Fuego amigo

Autor Congresistas
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Darío Mendoza A

La crisis de gobernabilidad que atraviesa México se acelera a un ritmo alarmante. El prestigioso Reporte Krame, conocido por la solidez de su metodología, encendió las alarmas: el índice de ingobernabilidad saltó de 72 puntos en octubre a 85 puntos en apenas un mes, en una escala que llega a 100. En otras palabras, el país se acerca peligrosamente al colapso institucional y el informe advierte que ‘Claudia Sheinbaum podría no concluir su mandato’.

Los números son implacables. La encuesta Morning Consult —la misma que Andrés Manuel López Obrador solía presumir cuando le favorecía— registra un derrumbe histórico en la aprobación de la presidenta: de 62 % en noviembre de 2024 a solo 41 % en noviembre de 2025. En el mismo periodo, su desaprobación escaló de 29 % a 53 %. El Financiero, por su parte, revela que casi seis de cada diez mexicanos consideran que el gobierno va mal en materia de seguridad; 85 % reprueba la estrategia contra el crimen organizado y 82 % desaprueba el combate a la corrupción.

La marcha del 15 de noviembre marcó un punto de inflexión. Las imágenes de la brutal represión en el Zócalo capitalino dieron la vuelta al mundo y dañaron irreparablemente la imagen internacional de Sheinbaum. En redes sociales quedaron grabadas las escenas de violencia policial que contrastan dramáticamente con la narrativa oficial de un gobierno “humanista”.

A eso se suma la presión externa e interna que la tiene atrapada entre dos tenazas. Por un lado, el gobierno de Donald Trump exige resultados contundentes contra el crimen organizado y amenaza con medidas unilaterales si México no actúa. Por el otro, desde el interior de su propio partido surgen presiones para proteger a políticos señalados por sus presuntos vínculos con el narco. Sheinbaum queda paralizada.

El ambiente se enrarece aún más. Este fin de semana, en Chiapas, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) le cerró el paso y la obligó a firmar compromisos bajo presión. En Oaxaca, maestros disidentes agredieron a golpes al personal de su ayudantía al grito de “¡Fuera Claudia!” mientras intentaban irrumpir en el lugar donde se encontraba para exigir aumento salarial y la derogación de la reforma del ISSSTE de 2007.

Los incidentes de represión en la Ciudad de México y las giras fallidas en el sur exponen algo más grave: serias fallas en los protocolos de seguridad presidencial. La imagen que se proyecta es la de una presidenta rebasada por los acontecimientos, incapaz de controlar ni siquiera su agenda ni su integridad física.

Y aquí aparece el giro más inquietante: muchos de estos episodios llevan la marca del “fuego amigo”. Organizaciones como la CNTE o los grupos de choque que operan bajo el paraguas del “bloque negro” no son movidos por la oposición —que carece de fuerza y recursos para montar este tipo de emboscadas—. Son piezas que se activan desde el interior del propio movimiento. El grupo Tabasco, que hace unas semanas estaba en el centro de la tormenta mediática, ha logrado salir del reflector; ahora es Claudia Sheinbaum quien ocupa el ojo del huracán.

A la presidenta le urge rodearse de un equipo leal y profesional que realmente la proteja y la asesore, porque la gobernabilidad se le escapa de las manos a una velocidad vertiginosa. Los indicadores económicos ya reflejan la hemorragia: salida acelerada de capitales y migración de inversionistas y familias mexicanas hacia países percibidos como más seguros.

Claudia Sheinbaum necesita detenerse, mirar el bosque y aceptar una verdad incómoda: los golpes más duros no vienen de la derecha, la ultraderecha ni los “conservadores” a los que suele culpar. Vienen de dentro de su propia casa. Ignorarlo puede costarle el mandato… y a México, mucho más.

@dariomendoza

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