Nos hemos acostumbrado a que el presidente López Obrador determine los temas de la conversación pública desde sus conferencias mañaneras. Un día sí y otro también nos comunica su interpretación del papel que han jugado o juegan distintos actores de la sociedad mexicana: las clases medias, los científicos, los intelectuales, los editorialistas, los maestros universitarios, el pueblo, los empresarios, los vecinos de la Colonia del Valle, así́ como las fuerzas armadas, las organizaciones de la sociedad civil, las universidades publicas, los organismos autónomos, el crimen organizado, entre otros.
La semana pasada abordó, lo que definió́ como “nuevos” derechos señalando que éstos fueron promovidos por el neoliberalismo para distraernos mientras se cometían múltiples abusos contra la humanidad.
Se refirió́ como tales a los derechos que defienden las feministas, los ecologistas, las organizaciones de derechos humanos y los que se interesan por la protección de los animales. Es decir, considera que la defensa de esos derechos pertenece a una ideología neoliberal y que son distractores respecto de los que considera son los verdaderos problemas del país.
De acuerdo a mi conocimiento en materia de derechos el reconocimiento de los derechos humanos tiene su origen en el siglo xviii en la Revolución Francesa cuando se promulgó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y se terminó con el régimen feudal y el absolutismo. Se sentaron las bases de la democracia bajo el lema de igualdad, libertad y fraternidad.
Un segundo momento importante para el reconocimiento de los derechos humanos, ocurrió́ en 1948 cuando la comunidad internacional adoptó la Declaración Universal en esa materia después de las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial donde murieron 47.1 millones de civiles en campos de exterminio y por bombardeos de ciudades y 19.6 millones de soldados (W. van Mourik, 1978).
En la Declaración se postula que toda persona tiene derecho a una vida digna e incluye derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales de todas las personas. Ya son más de 70 años que organismos y organizaciones internacionales, nacionales y locales han venido desarrollando y defendiendo los derechos humanos y su expresión en garantías, siendo los Estados firmantes de los instrumentos internacionales en la materia, los obligados a cumplirlas. A lo largo de esas siete décadas se ha creado en el mundo una gran capacidad para denunciar, acusar y avergonzar a todos aquellos países que violan los derechos humanos de sus poblaciones así́ como de aquellas que cruzan por sus territorios.
Por su parte los movimientos feministas y ecologistas son en la actualidad, los dos movimientos sociales más importantes en el mundo. Están integrados por millones de jóvenes que buscan cambios culturales profundos para terminar por una parte, con el sistema patriarcal que ha subordinado por siglos a la mitad de la humanidad compuesta por niñas y mujeres y por otra, para salvar al mundo del riesgo de extinción de la especie humana provocado por los abusos contra la naturaleza del capitalismo financiero y del socialismo de Estado, donde Estados Unidos y China producen el 43% del bióxido de carbono causante del cambio climático.
Respecto del movimiento feminista si bien las mujeres participaron en la Revolución Francesa sus derechos no fueron reconocidos por ésta. Olimpia de Gauge escribió́ en 1791 la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana ante la exclusión de esos derechos en la mencionada Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Fue la precursora del feminismo y murió en la guillotina. Han trascurrido casi tres siglos donde las mujeres han luchando por su acceso a la justicia y a la igualdad (1).
En nuestro país las mujeres y en particular las jóvenes, han vivido un incremento de las violencias feminicidas, del acoso y abuso sexual y de la violencia domestica, de la trata, del desplazamiento, de los homicidios o desapariciones de sus familiares o han sufrido violencia política. No encuentran en la administración actual una escucha, un eco, un entendimiento del sufrimiento, las violaciones y la muerte de miles de ellas, exacerbadas además por la pandemia que provocó un grave retroceso en sus derechos económicos y sociales, aumentó su carga de trabajo y les generó graves problemas de salud mental.
Por su parte, el ecologismo o el movimiento ambientalista surge a partir de la década de los años cincuenta del siglo pasado en respuesta a una serie de accidentes provocados por el acelerado desarrollo de la tecnología industrial. Organizaciones ambientalistas como The Nature Conservancy (TNC) activa desde 1951, Greenpeace a punto de cumplir cincuenta años y el Fondo Mundial para la Naturaleza fundado en 1961, operan a nivel mundial. En México desde los años setenta existe un movimiento ambientalista formado por activistas, científicos, intelectuales y artistas.
La COP26 celebrada en Glasgow en estos días con la presencia de 100 autoridades del más alto nivel de los países, pone en evidencia la gravedad de la situación climática del mundo y la importancia del trabajo del movimiento ambientalista que ha venido advirtiendo sobre los riesgos de una catástrofe ambiental.
Según las estimaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) difundidas en agosto pasado, a la humanidad le quedan unos 10 años para impedir un desastre climático global de consecuencias irreversibles e imprevisibles como consecuencia del aumento en las temperaturas del planeta, provocado por las actividades de los seres humanos.
Esperemos que las consecuencias sociales y económicas provocadas por la pandemia no se conviertan en un obstáculo para avanzar en los tan urgentes y necesarios cambios culturales promovidos por el feminismo, el ecologismo y la defensa de los derechos humanos.
1 “El feminismo es una teoría y practica política articulada por mujeres que tras analizar la realidad en la que viven toman conciencia de las discriminaciones que sufren por la única razón de ser mujeres y deciden organizarse para acabar con ellas, para cambiar la sociedad” (Nuria Varela, 2008).