El estado mexicano debe de trabajar para mejorar la educación de los mexicanos. Ese es el primer paso para tener un país más seguro, más próspero y más justo. La educación a la que me refiero no es técnica ni científica. Antes de llegar a la instrucción académica técnica, debemos transitar por la educación cívica basada en la tolerancia, el respeto mutuo, la nutrición y el cuidado a los animales y al medio ambiente. El objetivo debe ser fomentar la empatía humana y la comprensión de la necesidad de convivir pacíficamente. El cuidado de los animales y del medio ambiente no es un concepto etéreo ni ¨poco práctico¨. Es el principio del cambio de mentalidad que va de la malicia a la compasión. Y vaya que le hace falta a nuestro México violento cambiar de paradigmas.
Por años, el sistema educativo mexicano ha sido omiso en instruirnos en la necesidad de comprendernos mutuamente, tolerar nuestras diferencias, tratarnos con respeto y entender y aceptar a nuestro país como una patria multicultural donde los problemas deben resolverse a través del diálogo y del estado de derecho. La educación se ha basado en el resentimiento social y la envidia histórica. Se ha puesto a México como víctima, primero de los colonizadores europeos que se ¨robaron la plata¨, después de los Estados Unidos, que ¨despojaron¨ a México de más de la mitad de su territorio. Jamás se informa a los alumnos que las luchas internas por el poder entre mexicanos, llevaron a la desunión que permitió las intervenciones y victorias militares extranjeras contra nuestra nación.
Es decir, no nos enseñan a tomar responsabilidad por nuestros actos como nación y reconocer nuestros errores. Mejor dicho, nos enseñan a tomar el papel de víctimas que siempre culpan a alguien más de sus problemas. Y con esta actitud, por supuesto, los problemas nunca se resuelven porque siempre son responsabilidad de ¨alguien más¨.
Al no crear ciudadanos educados en las virtudes de la convivencia humana, el Estado mexicano generó ciudadanos ignorantes, apáticos a la vida política del país y propensos a resolver sus problemas a través de la violencia. Esta forma de actuar es consecuencia de la frustración contra un Estado de Derecho casi ausente, en el que las instituciones pueden doblegarse fácilmente con dinero o con el poder de las relaciones personales. También es consecuencia de la ignorancia, pues las personas más jóvenes no reciben en su educación información acerca de sus derechos constitucionales ni de las instituciones que existen para salvaguardarlos. Mucha gente no sabe con quién acudir para tutelar sus derechos. El estado es omiso en aspectos torales que se perciben como exclusivos de los abogados.
La negligencia de la educación es la base de la falta de Estado de Derecho en México. Los mexicanos no recibimos educación que ilustre a la base poblacional sobre la necesidad y la ventaja de tener un estado de derecho e instituciones sólidas e independientes. Todo el sistema está orientado, infelizmente, a un centralismo absolutista en el que hay una percepción de que una persona que preside la república puede resolver todos los problemas de forma mágico-religiosa. Al no percibir el Estado de Derecho como una necesidad social, los ciudadanos recurren, por supervivencia, a los instrumentos que tienen a su alcance, ya sea el cohecho, las influencias de las relaciones personales o la violencia, para resolver sus problemas.
Necesitamos ciudadanos con la decencia y el honor suficientes para sobreponerse al poder, al dinero y a las luchas de grupos. Necesitamos, sobre todo, mexicanos dispuestos a defender las diversas expresiones de México, como lo es el delicado equilibrio ecológico en la península de Yucatán. Necesitamos voces críticas y argumentativas que presionen a sus representantes populares para el estudio de nuestros problemas, su análisis y la creación y modificación de leyes para nuestro beneficio.
Es increíble que un país con la riqueza cultural e histórica de México se encuentre en la situación en la que está. Es decir, con instituciones públicas incapaces de proporcionar los elementos mínimos para considerar que un Estado lo es, a saber: seguridad pública, paz social, educación de calidad, servicios médicos de calidad, desarrollo económico sostenible basado en energías renovables, cooperación internacional por la paz, transición a economías y procesos digitales, compras y obras públicas creadas para la modernización y el beneficio colectivo, y muchos otros etcéteras.
Es triste que el debate nacional se centre siempre en pleitos entre políticos, en lugar de abordar los problemas torales del país, ya diagnosticados ad nauseam. La obra más emblemática de los problemas de México fue la publicada por el Colegio de México con ocasión del bicentenario de la independencia de la nación, titulada Los Grandes Problemas de México. Con análisis a fondo, esa obra debió ser la guía de las administraciones federales que han servido al país desde que se publicó, pero desafortunadamente no ha ocurrido así. Las noticias de los principales medios de comunicación se enfocan en declaraciones, dimes y diretes. Vivimos informados por el libro vaquero de la política.
Así pues, ante la mentalidad de depredadores medioambientales y sociales enfocados en el corto plazo, tenemos que preguntarnos ¿qué país va a quedar cuando las generaciones actuales ya no estemos? Para los que dicen amar a sus hijos, nietos, etcétera ¿qué país y qué mexicanos estarán a cargo de lo que queda de México? Tal vez los políticos actuales reúnan el dinero para vivir fuera de México o mandar a sus familias fuera de México cuando terminen sus periodos de ¨servicio¨. Pero para los que no tenemos esa opción, ¿cuándo y cómo vamos a cambiar a nuestro país?