Mientras más se acerca la elección de 2024, más se pierde la calma política y más se calientan los ánimos. Se pierde el piso y se revelan cosas porque se respira la desesperación en el ambiente.
Lo decía antes la oposición y lo confirmó el presidente: “cuando estaba Zaldívar… nosotros respetuosamente interveníamos… pensando en proteger a los ciudadanos contra el crimen…”
De lo dicho por el presidente, podemos concluir algunas cosas:
Primero. – El presidente vulnera la división de poderes tratando de intervenir en esferas constitucionales que no le corresponden.
Segundo. – El presidente no es abogado y sus intereses son políticos. Era de esperarse que hiciera intentos para controlar otros poderes, dada la débil naturaleza humana. Cuando alguien tiene poder, su deseo primigenio es conservarlo, aquí y en China. Ante esta situación, Zaldívar tenía la responsabilidad de acotarlo y de conducirse con independencia y dignidad. No lo hizo. Zaldívar se piensa un Maquiavelo y probablemente su apuesta era quedar bien con el presidente para obtener un buen puesto cuando Claudia Sheinbaum ganara la presidencia. No le salió la jugada, le quedó grande la toga y ahora trata de justificarse como puede, caminando con la cola entre las patas mientras escucha canciones de Taylor Swift.
Tercero. – Cuando el presidente dijo que intervenía pensando en proteger a los ciudadanos contra el crimen, nadie le creyó. Esto, porque la protección contra el crimen tiene que ocurrir en la arena de la política pública, en la prevención de las adicciones, la mejora de la educación pública, el acceso a oportunidades dignas de empleo, la convivencia en una sociedad organizada que valora el estado de derecho, la educación en la vida sin violencia, etcétera.
Cuarto. – Al presidente le preocupa la lealtad de sus cercanos más que cualquier otra cosa. La administración actual fracasa porque no tenía “cuadros” ni “fuerzas básicas” para ocupar puestos de alta responsabilidad. Con Morena llegaron los oportunistas que huyeron de otros partidos y no tenían bagaje académico o profesional sólido para aportar a esta administración. Piense el lector: ¿han mejorado los hospitales del sector salud? ¿se siente más seguro en su ciudad? ¿tiene mejores oportunidades de empleo? ¿sus hijos reciben mejor educación? ¿está en mejores circunstancias de servicio la infraestructura urbana? ¿le preocupa la disponibilidad del agua? ¿o su única satisfacción es que los ricos “pierden los privilegios que tenían”? La incompetencia en la administración pública es la regla general, ¿se enteró el lector que Emilio Lozoya salió de la cárcel?
En general, tenemos que ser honestos y aceptar el desencanto. Se perdieron oportunidades básicas y evidentes para mejorar la calidad de vida de la sociedad mexicana en todos los ámbitos. Solo el ejército salió ganador. Y la razón es que el presidente necesita tener al ejército de su lado en caso de que las elecciones de 2024 sean demasiado cerradas y el descontento y movilización social aumenten. Necesita el control incuestionable de la fuerza del estado, la amenaza latente.
En líneas pasadas hemos dicho que entendemos las razones electorales de la victoria del actual presidente. El PRI le aventó la presidencia en las manos, dada la corrupción sin precedentes en el gobierno de Enrique Pena Nieto. Generó descontento generalizado la corrupción y el despilfarro, así como la violencia generada por el crimen organizado. La actual administración generó expectativas de mejora, a través de políticas públicas distintas que atacaran las causas de la descomposición social, sin embargo, los recursos que podían haberse utilizado para ayudar a las personas en situación de pobreza a mejorar, se utilizaron en obras faraónicas que ya son un fracaso. Los pobres siguen siendo pobres, mal informados y dependientes de una dádiva electorera. Nadie quiere decirles que merecen más, que su dignidad los hace merecedores de gobiernos que coadyuven con su educación, su salud, su alimentación y su desarrollo. Más allá de odiar “la privatización” o a los “neoliberales”. Por ahora, basta con las becas que se traducen en votos. Para el gobierno, no merecen más.