“La política no debe ser el arte de imponer,
sino el arte de construir acuerdos”
António Guterres, Secretario General de la ONU
Vivimos, lamentablemente, en una época marcada por la incertidumbre y el miedo.
A nivel internacional, vuelven a resonar con fuerza los tambores de guerra, particularmente tras la reciente intervención de Estados Unidos en el conflicto entre Israel e Irán.
La apuesta por imponer la paz mediante la fuerza nos sitúa en un escenario de alta tensión, cuyas consecuencias aún no alcanzamos a dimensionar.
No sabemos cuánto durará este conflicto ni hasta dónde podría extenderse, pero es evidente que sus repercusiones no se limitarán al Medio Oriente: el impacto será global.
En este contexto, pareciera que la humanidad ha olvidado el valor del diálogo.
Predomina la lógica de la confrontación, de destruir al adversario antes que buscar puntos de encuentro.
La política, tal como advierte António Guterres, no debe ser el arte de imponer, sino el arte de construir consensos. Hoy más que nunca, esa visión resulta indispensable.
La realidad interna tampoco ofrece señales alentadoras. En nuestro país, enfrentamos un modelo de gobierno cada vez más centralizado, donde el diálogo se reserva para los actores afines al poder, y las puertas se cierran a la pluralidad.
Sin embargo, ejercer el poder no debería significar excluir, sino integrar. Gobernar es, o debería ser, coordinar con los distintos sectores para avanzar en una agenda que atienda los temas cruciales para la sociedad.
Un conflicto bélico de esta magnitud tendrá efectos en múltiples planos, y nosotros no estaremos exentos. Particularmente en lo económico, enfrentaremos consecuencias: proyectos regionales podrían postergarse por no ser considerados prioritarios en medio de la crisis.
Surgen entonces preguntas inevitables:
¿Hasta dónde llegará este conflicto?
¿Reforzará aún más un sistema político cerrado al diálogo?
¿Cómo afectará la economía cotidiana de las personas?
¿Seguiremos creyendo que esta guerra nos es ajena, como si no pudiera alcanzarnos?
Por ahora, las respuestas son escasas. Pero todo indica que, en el mediano plazo, enfrentaremos una mayor inflación y una economía más incierta.
Los datos que presenta el gobierno sobre la situación nacional muchas veces no reflejan lo que realmente vive la ciudadanía.
Esta desconexión entre los discursos oficiales y la vida cotidiana es alarmante.
Ante un panorama internacional tan complejo, es urgente repensar nuestras estrategias, adaptarnos a las nuevas condiciones y, sobre todo, identificar oportunidades.
Si los gobernantes se concentran únicamente en preservar su poder, estarán condenados a una visión corta y limitada.
Lo que México necesita son liderazgos con sensibilidad, coraje y visión de futuro, capaces de articular un proyecto común desde el pluralismo y la corresponsabilidad.
Es tiempo de abandonar las recetas del pasado. Debemos abrir paso a un enfoque distinto: uno que priorice el diálogo, la inclusión y la construcción colectiva.
Los tiempos que vivimos no permiten la pasividad.
No podemos quedarnos al margen de los acontecimientos.
Debemos anticiparnos, actuar con visión, y construir juntos un proyecto de país que genere confianza, respeto y cohesión.
Ojalá no tengamos que lamentar, en el futuro, los costos de no haber actuado a tiempo.