La noticia del fallecimiento de Julieta Fierro Gossman el 19 de septiembre de 2025 a los 77 años, ha dejado un profundo vacío en la ciencia y en la cultura mexicana. Su partida nos recuerda que hay figuras cuya trascendencia no se mide solo en descubrimientos o cargos, sino en la huella viva que dejan en la sociedad. Fierro fue, sin duda, una de ellas: científica rigurosa, divulgadora apasionada, maestra incansable y referente inspirador para varias generaciones.
La científica y su universo
Nacida en la Ciudad de México en 1948, Julieta Fierro estudió Física en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde también realizó estudios avanzados en astrofísica. Desde muy temprano orientó su investigación hacia el estudio de la materia interestelar, esa sustancia que, aunque invisible a los ojos, constituye la materia prima de estrellas y planetas. Su trabajo académico le ganó un lugar destacado como investigadora titular del Instituto de Astronomía de la UNAM, además de una cátedra en la Facultad de Ciencias.
Pero su trayectoria no se limitó a los laboratorios y observatorios. Su presencia en foros internacionales, como la Unión Astronómica Internacional, le permitió proyectar a México en el ámbito de la investigación y la educación científica a escala global.
La divulgadora que rompió fronteras
Si algo caracterizó a Julieta Fierro fue su convicción de que la ciencia no puede quedar atrapada entre muros académicos. Para ella, entender el universo era un derecho cultural de todos los ciudadanos. Con esa idea escribió más de 40 libros, muchos de ellos dirigidos a jóvenes y niños, siempre con un estilo claro, alegre y lleno de asombro. En televisión, radio, prensa y ferias del libro, su voz se convirtió en puente entre el cosmos y la vida cotidiana.
Fue también fundadora y directora del Museo Universum, de la UNAM, un espacio que hasta hoy sigue sembrando curiosidad científica en millones de visitantes. Allí quedó plasmada su visión: la ciencia no como disciplina abstracta, sino como parte de la cultura y de la identidad.
Su estilo la hizo única: directa, entusiasta, cercana. No hablaba para especialistas, sino para el pueblo, convencida de que la ciencia podía y debía generar orgullo, esperanza y libertad de pensamiento.
Reconocimientos y distinciones
El mundo no tardó en reconocer esa entrega. Fierro recibió premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Kalinga de la UNESCO a la divulgación científica, así como varios doctorados honoris causa y el reconocimiento como investigadora nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, el máximo grado en México. En 2004 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua, en la silla XXV, confirmando que su lenguaje también era patrimonio cultural.
La maestra y la inspiración
Julieta Fierro fue mucho más que científica y divulgadora: fue una maestra en el sentido más amplio de la palabra. Inspiró a generaciones de jóvenes —y especialmente a mujeres— a imaginarse con bata blanca, a soñar con telescopios, a reclamar un lugar en las aulas y los laboratorios. En un país marcado por desigualdades, su voz representó la certeza de que la ciencia es también un camino de emancipación.
Sus conferencias y talleres eran celebraciones del conocimiento: en ellos había datos y ecuaciones, pero también metáforas, humor y un constante llamado a mirar el cielo con curiosidad infantil.
Un legado que permanece
La muerte de Julieta Fierro nos deja sin una de las figuras más luminosas de la ciencia mexicana contemporánea. Sin embargo, su legado está lejos de apagarse. Sus libros, sus entrevistas, los museos que impulsó, las generaciones de estudiantes que formó, seguirán irradiando su luz.
En un tiempo donde la desinformación amenaza con imponerse, el ejemplo de Julieta Fierro cobra aún más relevancia. Ella demostró que la ciencia puede ser accesible, emocionante y profundamente humana. Nos enseñó que el conocimiento no es un lujo, sino un derecho.
Hoy, México despide a una de sus grandes voces. Y, como sucede con las estrellas que se apagan, su luz seguirá viajando, inspirando y guiando a quienes busquen en el cielo no solo respuestas, sino también preguntas.
Julieta Fierro: gracias por recordarnos que el universo también nos pertenece.