Tratar de realizar una aproximación al futuro de las organizaciones de la sociedad civil (OSC) en un contexto de cambio de época como el que estamos viviendo, resulta un ejercicio complejo y lleno de incertidumbres, especialmente para un país como México. Significa reconocer los impactos que han ocurrido y seguirán haciéndolo en la vida, permanencia y transformación del heterogéneo sector de organizaciones civiles mexicano, en los ámbitos tanto políticos, como sociales, económicos y culturales.
Asimismo, la pandemia que no termina tuvo un efecto acelerador en la modificación de modelos y herramientas de trabajo y en las posibilidades de interacción con otras organizaciones, con instituciones de gobierno y con las personas y comunidades atendidas.
Destaco en este artículo tres temas que considero relevantes para el futuro de las OSC.[1]
Situación y futuro en el ámbito político
Es posible afirmar que las políticas del actual gobierno federal hacia las organizaciones en general, y hacia la participación organizada de la población en defensa y representación de sus intereses, es un atentado a la democracia y a los derechos de ciudadanía. Se impide que las personas y los distintos colectivos puedan manifestarse y participar en las decisiones de política que les afectan, en el destino y uso de los recursos públicos e incluso, formar parte de la administración pública. La esperanza era que, en esta administración, hubiera una mayor capacidad de escucha y, por lo tanto, de participación de la ciudadanía.
La persecución que están experimentando las OSC en la actualidad no tiene precedente en los cincuenta años de florecimiento de organizaciones de este tipo en México. Si bien estas fueron creándose a contrapelo y a pesar de los gobiernos priistas, las mayores agresiones que llegaron a sufrir consistieron en vigilancia y amenazas a sus liderazgos y asaltos a sus sedes para robar archivos y equipos, lo que generalmente aumentaba, en época de elecciones.
En la actual administración federal, contraviniendo el marco legal que ordena y fomenta sus actividades, las instituciones de gobierno tienen prohibido asignar recursos públicos a proyectos de OSC, incluso, aquellos que el Congreso ya había aprobado para 2019. Esto ha afectado, en particular, a pequeñas organizaciones que operaban proyectos en el territorio y que dependían totalmente de fondos públicos. La cancelación de los recursos federales las ha obligado a cerrar, a acudir a los escasos recursos de gobiernos estatales y municipales o a ofrecer sus apoyos tales como asesoría jurídica, apoyo sicológico, orientación productiva y de organización, de manera individual por aquellos que fueran sus integrantes.
Otras organizaciones tienen la oportunidad de obtener recursos de agencias y organizaciones del exterior, lo que en ocasiones las obliga a cambiar sus prioridades, para atender las agendas de interés de las financiadoras. Esta puede ser una tendencia que desvíe el trabajo de las OSC en temas de interés local y nacional, como en su momento llegó a ocurrir a principios de este siglo, con la cancelación de recursos externos para apoyar proyectos en materia de democracia. Ello limitó casi totalmente la consolidación de organizaciones vinculadas a ese tema y a lo electoral.
Así también, se encuentran cancelados o funcionan de manera precaria los espacios que se fueron creando como consejos y comités para la participación de representantes de sociedad civil en materia de políticas y programas de gobierno. Los programas de su interés particular como lo fueron los nacionales de derechos humanos y las mesas de seguimiento sobre su cumplimiento, están paralizadas o ni siquiera han sido convocadas, como lo están los espacios para promover la creación y la agenda del Sistema Anticorrupción.
Incluso la participación de representantes auténticos de las OSC en los mecanismos de consulta que derivan de la Ley Federal de Fomento de las Actividades Realizadas por Organizaciones de la Sociedad Civil (LFFAROSC), se ha visto minimizada y obstruida.
El Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL) que manejaba un fondo de coinversión para apoyar proyectos evaluados y transparentes de las OSC, llevaba el registro obligatorio de organizaciones para obtener la CLUNI y promovía cursos, encuentros y conferencias a fin de profesionalizar y potenciar el trabajo de las organizaciones, fue convertido en una pequeña Dirección, sin poder alguno, de la Secretaría de Bienestar.
Por último en este ámbito político, el acoso del SAT en materia impositiva y en relación con la figura fiscal y los registros que deben adoptar obligatoriamente las OSC, volvió a colocar en la mesa viejas posturas de control y llevó a crear varios frente de defensa de las organizaciones para hacer entender a las autoridades fiscales que se trata de organizaciones que operan sin fines de lucro y que ya existen mecanismos y plataformas en donde están obligadas a rendir cuentas y ser transparentes, como la del propio registro de la CLUNI y las que implementa el SAT para las donatarias.
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El ambiente es hostil a organizaciones que se dedican a defender derechos humanos, derechos de las mujeres y de diversos grupos poblacionales discriminados o violentados; derechos de la naturaleza; o que procuran brindar capacitación e información para el desarrollo de ciudadanía y del tejido social; que someten a escrutinio la legalidad de las actividades de empresas, gobiernos e instituciones privadas; que informan a la población o que le brindan directamente servicios de defensoría jurídica, asesoría técnica y servicios en salud, educación, salud mental. Incluye a todas aquellas que realizan directamente actividades de asistencia social a grupos de población en condiciones de vulnerabilidad.
Esta situación desalienta la institucionalización y profesionalización del sector de OSC en lo que tanto se había avanzado en los primeros años de este siglo.
Aunque nunca ha llegado a representar un número cercano al que se observa en otros países de América Latina, la figura de organización de la sociedad civil ha venido siendo abusada para encubrir organizaciones creadas por los partidos e intereses políticos a fin de allegarse recursos económicos o por organizaciones que en realidad brindan consultorías a empresas o representan intereses de éstas. También los gobiernos han hecho uso de esa figura para transferir recursos a instituciones como la Comisión Nacional del Deporte (CONADE) y el Instituto Nacional de Educación de Adultos (INEA) o para apoyar proyectos privados como los casos de Fundación Azteca y de la “Ciudad de las Ideas” que fuera manejada por Andrés Roemer. Estas anomalías son fácilmente detectables y posibles de eliminar con los diversos registros disponibles.
El riesgo que se corre a futuro es que este ambiente hostil hacia las OSC se profundice, se les impida recurrir a fondos alternativos, se les imponga una condición fiscal que imposibilite su operación, se les obligue a registros y entrega de informes más engorrosos de los que ya entregan, frente a amenazas de multas e incluso, se proceda a cancelar de manera autoritaria sus actividades como ha sucedido en países como Hungría, Nicaragua y Rusia.
Cambio tecnológico y cultural
Ahora bien, estamos claramente ante un cambio de época de gran profundidad a nivel global, debido a las revoluciones digitales y de inteligencia artificial que están trastocando la vida. Cambian las formas y posibilidades de acceder al conocimiento y a la información lo cual impacta los modelos tradicionales de educación y de comunicación; en el campo de la salud existen avances acelerados que determinan formas de acceso y atención radicalmente distintos a los hasta ahora tradicionales; el manejo de macrobases de datos modifica los recursos y formas de investigación; la incidencia en el contenido, las modalidades y los tipos de trabajo afectan los usos del tiempo de las personas.
Son solo cuatro campos relacionados con la existencia, intereses y modalidades de actuación y trabajo de las OSC que hacen pensar que las del futuro serán muy distintas a las organizaciones actuales.
Hasta hace cinco años, el uso del Internet por las OSC se limitaba a sus necesidades internas de administración y de manejo de datos. Con los confinamientos derivados de la pandemia, el uso de plataformas para tener interacción con otras organizaciones, con los equipos de trabajo propios, con la ciudadanía en general, se transformó y amplió. Así también condujo a un cambio generacional de liderazgos y de agendas de interés.
El uso experto de redes sociales se convirtió en un instrumento de trabajo y difusión de enorme utilidad y surgieron organizaciones cuyas herramientas fundamentales de trabajo son las plataformas, la inteligencia artificial para el procesamiento de información, la vigilancia del desempeño de empresas y gobiernos y la protección de los derechos digitales de la población.
Sin embargo, esto cambia uno de los valores fundamentales en la constitución de organizaciones civiles: la posibilidad del encuentro personal, de la conversación, de intercambio de información y de saberes, de la generación de empatía y solidaridad con las poblaciones a las que se apoya, brinda servicios, capacita e informa. Hay una despersonalización creciente y altamente riesgosa del trato personal.
El uso eficiente del tiempo en medios digitales, limita la conversación informal que desarrolla cercanía, comunidad y sentido de pertenencia. Además, el uso creciente de las nuevas tecnologías contribuye a profundizar la brecha generacional entre los activistas civiles. Las organizaciones con viejos liderazgos carismáticos, respecto de las de líderes de una generación intermedia y especialmente, en relación con las organizaciones de jóvenes. Los temas e intereses son cada vez más diversos. Las posibilidades de confluencia y construcción de agendas comunes, en temas sociales cruciales, se dificultan más.
En sentido positivo, las redes de organizaciones se facilitan más y, por lo tanto, es más fácil convocar al apoyo de desplegados, posicionamientos, litigios, amparos, así como a proyectos colaborativos.
Las diferencias entre las distintas organizaciones
Finalmente, un último tema que genera incertidumbre hacia el futuro de las OSC, refiere a las diferencias de las formas de actuación y de los intereses de las organizaciones y si desaparecerá la centralidad que en algún momento tuvo, el incidir en la actuación de las instituciones públicas. Las juventudes parecen desconfiar cada vez más de estas en general.
Las colectivas de mujeres jóvenes, hartas de que sus derechos sean relegados, se manifiestan con mayor violencia; no esperan reacciones de las instituciones y cambios de políticas, sino que acompañan personalmente y protegen a otras mujeres de las agresiones y de la violencia de que son objeto en la comunidad. Muchos jóvenes están trabajando directamente en el territorio en acciones de defensa del impacto del extractivismo en las comunidades, en la protección de la naturaleza, en la promoción de economía social y solidaria, en el acompañamiento y protección de las poblaciones migrantes y desplazadas o en investigación y denuncia de las redes de trata y de pornografía infantil, como ejemplos.
La complejidad creciente de los problemas sociales del país, la violencia crónica resultante de la colusión y corrupción cada vez más evidente entre políticos, servidores públicos, fuerzas de seguridad, empresarios y delincuencia y que consiste en la explotación, maltrato, desaparición, muerte, despojo, extorsión y trata de personas, están llevando al desarrollo de mecanismos sociales de defensa. Ello frente a poderes del estado que son omisos y no asumen sus responsabilidades de provisión al menos, de servicios sociales, de seguridad pública, de acceso a la justicia y de legislación e instituciones que regulen las relaciones sociales y económicas en el país.
La pregunta que personalmente me hago es si lograremos salir del precipicio en que estamos cayendo y qué papel podría jugar el activismo cívico ciudadano para lograrlo.
Notas:
[1] Agradezco a las y los integrantes de OSC que me aportaron sus reflexiones respondiendo un breve cuestionario que les hice llegar. Recojo sólo algunas de sus observaciones dadas las limitaciones de espacio.