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Juventudes en pie: dignidad, derechos y coraje en tiempos de incertidumbre

“La juventud tiene que crear.
Una juventud que no crea es una anomalía realmente.”

— José Martí

Desde el año 2000, cada 12 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Juventud, instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el propósito de reconocer a las juventudes como agentes esenciales de cambio, y visibilizar los desafíos que enfrentan en todos los rincones del mundo.

Hoy más que nunca, ser joven implica navegar entre la incertidumbre y el deseo de construir una vida digna.

No solo deben adaptarse a los avances tecnológicos y al reordenamiento geopolítico global, sino también enfrentar entornos marcados por desigualdad, precariedad e inseguridad.

Juventudes frente a un futuro incierto

En el caso de México, los datos más recientes nos revelan una realidad más compleja.

Todo esto ocurre en un contexto donde la salud mental también se ve deteriorada: los niveles de ansiedad, depresión, soledad y estrés entre jóvenes han aumentado considerablemente, producto de las presiones sociales, económicas y digitales.

¿Generación olvidada o fuerza transformadora?

Aunque algunas políticas públicas intentan atender estas problemáticas, los esfuerzos resultan insuficientes frente a una realidad que exige más recursos, visión a largo plazo e inclusión efectiva.

Muchas juventudes no quieren ser solo el “futuro”; exigen vivir con dignidad el presente.

Y a pesar de los obstáculos, miles de jóvenes resisten con coraje, creatividad y determinación.

Desde sus comunidades, desde las redes, desde el activismo, están creando alternativas, movilizando causas, reconstruyendo esperanzas.

Celebrar con acción, no solo con discursos

Conmemorar el Día Internacional de la Juventud no debe ser una formalidad institucional, sino una oportunidad para llamar la atención de los gobiernos, los medios y la sociedad en su conjunto sobre lo que realmente importa: el reconocimiento de las juventudes como protagonistas de esta era de transición global.

Necesitamos que las políticas públicas escuchen, incluyan y co-creen con las juventudes, en lugar de imponerles soluciones parciales.

Porque son ellas —con sus ideas, afectos, reclamos y acciones— quienes están abriendo paso a un mundo más humano y más justo.

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