Clara Jusidman
La IV Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing marcó un cambio en la agenda de las mujeres al pasar de su demanda a ser incorporadas al desarrollo (educación, salud, trabajo) a la de acabar con las relaciones de subordinación y desigualdad respecto de los varones, a participar en los espacios de poder y a exigir que se reconociera que sus derechos también son derechos humanos.
Hace 30 años tuve la oportunidad de participar activamente en el proceso que llevó a México a definir su posición y en lograr que en la delegación participaran mujeres de distintos ámbitos de la actividad social y no sólo mujeres del ámbito político del PRI como había sucedido en las conferencias previas en Copenhaguen y Nairobi.
La IV Conferencia fue un intenso proceso y se dividió en dos etapas: los trabajos y reuniones preparatorias que iniciaron desde 1991 en Naciones Unidas, y posteriormente a nivel nacional y regional y la Conferencia misma que a su vez se dividió en dos foros: el oficial y el de las ONG.
Destacó a continuación algunos aspectos de esa excepcional experiencia.
Fue notable el interés y consistencia mostrada por el gobierno mexicano en manos del PRI, por llevar a cabo un trabajo cuidadoso, profesional, abierto y participativo con miras tanto a formular la posición de México ante la Conferencia, como a la integración de la delegación. El proceso se mantuvo en su calidad con dos presidentes, cuatro secretarios de gobernación, varios subsecretarios y dos directores del Consejo Nacional de Población (CONAPO) donde estaba radicado el trabajo nacional preparatorio en colaboración con la Secretaría de Relaciones Exteriores.
1994 el año previo, fue muy complicado en México con el levantamiento zapatista, la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), elecciones presidenciales, asesinato de dos prominentes políticos, crisis económica y cambio de gobierno.
Fui invitada a colaborar con Gloria Brasdefer, secretaria técnica del Comité Preparatorio y Aída González de Relaciones Exteriores, quienes habían colaborado con Pedro Ojeda Paullada en la organización de la Primera Conferencia Mundial de la Mujer de 1975, que tuvo lugar en México. Con Manuel Urbina, entonces director del CONAPO, logramos integrar en once comisiones temáticas a funcionarias, académicas y activista de las ONG, que para ese momento ya contaban con madurez y liderazgos destacados. Naciones Unidas estaba obligando a los gobiernos a integrar a representantes de las ONG en sus delegaciones a las conferencias mundiales.
Las once comisiones se volvieron espacios de encuentro, diálogo y construcción de consensos, donde se rompieron los aislamientos que prevalecían hasta entonces. Se produjeron once cuadernillos que le sirvieron a Relaciones Exteriores para definir la posición de México. Se convocó a una reflexión en campos que nunca habían sido revisados sobre la situación de las mujeres como el deporte, la cultura y el arte, las jóvenes, la pobreza, el acceso al poder, las mujeres indígenas.
En la integración de la delegación el gobierno incorporó a mujeres de los partidos políticos, representantes de la iglesia católica y del empresariado. No logramos encontrar quien representara a las mujeres obreras y empleadas. Los sindicatos al igual que las organizaciones empresariales seguían siendo cotos masculinos.
Para varios miembros del servicio exterior resultó difícil aceptar que la voz de las activistas ciudadanas fuera escuchada y que se integraran a las reuniones previas como las de Mar de Plata y Nueva York, y que formaran parte de la delegación a la Conferencia.
Es de reconocerse que fue el profesionalismos de las funcionarias de Relaciones Exteriores, de manera destacada de las embajadoras Olga Pellicer, Aida González, Patricia Espinoza y Yanerith Morgan, y de dos funcionarios del Consejo Nacional de Población, José Gómez de León y Rodolfo Tuirán (QEPD) que todo el trabajo de México en la Conferencia fuera muy organizado y que se hubiera evitado que nuestro país hiciera reservas a la Declaración y a la Plataforma de Acción de la Conferencia, como sucedió con otros países de la región que fueron sometidos por el Vaticano y cuyas delegaciones fueron incluso presididas por integrantes de grupos profamilia y provida.
Como jefa de la delegación en nuestro caso fue nombrada la Secretaria de Turismo que acudió a la inauguración de la Conferencia y al día siguiente se regresó a México.
El Vaticano monto una poderosa red de presión, espionaje y desinformación después de los ocurrido en la Conferencia de Población y Desarrollo de El Cairo donde se reconocieron los derechos reproductivos de las mujeres. Una de las representantes del Opus Dei incorporada en nuestra delegación, se dedicó a vigilarnos y a enviar noticias a México para desprestigiar nuestro trabajo. Cuando regresamos de Beijing nos esperaban muchos periodistas en el aeropuerto pues se había difundido que habíamos sido una delegación proabortista al firmar la Declaración y la Plataforma. Lamentablemente el gobierno mexicano no dio la cara por la delegación y tuvimos que defendernos solas.
El tamaño de la Conferencia, su realización y organización en dos sedes, una de las cuales era una ciudad nueva Huairou, construida específicamente para albergar a las participantes de las ONG, fueron sorprendentes. Los materiales preparados por Naciones Unidas para los debates y la organización del proceso fueron fundamentales para las discusiones y el éxito de la Conferencia.
Se consideraron doce áreas de preocupación como objeto de las discusiones y acuerdos. Algunas fueron pobreza, educación, salud, derechos humanos, economía, acceso al poder, violencia, mecanismos para el adelanto de las mujeres, mujeres en situaciones de conflictos, los derechos de las niñas.
Algunas instantáneas:
Fue notable que la perspectiva de género estaba iniciando y era desconocida para muchas de las personas participantes en la Conferencia. Tomó mucho tiempo su discusión y aceptación. Así como lLas igla idea de que había varias formas de familias y no sólo la nuclear. Las iglesias consideran hasta la fecha que la perspectiva de género significa aceptar la existencia otras identidades genéricas y han sido tenaces detractoras de su uso.
Otra cuestión que ocupó mucho tiempo fue la repetida exigencia de que en los documentos se nombraran e identificaran todas las condiciones en las que viven las mujeres. Las intervenciones para visibilizar a las mujeres migrantes, a las discapacitadas, a las mayores, a las que viven en comunidades rurales distantes, a las de los pueblos originarios, etc. fueron constantes.
En el área de economía el contenido destacaba los derechos de las mujeres pequeñas empresarias, incluso de las ubicadas en lo que se llamaba sector no estructurado (actualmente llamado informal) o a las que trabajaban sin pago en la agricultura. En cambio, el trabajo y la desigualdad en el trato de las obreras en las maquilas, situación que en ese momento era muy frecuente en Latinoamérica y el Caribe no fue considerada.
En el área de preocupación sobre las mujeres en conflictos pensé que en México nunca enfrentaríamos una violencia como la que estamos viviendo en donde los feminicidios empezaron a ser visibilizados desde finales de la década de los noventa del siglo pasado, y el comercio de seres humanos que afecta de manera especial a las mujeres, se convirtiera en una e los delitos más redituables de la delincuencia organizada, o que la violencia en la casa, el trabajo, el transporte, la espacios públicos alcanzara los niveles actuales. En esos años no se mencionaba la necesidad de paz en México.
En el área de mujeres y poder me tocó promover la participación de éstas con equidad en los puestos de mayor jerarquía de las instituciones de educación superior pues las rectorías y los comités que decidían sobre becas y reconocimientos estaban generalmente, ocupados por varones, inclusive ocurría en los puestos directivos en educación básica.
Me tocó participar y argumentar en favor de la valoración de los aportes de las mujeres en el trabajo doméstico y de cuidados en una comisión especial que se formó para el efecto. Esta estaba dominada por mujeres europeas, muy temerosas porque pensaban que sus esposos tendrían que pagarles por cocinar, tejer y sembrar hortalizas.
Impulsándome para argumentar estaba un grupo de mujeres caribeñas y de la India que no podían entrar al debate. Para ellas el reconocimiento del valor económico de su aporte por el trabajo doméstico les representaba ser respetadas y reconocidas en sus comunidades.
Dentro de la sala Sakiko Fukuda Parr, responsable en ese momento del Informe de Desarrollo Humano del PNUD, quien tampoco podía participar en las discusiones, y en particular, una italiana, apoyaban mis argumentos. Ganamos y en la Plataforma se incluyó de manera muy soterrada el tema, cito “la formulación de métodos para determinar su valor (del trabajo doméstico) en términos cuantitativos que permitan eventualmente la posibilidad de reflejar dicho valor en cuentas que puedan producirse por separado, aunque de manera coherente con las cuentas nacionales básica”
A partir de Beijing 95 los países iniciaron los trabajos para estimar el valor del aporte de las mujeres por su trabajo reproductivo en el Producto Interno Bruto.
Así lo hizo México creando un mecanismo especializado en las políticas públicas de género dirigido por Dulce María Sauri y enfatizando la producción de estadísticas por sexo.
También se empezaron a crear programas de investigación y formación especializados en los Centros de Educación Superior. El de la UNAM fue presidido por Graciela Hierro, destacada académica feminista. La presión de las integrantes de la delegación a Beijing fue fundamental para lograr esos primeros avances.
La historia del feminismo o del reconocimiento de los derechos de las mujeres se narra como olas. Hasta ahora se cuentan cuatro olas de avances y retrocesos en la historia moderna. Lo que está ocurriendo a partir del arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y del crecimiento de los partidos de extrema derecha en Europa cuya base electoral se finca en valores religiosos y en hombres que rechazan el empoderamiento de las mujeres, parecerían augurar que estamos en el riesgo de volver a un retroceso.
La IV Conferencia fue un parteaguas en la historia de los avances para la igualdad y el adelanto de las mujeres. La Plataforma de Acción sigue siendo un documento iluminador, visionario y vigente. Sin embargo en su concreción hay claroscuros y enormes diferencias entre países, sectores sociales y muy importante, entre las propias mujeres.