Los positivos de la elección judicial

Autor Congresistas
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Óscar Negreta

Muchos medios de comunicación han criticado la elección popular del poder judicial por haber sido interpretada como una venganza personal del predecesor de la Presidenta Sheinbaum contra Norma Piña. 

En breve, el antecesor de la titular del poder ejecutivo quería concentrar todo el poder del estado, incluyendo los poderes independientes que funcionan como contrapesos entre sí, en sí mismo. No le alcanzó el sexenio para hacerlo y le dio la tarea a nuestra Presidenta.

El esquema ha sido criticado, pero fue exitoso. Y fue exitoso porque el pueblo teme dejar de recibir pensiones y becas, aunque con una economía tan debilitada, nadie sabe hasta cuándo ese esquema de repartir dinero para asegurar votos será sostenible. Entre tanto, se desmantela lo que se había construido por un tema de percepciones mezclado con realidades.

Por otro lado, los que más se han quejado de la reforma judicial, son los medios y los “intelectuales”; el pueblo no se ha quejado en su mayoría por una razón muy simple: La justicia no era cercana al pueblo. Magistrados, ministros y jueces se conducían como semidioses. Las críticas a la reforma judicial vienen de los mismos conductores, noticieros, “analistas” y programas. Es decir, los voceros del privilegio.

Con sueldos decorosos y respetables, pero no millonarios, muchas autoridades judiciales a lo largo del país se pavoneaban con autos de lujo, casas y estilos de vida más allá de sus ingresos oficiales. La gente los veía y los conocía. Los socios de grandes despachos de abogados, desayunaban, comían o cenaban con varios funcionarios judiciales para tratar y arreglar asuntos y, mientras tanto, el pueblo permanecía ignorante y sin educación. El antecesor de nuestra Presidenta aprovechó esta coyuntura de abuso y puso en marcha la maquinaria política del resentimiento para acumular todo el poder que tuvo y que le ha heredado.

Seamos transparentes, era imposible sacar citas, entrevistas, o simplemente tener acceso a esas autoridades judiciales, con asistentes y secretarias que se creían sus protectoras o madres, filtraban llamadas y solicitudes para que solo las personas recomendadas o con asuntos “chonchos” pudieran gozar de su presencia. El poder judicial era un olimpo al que pocos tenían acceso, lleno de mexicanos ensoberbecidos que utilizaban la jerga jurídica como una forma de distinguirse del lenguaje común del pueblo y no como una herramienta para impartir justicia imparcial, pronta y expedita. Era un nicho con grandes beneficios que se repartían entre amigos y familiares y que hacía sus propios negocios dentro de ese poder.

La sacudida al poder judicial es bienvenida por el pueblo. Tal vez no resuelva en el fondo el problema; tal vez al pueblo no le interese, y esto es porque el poder judicial nunca fue cercano al pueblo. Nunca hubo esfuerzos de ese poder para generar cercanía ni educación en la ciudadanía sobre la labor judicial y su relevancia social. Probablemente la mayor virtud de esta reforma es haber puesto al poder judicial en la agenda y el debate público, en la luz pública. De esta forma será mayor el escrutinio y el nivel de conocimiento social generalizado de ese poder. Tal vez en lo inmediato no se resuelvan los problemas de justicia en México, pero lo único cierto es que este fue un golpe para un grupo oligárquico que dará paso a uno nuevo.

Con este cambio, más o menos democrático, el pueblo habla al no haber repudiado la reforma. Los que se quejaron lo hicieron cobardemente, de forma tímida. Los que participaron lo hicieron activamente y para proteger sus intereses. No fue una elección ejemplar, pero en la vida hay que luchar por lo que se quiere y los opositores a la reforma se conformaron con salir a los medios, cómodamente, y no a las calles.  Parece que no aprendieron nada de como ganó sus espacios políticos la izquierda oficialista.

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