BRICS: La geoeconomía emergente de un bloque que reconfigura el orden global

Autor Congresistas
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Claudia Valdés Velandia

En el cambiante escenario del siglo XXI, marcado por el desgaste de las instituciones multilaterales tradicionales y las tensiones entre bloques geopolíticos, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se consolidan no sólo como una alianza económica emergente, sino como un proyecto alternativo de orden mundial. A partir de un conjunto de principios compartidos —multilateralismo, desarrollo inclusivo, respeto a la soberanía y rechazo a la hegemonía occidental—, el bloque ha construido herramientas institucionales propias y ha ampliado su influencia más allá de su peso demográfico y económico.

La génesis de una alianza del Sur Global

El acrónimo BRIC fue acuñado en 2001 por el economista Jim O’Neill, al observar que Brasil, Rusia, India y China compartían altas tasas de crecimiento, grandes poblaciones y un creciente protagonismo en el comercio global. El bloque se formalizó en 2009, con la adhesión de Sudáfrica en 2010. Desde entonces, los BRICS han evolucionado de ser una etiqueta de marketing financiero a una coalición geopolítica con propuestas estructurales, especialmente en el ámbito financiero y de gobernanza global.

Más que cifras: masa crítica poblacional y económica

Los cinco países BRICS representan alrededor del 40% de la población mundial (más de 3,250 millones de personas). Su PIB combinado, medido por paridad de poder adquisitivo (PPA), representa ya más del 35% del total global, superando incluso al G7 en ese indicador. En términos nominales, alcanzan cerca del 25% del PIB mundial. Pero más allá de los datos actuales, lo relevante es su proyección futura: India y China serán, según todos los escenarios demográficos y económicos, las principales economías del mundo para 2050.

A esto se suma la expansión del bloque en 2024, que incorporó a países como Arabia Saudita, Egipto, Irán, Etiopía y Emiratos Árabes Unidos, ampliando el peso geopolítico de la alianza y reforzando su narrativa de representar los intereses del Sur Global.

La arquitectura financiera propia

Una de las manifestaciones más contundentes de la madurez del bloque BRICS ha sido la creación de sus propias instituciones financieras, como respuesta directa a la concentración de poder en el FMI y el Banco Mundial. El Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), con sede en Shanghái, financia proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible sin las condicionalidades políticas impuestas históricamente por los organismos dominados por Occidente. A su vez, el Acuerdo de Reservas Contingentes (CRA) actúa como un fondo de emergencia para asistir a sus miembros ante crisis de liquidez, funcionando como una especie de “mini FMI” del Sur Global.

El poder subterráneo: la geoeconomía minera

Si el futuro de la economía mundial dependerá de la energía limpia, la inteligencia artificial, la digitalización y la industria aeroespacial, entonces la minería estratégica es la llave maestra de ese futuro. Y en ese terreno, los BRICS poseen una posición de ventaja estructural.

  • China controla más del 80% del mercado global de tierras raras y lidera el refinado de minerales críticos como el litio y el grafito.
  • Brasil es el mayor proveedor mundial de nióbio (usado en turbinas, reactores y baterías) y destaca en hierro y bauxita.
  • Rusia domina la producción de paladio, níquel, oro y uranio, esenciales para sectores industriales y armamentistas.
  • India posee grandes reservas de carbón, hierro y manganeso, con potencial creciente en litio.
  • Sudáfrica concentra más del 70% de las reservas mundiales de platino, además de cromo y diamantes.

El conjunto de estas riquezas convierte a los BRICS en una potencia minera global, capaz de definir los términos de la transición energética, de la electrificación del transporte y del desarrollo de nuevas tecnologías estratégicas.

Un orden en transformación: la ventana de oportunidad

La progresiva retirada o desacoplamiento de Estados Unidos de ciertas instituciones internacionales (como la OMS, la UNESCO o incluso el Acuerdo de París) durante los últimos años ha debilitado el liderazgo tradicional de Occidente. Este vacío ha sido ocupado por los BRICS, no sólo con iniciativas propias, sino con una narrativa alternativa: la de un mundo multipolar, en el que el desarrollo ya no depende de alineamientos geopolíticos, sino de soberanía, cooperación horizontal y equidad en la toma de decisiones.

Esto ha permitido que muchos países vean en los BRICS una opción estratégica real para diversificar sus relaciones económicas, acceder a financiamiento sin presiones ideológicas y participar en cadenas de suministro globales más balanceadas.

Prospectiva: ¿hacia un nuevo Bretton Woods del Sur?

En perspectiva, el ascenso de los BRICS representa más que un fenómeno económico; es una corrección histórica del desequilibrio generado por el sistema internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Mientras las instituciones nacidas en Bretton Woods agonizan en medio de la desconfianza global, los BRICS emergen como un laboratorio de alternativas funcionales: desde nuevos bancos hasta monedas digitales transfronterizas, desde cooperación tecnológica hasta estándares propios en comercio.

Pero su futuro dependerá de su capacidad de coordinación interna, de resolver sus diferencias políticas y geoestratégicas (como la tensión latente entre India y China) y de mantener una narrativa común en medio de intereses divergentes.

Aun así, la tendencia es clara: el centro de gravedad del mundo se está desplazando hacia el Sur, y los BRICS son, cada vez más, su símbolo y su instrumento.


¿Se aproximan los BRICS a convertirse en un nuevo polo de poder global? Todo indica que sí. Lo que comenzó como una categoría económica especulativa se ha transformado en un proyecto político y estratégico de largo alcance. En un mundo cada vez más multipolar, su influencia está lejos de haber alcanzado su techo.

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