Medio año, corte de caja político. Veamos:
En la interacción de los poderes de la unión para mantener una gobernabilidad democrática apegada al estado de derecho, hemos aprendido, en lo que va de 2022, las siguientes lecciones:
El estado de derecho en México es frágil. El respeto a la Constitución no es universal ni absoluto por parte del poder ejecutivo ni del legislativo.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha actuado con apego a sus atribuciones, respetando la constitucionalidad sustantiva y procesal de los asuntos sometidos a su conocimiento.
Los mexicanos tenemos aún una democracia inmadura. Pesan más las emociones que la lógica en las elecciones de representantes populares y en las decisiones de política pública.
El poder tiende a obnubilar la razón. Existe todavía el riesgo de que la forma de nombramiento de los futuros miembros de la Corte pierda fineza técnica e independencia, para dar paso a una supuesta representatividad, que más bien será un intento de reducir la independencia del máximo tribunal y garante de la constitucionalidad mexicana.
La valentía es un bien escaso, así como la dignidad, pero una vez que un valiente da un paso por la legalidad y la constitucionalidad, el valor de la comunidad crece.
Los ánimos en el país están calientes. Existe mucha discordia entre todos los sectores del poder público y la sociedad civil. A pesar de las presiones políticas, la Corte ha sabido actuar a la altura de su dignidad institucional, constitucional y profesional, a pesar de existir dos ministras que toman decisiones políticas en aspectos netamente apolíticos y constitucionales.
La confrontación entre poderes se exacerbará, pero, al menos, los delicados equilibrios de poder previstos en la Constitución parecen estar funcionando con un mínimo aceptable.
Para las elecciones de 2024, será mucho más relevante la fuerza política que gane el Congreso y no necesariamente el poder ejecutivo.
El servicio público tiene mucho camino por recorrer. La política sigue siendo una lucha rapaz por poderes y privilegios y no un equilibrio de poder, prestigio, medio de vida y servicio en beneficio colectivo.
En la actual administración ha prevalecido la “todología”, ya que han existido nombramientos basados en la lealtad y no en la capacidad, la competencia, la educación, la experiencia ni el profesionalismo. Esto disminuye los incentivos para que tengamos a los mejores mexicanos en los mejores puestos.
El destino de México sigue en las manos de los mexicanos, hasta ahora, con una democracia joven y endeble. Enfrentamos el riesgo sistémico de que las instituciones legal y democráticamente constituidas se vean disminuidas a simuladores sujetos al poder.
México enfrenta muchos riesgos que están cerca de convertirnos en un estado fallido.
Tantos años de pobreza y marginación social han creado un estado colectivo de confrontación social en el que la razón y la lógica han sido superadas por el deseo de venganza y el resentimiento social, aunque del conflicto no resulten ganadores.