La Corte en una nueva época

Autor Congresistas
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El interés público que despertó la elección entre los propios ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de la presidenta de un Poder del Estado capturó la atención de disantos sectores sociales, escapó de las fronteras de los gremios jurídico, de los litorales de las feministas y tristemente los espacios de la legalidad.

Todo bajo la luz, los brillos y entre los resquicios, los telones y dobleces de la opacidad en una suerte de liturgia de una tradición que prefigura al mismo tiempo las elevaciones y caídas que exhiben las costumbres de las ceremonias del poder.

No fue una elección como ej. resultado de una alineación celeste que provocó algún fenómeno astronómico. No se trató de la conjunción estelar que produjera que finamente una mujer tras 200 años resultara presidenta de nuestro máximo Tribunal sino como consecuencia de innumerables luchas por la justicia y su renovada defensa en un tejido de derechos.

Entre las mujeres la elección como presidente de la ministra Norma Lucía Piña Hernández no sólo se vive en el interior de del Palacio de Pino Suárez a la sombra de la escultura de Ignacio Luis Vallarta Ogazón y bajo los murales monumentales de Cauduro que nos enfrentan a la intensidad del dolor de la injusticia, como una fiesta de la esperanza sino como el triunfo de los derechos humanos.

Sin duda en una democracia naciente y frágil como la nuestra, se conjugaron múltiples eventos, innumerables obstáculos se han tenido que vencer y sobre todo cuando una serie de factores se mezclan sosteniendo el delicado equilibrio de un régimen de división de Poderes que exige del fortalecimiento y consolidación de los valores de la justicia y de la democracia frente a las tentaciones de la concentración del poder público.

Una serie de elementos han hecho de la elección como presidenta de la ministra Piña Hernández un suceso histórico, inédito, dramático, singular, trágico, satírico e incluso epopéyico. Tiempos de cambios, de círculos de violencia y en espirales de desencanto asume la Presidencia una mujer que emerge de ese mismo Poder que se ha sostenido como el del balance en un horizonte de desigualdad e injusticia como una fresca bocanada de aire.

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Ha sido una elección concentrada al interior, entre ministros y ministras como mandata la Constitución, pero no carente de presiones externas e internas que se sucede de principios, convicciones e intereses y que se expresan en un contexto que ofrece señales suficientes de que la autonomía es un bien y una dignidad jurídica y democrática a proteger.

Y es que no sólo llega una mujer a la presidencia del Poder Judicial, con el impulso de una estela de sueños y principios de la tradición republicana, ocurre vinculada al perfil de una mujer académica, maestra, defensora, jueza, de larga carrera judicial que conoce minuciosamente todas las arterias y arte de los circuitos de la justicia y consolidación como un Poder de tres de los Poderes del Estado mexicano.

En 20 minutos y tres rondas, transcurre una votación decisiva por un voto. Se vive una elección en la que no faltan tensiones ni emoción, expectativas y el compromiso con la justicia y la autonomía, pertrechados en la Constitución de ministros, ministras, consejeros, consejeras magistrados, magistradas, jueces, juezas, secretarios, secretarias, todo el territorio del Poder Judicial de la Federación (PJF).

Como el respiró de una nueva época, escalan con solemnidad y esperanza las primeras palabras como presidenta de la Corte de Norma Lucía Piña Hernández.

“Triunfa quien consigue la victoria. Victorioso quien obtiene superioridad o ventaja del contrario. Ni victoriosa, ni triunfante”.

Ministra Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

“Hoy me dirijo a ustedes honrada, comprometida, responsabilizada, obligada, jurídica, y moralmente a representarlos. A representar al Poder Judicial de la Federación con convicción y entrega, con pasión y honestidad. Como lo he intentado hacer los últimos 34 anos de mi vida al interior de esta gran institución a la que tanto le debo y que tanto quiero”.

Ministra Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

Si estoy pronunciando estas palabras, es porque la mayoría de mis compañeras y compañeros me honraron con su voto. Depositaron en mí su confianza, sus anhelos, también sus inquietudes de cómo se debe guiar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al Consejo de la Judicatura Federal, por el camino que nos marca nuestra Constitución; que nos exige nuestra democracia constitucional.

Entiendo que, además, se trata de convicciones compartidas. Que definen nuestras decisiones como juzgadoras y juzgadores. La encomienda es compleja, pero sé que contaré con ese anclaje común. El trayecto es viable. Arribaremos a buen puerto”.

Sin embargo, tengo y tendré́ siempre muy presente que el resultado es producto de un arduo proceso al interior de este colegiado, espejo de la complejidad nacional y consecuentemente, institucional que estamos viviendo; electores y candidatos analizamos muy diversos escenarios partiendo de nuestras convicciones y prioridades institucionales; transitamos de buscar ser elegidos a decidir a quién elegir; el panorama ha sido incierto hasta el último momento; la incertidumbre es un presupuesto de la libertad, dialogamos, discrepamos, construimos, finalmente, decidimos.

Y como sucede cuando votamos un proyecto de sentencia, en esta decisión también hay reservas en las consideraciones derivadas de nuestra pluralidad, pluralidad que representa, sin duda alguna, una de las grandes riquezas de este órgano colegiado, y como también sucede en nuestra labor jurisdiccional, la decisión no remite a una concepción personal, sino a un proyecto, siempre perfectible del Poder Judicial Federal que habremos de construir todos juntos”.

En el Zócalo, separados por una sola, estrecha y transitada calle, dos Palacio, uno el Judicial y el del Poder Ejecutivo, nos anuncian una nueva conversación que se renueva conteniendo como eje la Constitución de los Estado Unidos Mexicanos y la democracia como el espejo de la pluralidad.

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