Les falta calle

Autor Congresistas
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Darío Mendoza A

La reciente encuesta de El Financiero ofrece una radiografía reveladora sobre la cultura política en México. A pesar de que el discurso oficial sitúa a sus adversarios en la derecha, las categorías de izquierda, derecha o centro son un rompecabezas para la población. Según la encuesta, el 45% considera que Morena es un partido de izquierda, pero un sorprendente 30% lo ubica en la derecha, y un 21% lo ve como un movimiento de centro. En otras palabras, más de la mitad de los encuestados percibe a Morena como un partido ¡de centro-derecha!

Este desconcierto se acentúa al preguntar si Morena es progresista o conservador. Contra todo pronóstico, el 36% lo calificó como conservador, mientras que el 35% lo identificó como progresista. Mi hipótesis es clara: al ciudadano promedio no le interesan ni comprende las etiquetas de izquierda o derecha. Estas categorías, propias de las élites políticas y del “círculo rojo”, están desconectadas de la realidad cotidiana. La discusión pública no gira en torno a ideologías, sino a preocupaciones más terrenales, como la economía diaria. Los teóricos y sus teorías están lejos de la calle, del conocimiento y las vivencias de la gente, aunque son quienes moldean los discursos de las élites.

En otro apartado, la encuesta de El Financiero exploró la percepción de las marcas partidistas. Morena lidera con un 64% de opinión favorable, un reflejo de su arraigo entre la población. En contraste, la oposición enfrenta un panorama desolador: el PAN apenas alcanza un 12% de opinión favorable, con un abrumador 81% de opiniones negativas. El PRI, aún más castigado, registra un 85% de rechazo y solo un 11% de opiniones positivas.

La alta popularidad de la presidenta Claudia Sheinbaum tiene se explica, en parte porque en México, la oposición es prácticamente inexistente. Esto se debe, en gran medida, a la falta de empatía de sus líderes. Aunque puedan tener un mensaje acertado, su comunicación corporal y la desconfianza que generan sabotean sus esfuerzos. Les falta calle, esa conexión auténtica con la gente que trasciende los discursos pulidos.

La popularidad del gobierno también se apuntala en los apoyos económicos directos que llegan a diversos sectores de la población. Estos beneficios, constantes y sonantes, generan una percepción positiva del gobierno, ya sea por convicción, por conveniencia o temor. Como ocurre en muchos hogares mexicanos, si hay dinero, los errores parecen menos graves e incluso el marido puede percibirse como más atractivo.

Sin embargo, la política no se reduce al dinero. Kamala Harris, como parte del gobierno, recaudó 2,300 millones de dólares para su campaña, mientras que Trump, desde la oposición, obtuvo 1,600 millones. Esto demuestra que una oposición efectiva debe ser convincente, confiable y, sobre todo, empática. En México, ningún líder opositor logra conectar con la calle, pero el oficialismo tampoco está exento de fallas. Un ejemplo claro es Andy López Beltrán, cuya falta de sensibilidad queda al descubierto cuando presume que una noche en Japón le costó “solo” 7,500 pesos. Esta declaración contrasta dolorosamente con tragedias como la de Fernandito, un niño asesinado en Los Reyes, Estado de México, por una deuda de apenas mil pesos.

En conclusión, en la política mexicana actual, las categorías ideológicas importan menos que la conexión con la realidad cotidiana. Mientras los líderes no aprendan a hablar el lenguaje de la calle, seguirán alejados de la gente, sin importar cuán correctos sean sus mensajes.

@dariomendoza

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