Estamos viviendo claramente un cambio de época que está afectando profundamente nuestras vidas. Ha cambiado nuestras formas de convivir, trabajar, estudiar, producir, comprar, movilizarnos y consumir.
Esta situación y la pandemia que no termina, nos genera una gran incertidumbre. No tenemos certeza sobre nuestro futuro como jóvenes, adultos o personas mayores, mujeres u hombres.
Algunas de las preguntas que muchos y muchas nos hacemos son: ¿Cómo enfrentaremos nuestros problemas de salud si son graves o crónicos? ¿Cómo protegemos a nuestros hijos e hijas frente a la violencia criminal y el abuso en las redes sociales? ¿Podremos establecer una relación de pareja, tener hijos y mantener una familia? ¿Servirá en el futuro lo que estamos estudiando actualmente? ¿Encontraremos trabajo? ¿Vivimos en un lugar seguro frente a los riesgos climáticos? ¿Tendremos ingresos suficientes para una vejez prolongada y digna?
Lamentablemente buscamos repuestas y soluciones en las personas que detentan el poder político y por lo tanto, controlan nuestros recursos comunes y ejercen los Poderes del Estado. Queremos creer que ellos y ellas conocen y entienden nuestras preocupaciones y que van a hacer lo posible por solucionarlas utilizando eficaz y honestamente nuestros recursos presupuestales y capacidades institucionales. Sin embargo, lo que vemos en la arena política es una enconada lucha por acceder y mantener el poder ya sea por avaricia, dada la posibilidad de adquirir grandes riquezas, o por egolatría, porque piensan que sólo ellos y ellas son capaces de resolver los graves problemas que enfrentamos.
Lamentamos la ausencia de personas cuyo interés en acceder al poder político tenga origen en una auténtica preocupación por atender los dolores de la población, por construir propuestas consensuadas democráticamente que hagan el mejor uso posible de los recursos públicos en beneficio de todas las personas y especialmente, de aquéllas que enfrentan mayores dificultades para atender por sí mismas sus necesidades básicas: alimentación suficiente y segura, salud accesible y de calidad, educación, vivienda, seguridad pública.
Un enfoque de política gubernamental basado en derechos humanos obliga a que sea a esas personas a quienes los gobiernos provean lo necesario para hacer efectivos sus derechos económicos, sociales y culturales. Pero también deben apoyar, respetar y proteger a aquellas otras que pueden resolver sus necesidades de vida por sí mismas, para evitar que caigan en la pobreza como sucedió con muchas por los efectos económicos de la pandemia.
Hay derechos civiles y políticos que los gobiernos están obligados a respetar, proteger y garantizar relacionados con la seguridad, el acceso a la justicia, a las libertades, al ejercicio libre del voto, entre otros.
Frente a gobiernos autocráticos, el crecimiento del crimen organizado, el debilitamiento de las democracias y la guerra en Ucrania se observan grandes retrocesos en el mundo en los derechos civiles y políticos. Con la incontenible inflación, la ruptura de las cadenas mundiales de comercio y la pandemia, el hambre, la salud, la educación, también experimentan grandes impactos. Millones de niños, niñas y adolescentes han abandonado las escuelas. Las esperanzas de vida han retrocedido entre 2 y 4 años en los distintos países.
Estamos frente a una época en que requerimos de gobiernos que cuenten con las capacidades, los conocimientos y principalmente, el interés y el compromiso para enfrentar y paliar los efectos económicos, sociales y culturales negativos de más de dos años de pandemia, así como la expansión del crimen organizado y su creciente intervención en el ámbito político; que puedan vislumbrar y realizar los cambios necesarios para aminorar los efectos perjudiciales del cambio de época y potenciar los aportes positivos a fin de recuperar las condiciones de vida perdidas de la población.
La pandemia no ha sido sólo un bache en el camino que se compondrá con el tiempo. Ha dejado enormes lastres, gran destrucción, profundas pérdidas y duelos no cerrados.
Pero también requerimos tomar conciencia de que esperando solamente que los partidos, los políticos profesionales y los gobiernos respondan a nuestras inquietudes y problemas, que asuman las innumerables propuestas que están preparando grupos de expertos desesperados por la situación prevaleciente, continuaremos hundiéndonos en la incertidumbre y en una creciente normalización de la violencia.
Es fundamental que encontremos modalidades de diálogo, de pactos sociales y de acciones colaborativas entre población, organizaciones de la sociedad civil y empresas e incluso gobiernos locales, que nos permitan ir desarrollando alternativas sociales para enfrentar los graves problemas de acceso a servicios de salud, a educación de calidad, a alimentación suficiente y sana, a agua potable, a seguridad pública, entre otros.