La ansiedad, el desasosiego, la inquietud de nuestros días y la revolución tecnológica son una poderosa combinación que afecta la convivencia de las personas, el orden social y la manera de hacer y participar en política. Estos cambios rompieron el orden, el frágil equilibrio social. El primero, causado por la “economía líquida” (Bauman), aquella que desvanece toda certeza para el hombre común, es decir, un trabajo estable, ingresos seguros y suficientes, desmantela o debilita la seguridad social, como acceso a servicios de salud y de educación dignos, seguro de desempleo, pensión e invalidez. Ese mundo se fue al consagrar la libertad del capital, productividad y competitividad como los valores. El hombre hecho pieza desechable del engranaje económico. Me recuerda Tiempos Modernos de Chaplin.
Los temores ocasionados por la precariedad económica han encendido las alarmas biológicas de las personas y activado su instinto de sobrevivencia. Ante este peligro y la amenazas de perder estabilidad y estatus, el estado de ánimo social es dominado por el miedo, que se manifiesta como agresividad, irritación, intransigencia, intolerancia… también de solidaridad y empatía. Amor y odio. Afecto, pasión, apego; y rencor, antipatía y animadversión. Es así como se han puesto los sentimientos a flor de piel. Y la revolución tecnológica ha potenciado el poder de los sentimientos. Los likes y emoticones han construido sociedades de internautas que se identifican, se dan sentido de comunidad y pertenencia. Y creen dominar con emoticones ese mundo.
El mundo virtual se ha convertido en refugio de quienes comparten sentimientos. Articula sus identidades porque “sustituye el juicio por el prejuicio”, dice el consultor electoral Antoni Gutiérrez-Rubí, y sentencia: “Pensamos lo que sentimos” (Gestionar las emociones políticas). Ya decía Pascal: “El corazón tiene razones que la razón ignora”. Las razones del corazón son un lenguaje diferente que trasciende a las palabras cuando tocan la fibra de las emociones y llevan a la acción, mientras las razones llevan a conclusiones, según el neurólogo Donald Calne, al diferenciar el distintivo entre la razón y la emoción; por cierto una añeja polémica filosófica. El redescubrimiento de las emociones y su impacto en la gente, potenciado por las redes sociales, ha impulsado a ponerlas en el centro de la política y de las campañas electorales.
Las posibilidades que abren las tecnologías de la información para segmentar y virtualmente personalizar el mensaje, así como abatir los costos de las campañas electorales, favorecen que el debate y la comunicación política se trasladen a las redes sociales. Y, en particular, que en estos ámbitos reinen las emociones sobre las razones. El papel tan importante que juegan en la vida social hoy en día ha hecho que se recurra a las neurociencias y a la biología para comprender la función fundamental que tienen las emociones en el desarrollo de la razón. (En tanto, radio y TV tienden a perder protagonismo, al menos por ahora. La prensa escrita tal vez sea reservada para el análisis puntual y profundo). Esta es la propuesta que hace Antoni Gutiérrez-Rubí en su libro Gestionar las emociones políticas, que he citado en este espacio.
La neurociencia coloca a la poesía y al arte, a la risa y a la ironía, en el corazón de lo propiamente humano y en el arma más poderosa de la humanidad para enfrentar el determinismo que parece reducirnos a máquinas que hacemos siempre lo mismo (como revelan los algoritmos) y a reacciones neuroquímicas que echan por tierra el libre albedrío o capacidad para elegir a voluntad y libremente. Quizá ahora entendemos los límites de estos conceptos filosóficos, pero también los resquicios que nos libran de ser reducidos a meros zombis. Así, la Universidad de Bergen, Noruega, reunió en un estudio a un grupo de matemáticos y de psicólogos que demostraron empíricamente que la simetría y la claridad, que son lo que la conciencia humana concibe como hermoso y bello es lo verdadero. Belleza y verdad se hermanan (tomado del libro citado).
Octavio Paz decía que la poesía es otra forma de acercarnos a la verdad y el conocimiento. Hoy estas verdades son trasladadas al campo de la política para escapar de la tiranía y tratar de elaborar un programa político que hable a los sentimientos de las personas, que las emocione y las incite a la acción para salvar a la democracia y reformar el sistema económico y político, de manera que nuevamente el hombre y sus necesidades sean los ejes de la política. Escribe Antoni Gutiérrez-Rubí: “(…) Estamos en un momento altamente voluble e incierto. Entender las emociones profundas, comprender los miedos, atender las sensibilidades. No hay otro camino si se quiere que la política democrática pueda canalizar los humores sociales en objetivos políticos”.
El autor, quien asesoró a Gustavo Petro para que triunfara en las elecciones presidenciales de Colombia, analiza tanto el potencial de las redes sociales para favorecer el cambio como sus riesgos. Observa el like le gana la partida al think. La superabundancia de información propicia que nos ocupe con afán la búsqueda de la novedad al grado que dejamos de pensar para buscar. Es la mayor manifestación de la inmediatez. Por ello la reflexión sucumbe ante las reacciones. Y advierte un fenómeno que me parece fundamental para entender la profundidad de la transformación social en el que estamos inmersos: “(…) El gran cambio: la reputación se enfrenta al ranking digital como el gran ordenador del mérito o del conocimiento”. Influencers vs los expertos.
La devaluación del conocimiento frente a los mercadólogos. La tiranía del márquetin. Este nuevo régimen plantea desafíos sin paralelo a la democracia y a la vida civilizada. Ahora los influencers tienen el poder de cambiar la conversación social, el curso de la política y de los acontecimientos. He ahí la enorme importancia que tiene atender la indignación social contra el statu quo. En tanto, cabe que políticos y estudiosos democráticos aprendan a gestionar las emociones políticas para evitar el precipicio. Cuando la emoción de gusto y enojo, bueno y malo, sustituye a las relaciones causa-efecto, la manipulación de los sentimientos es el nuevo ordenador de la vida pública. Reinan capricho e impaciencia. Sociedad de infantes perennes: volubles y peligrosos.
El corto plazo y la inmediatez tienden a enceguecer e impedir la planeación y la acción política de mediano y largo plazo. Un desafío para la democracia y la vida misma del planeta, amenazada por el cambio climático. Si bien Gutiérrez-Rubí no se ocupa en este libro de entender y analizar las causas que hacen que los sentimientos de las personas estén a flor de piel (que desde mi perspectiva son la precariedad e inseguridad económica, como ha ocurrido en otras etapas de la historia humana), sí es una guía útil para que los políticos democráticos entiendan la importancia de considerar los sentimientos de la gente y comprendan sus motivaciones para guiar el cambio. Es un incentivo para analizar las causas del gran malestar de nuestros días.