que se ha decidido por una cuarta transformación desatender las voces que invitan a la inclusión mas que a su permanencia en las fronteras de un nuevo grito llamado democrático? ¿Se puede ignorar la invitación a un acuerdo de unidad con un espíritu renovador en la construcción de instituciones?

¿Estamos ante el llamado del fortalecimiento del presidencialismo o de la creación de un nuevo parlamentarismo? 

¿Se hace necesario convocar a un pacto de convergencia en la construcción de la nueva gobernabilidad, que a todas luces demanda el país de forma transversal? o ¿siguen las esperanzas de cambio en un liderazgo promisorio que ha dejado sus efectos reflejados en la pobreza, la educación, la violencia, la inseguridad, en lo precario de la salud o en la miseria en el ingreso? 

¿El desaseo y la presión que se ha venido plasmando en los procesos legislativos de reformas constitucionales parecieran innecesarias en el marco de una unidad real o en las posibilidades de construirla a cambio de posiciones de poder?

Y es que el nuevo gobierno de morena no ha logrado proyectar en el horizonte figuras políticas de talla estatal (Estado), que no se finquen en viejas fortunas conseguidas por un contador de cuentos y agitador de fantasías políticas que no han logrado dar color, ni brillo a la nueva administración adherida a un matutino ritual que intenta una nueva gobernabilidad.

El encontronazo entre Monreal y Adán Augusto se podrá resolver enmascarando una jugada de ajedrez que prive al país de nuevas articulaciones necesarias a la renovación de prácticas parlamentarias que pasan de noche entre los ciudadanos. 

Y continuamos siendo los mismos.

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