Mesa de redacción
Entre las ocurrencias que nos obsequian algunos personajes del Congreso, hay una que merece especial mención, por el grado de resentimiento e ignorancia que, combinados, siempre suman desastrosos resultados.
Con la piel delgada y los pensamientos obstruidos, algunas voces han sugerido, de forma simple, sustituir la relación económica que México tiene con Estados Unidos, con una relación económica entre México y China.
La razón de este planteamiento es mediocre y reactiva, es una “idea” que viene del ego herido de personas que no saben analizar fenómenos de mercadotecnia política ni comprenden el grado de interdependencia geopolítica de México con Estados Unidos.
Donald Trump sabe negociar con fiereza, y le tiene bien tomada a la medida al burócrata mexicano, proclive a la ofensa y la desesperación, sin pensar sus reacciones de forma cuidadosa y mesurada, pero, sobre todo, incapaz de la autocrítica.
Se molestan los funcionarios porque Trump pone el dedo en la herida, acusando a México de incapacidad para controlar la violencia y el crimen organizado. Funcionarios ofendidos, responden inmediatamente que, como país soberano, México es capaz de resolver esos problemas “internos” sin injerencias extranjeras. Pero, si usted tiene de 18 a 99 años y ha vivido en México toda su vida, seguramente se habrá dado cuenta de una cosa, han pasado varias décadas y generaciones sin que los problemas del crimen organizado y la violencia se hayan resuelto en México. Entonces, ¿podemos resolver esos problemas como país soberano o usamos la soberanía como excusa para que la comunidad internacional no investigue el grado de complicidad entre autoridades y organizaciones criminales?
China no es un aliado y socio de México, mientras que Estados Unidos lo ha sido y lo es. En México ofende el “honor” hablar bien de los Estados Unidos porque sigue abierta la herida de la pérdida de territorio en la guerra con ese país y porque, en el fondo, hay una frustración enorme al pensar: ¿qué hemos hecho con nuestro país cuando los estadounidenses han alcanzado un nivel tecnológico y de desarrollo económico tan avanzado mientras nosotros enfocamos nuestra política pública en que “los españoles” nos pidan una disculpa por la conquista? Tenemos un país hermoso y lo hemos desperdiciado por la apatía de dejar todo en manos de una minoría ambiciosa de políticos que se enriquecen con el dinero de los impuestos.
En fin, amén de seguir reflexionando sobre nuestro deporte nacional: echarle la culpa a los demás por nuestros problemas y victimizarnos para no hacernos responsables de nuestro propio destino, repasemos algunos puntos entre Estados Unidos, China y su relación con México.
Población.
Estados Unidos tiene una creciente demografía de mexicanos inmigrantes y de mexicanos nacidos en Estados Unidos, pero con raíces en territorio nacional. El grado de relaciones familiares, académicas y de negocios es inmenso. La comunidad mexicana en China es marginal.
Cercanía geográfica.
Estados Unidos es inmediatamente adyacente a México. Parte del territorio de Estados Unidos fue México. Tenemos frontera compartida, industria turística interdependiente, intercambios académicos, profesionales y, de hecho, una creciente parte de la población estadounidense, como ya se mencionó, es mexicana o tiene raíces mexicanas. Para ir y regresar de EEUU la gente puede usar avión, camión, carro, autobús o pasar caminando. No se puede transitar con esa facilidad a China.
Afinidad cultural.
Los mexicanos tenemos una relación de amor-odio con EEUU. Los políticos en su discurso acartonado no lo dicen, pero esa es la verdad. La mayor parte de la clase media-alta mexicana habla inglés porque sabe que el dominio del idioma inglés le brinda mayores oportunidades laborales. No se puede ni comparar el número de escuelas que imparten el idioma inglés en México con las que imparten el idioma chino. Ni de broma. Combinado con la cercanía geográfica, la afinidad cultural entre México y EEUU se expresa en cuestiones de la vida diaria, como la música que oyen los mexicanos, los programas de televisión que ven, la ropa que visten y los deportes que practican, además de las películas que admiran y las empresas en las que trabajan porque han invertido su dinero en México.
Valores democráticos.
La Constitución Mexicana es, en parte, un Frankenstein de la Constitución de los Estados Unidos. El sistema federal, la división de poderes (hoy inexistente en México), la organización de los tribunales, del Congreso y las facultades del ejecutivo, derivan de la Constitución de los Estados Unidos. No hay ninguna similitud en el sistema jurídico mexicano con el chino. Los mexicanos no desean ni merecen una dictadura comunista. Los valores de libertad personal y económica que vienen del sistema estadounidense son parte de la vida del mexicano y eso no puede sustituirse por la influencia de los chinos. Si no hay más empresas mexicanas, es porque la educación en México es presa de ideologías mediocres que limitan la virtud del emprendedor porque miran al emprendedor como un “rico potencial”, enemigo del pobre, que aporta los votos porque necesita las dádivas. Los mexicanos merecen recibir educación para ser empresarios y desarrollar su propio talento, no para unirse a la burocracia, ser parte de un sindicato, y hacer horas de antigüedad hasta que se puedan medio ganar una pensión.
Resolución de disputas.
Las grandes inversiones en México vienen de EEUU y no pueden sustituirse por las inversiones chinas. No se puede mágicamente hacer que los abogados, contadores y especialistas en comercio exterior de México que hoy hablan inglés, aprendan chino y valores culturales chinos para resolver disputas judiciales o arbitrales con empresas chinas. Es impráctico e inviable. Así de evidente como se ve, tristemente hay políticos mexicanos que en su ignorancia y reacción visceral miran con envidia y resentimiento a los EEUU, sin reflexionar en las profundas raíces que nos vinculan y que, si México hiciera su parte en desarrollar la educación de su población, fomentar su propia industria y resolver los problemas de violencia que aquejan a las personas, no tendría que estar ni reclamando ni dependiendo a un grado tan elevado de los EEUU, sino que México podría llegar a ser un socio paritario en lugar de ser la parte débil de la ecuación.
Diplomacia regional.
Los intereses de EEUU y México se entretejen en los aspectos diplomáticos regionales, desde la seguridad de nuestros países para evitar la internación de terroristas o pandilleros centroamericanos, hasta lograr un crecimiento sostenido y el aprovechamiento de tecnologías y recursos para el progreso común. México y China no tienen intereses regionales comunes por la enorme distancia que los separa. La diplomacia regional de China nada tiene que ver con México y nuestros gobernantes no pueden ser ajenos a ese hecho.
En fin, como podrá advertir el lector, a partir de la breve muestra de factores expuestos arriba, tenemos que enfocarnos en los EEUU y no en China para desarrollar a México. Vamos a resumir algunas conclusiones:
1.- Ya basta de explotar el resentimiento y el odio histórico. México tiene un territorio lleno de recursos y si no hemos sabido ni podido aprovecharlos para nuestro desarrollo, eso es culpa nuestra y no de los estadounidenses. Véase el desastre de PEMEX. Si el territorio que nos “quitaron” los EEUU estuviera en manos de México, no estaría tan desarrollado como lo tienen los EEUU. Seguramente estaría en condiciones de pobreza y subdesarrollo como está la mayor parte de nuestro país.
2.- Nuestra diplomacia debe enfocarse en trabajar más de la mano con EEUU y en dejar de estar “echando culpas”. Si las armas de EEUU llegan a México no es gratis. Llegan por el grado de corrupción que hay del lado mexicano de la frontera para dejarlas pasar. ¿Acaso no somos soberanos en el control de nuestras fronteras y “podemos” enfrentar las amenazas a la permanencia del estado mexicano y sus instituciones? Ya basta de decidir por envidia y con el estómago. Hay que pensar con la cabeza y sin enojos o frustraciones.
3.- Ojalá que nuestros políticos abandonen el rancio discurso cuasi comunista de “no querer ser peón del imperio”. Esas rancias arengas solo se las creen Taibo y el presidente del Senado mexicano. Merecemos un país moderno. Los mexicanos que están en EEUU son prueba de que nuestra población desea seguridad, empleos, prosperidad y bienes de consumo a buen precio. Todo lo cual no les ofrece el gobierno mexicano y tienen que buscarlo en EEUU. Ahí la prueba de que el “pueblo” quiere una vida mejor. Los que se quedan, no tienen opción y les toca mucho menos: pensiones y becas para medio subsistir.
¿Usted que piensa entonces? ¿Cambiamos a “los gringos” por los chinos?