Muchos hijos, pobreza y degradación ambiental.

Autor Congresistas
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Mesa de redacción

La sociedad mexicana está viviendo una transformación social y demográfica más importante que la supuesta transformación del sistema político. Se trata de la transformación en la estructura familiar para reducir el uso excesivo de recursos naturales, mejorar la calidad de vida de las personas y darles mejores oportunidades a las generaciones futuras.

Por muchos años México fue (y ha sido, aunque actualmente en menor medida) presa de la ideología religiosa y de la manipulación política.  Los medios y los grupos dominantes hacían mercadotecnia de las ventajas de las “familias grandes” como el supuesto logro más importante de la vida. Se destacaban en comerciales y escuelas las virtudes de grandes familias llenas de risas, abrazos y alegrías en reuniones y festividades familiares. 

Sin embargo, ese ilusorio escenario parecía atractivo para el “legado” de los padres, pero tenía un costo muy excesivo. A cambio de una festiva navidad, el resto del año estaba lleno de esfuerzos, sacrificios, carencias, privaciones y faltas al derecho a la intimidad y a la privacidad de espacios personales básicos. Inclusive, estos esquemas favorecían al patriarcado con frases como: “hija saltada, hija quedada” (como si la única alternativa de éxito en la vida de las mujeres fuera el matrimonio); o la concepción pueblerina de que “la hija más joven” se quedaba en casa a cuidar de los padres. 

Para buena suerte de los adultos más jóvenes, la exposición a medios masivos de comunicación distintos de los conservadores nacionales trajo consigo nuevas posibilidades de éxito y satisfacción en la vida adulta, mas allá de llenarse de hijos sin control. Las principales ganadoras han sido las mujeres, quienes hoy pueden aspirar a carreras profesionales exitosas sin tener la presión social de ser madres. También ha ganado la comunidad LGBT, porque anteriormente tenían la presión de ser padres y no ser ellos mismos, por lo que algunos se veían forzados a crear familias de cascarón para conservar sus trabajos y evitar el escarnio social. Ha ganado el medio ambiente, porque al haber menos personas, se consumen menos recursos naturales, se renuevan los existentes y existe menos demanda por el cambio de suelos forestales a suelos de ganadería o agricultura.

También han ganado las parejas jóvenes, quienes ya no tienen que “cumplir” el molde de ser únicamente padres. Las parejas jóvenes sin hijos o con un solo hijo, tienen la posibilidad de viajar, subir en la escalera social y, con ambos padres teniendo empleo, pueden adquirir bienes y servicios de mejor calidad y pueden darle mejor educación, calidad de vida y aspiraciones a la siguiente generación.

Han ganado también las mascotas, pues ha mejorado la cultura social del cuidado a los animales de compañía, brindándoles el amor, la atención y los cuidados que merecen como compañeros de vida.

En generaciones mexicanas anteriores, el llenarse de hijos tenía tres razones principales: religiosas, de “legado” (machista) del patriarcado y/o de mano de obra para contribuir a las necesidades de la familia.

Afortunadamente, hoy muchos mexicanos se han dado cuenta, que una pareja educada y con ambos miembros trabajando, tiene mejores posibilidades de tener un futuro que no esté plagado de ideología de aceptación del sufrimiento y el sacrificio como algo inevitable. Parejas jóvenes con trabajo y educación, pueden aspirar a un mejor futuro, ya que aporta más a la economía el trabajo de personas educadas y con capacidad técnica de contribución a la sociedad, que el trabajo en bloque de personas sin educación que solo tienen su fuerza física para aportar. Es decir, hay mayores posibilidades de que un número menor de personas educadas generen empresas, empleos y prosperidad, que el beneficio económico que pueden generar más personas con menor educación cuya única aportación a la economía es la fuerza de trabajo.

En un contexto en el que la tecnología, la robótica y la inteligencia artificial se combinan para transformar el mercado laboral, nos encontramos en una coyuntura en la que muchos trabajos que existen hoy, tal vez no existan mañana para ser sustituidos por la revolución tecnológica e informática. Por esta razón, es imprescindible que las familias consideren tener un hijo o dos como máximo, para darles mejor calidad de vida, educación y posibilidades de éxito. De nada servirá un ejército de hijos sin educación ni desarrollo académico en un mundo más competitivo donde se requiere más calidad que cantidad. 

Desde el punto de vista económico, como ya se mencionó, es importante reiterar que tienen más capacidad de crear riqueza y mejorar la economía un número menor de personas educadas que un número mayor de personas con solo su fuerza física de trabajo. Las parejas jóvenes se han dado cuenta de esto y, al no tener ya la presión religiosa o social que sí tuvieron generaciones previas, son capaces de tomar decisiones más libres y menos basadas en la inercia cultural, sino más bien en sus propias aspiraciones y planeación racional y realista de su futuro y el futuro de su progenie.

Ante los recursos y espacios naturales cada vez más escasos, la competencia por la prevalencia social y la movilidad es cada vez más difícil. Es responsabilidad de los padres tener menos hijos y darles mejores oportunidades y posibilidades, tanto de educación como patrimoniales, ya que una pareja con un hijo puede heredar a su hijo un patrimonio sólido y coadyuvar a su mejor posición económica, en lugar de tener 4 o 5 hijos y dejarles una pseudo riqueza pulverizada e ilusoria.

Como ya lo decía el Consejo Nacional de Población en los años 90s para mejorar la educación y situación económica de las nuevas generaciones de mexicanos: “planifica, es cuestión que querer”. Así, con menos hijos, no habrá niños en descuido que sean presa de las pandillas, la miseria o el crimen organizado.

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