El pilar que sostiene al estado de derecho es la Constitución. Los poderes públicos tienen que cumplir con lo que la Constitución manda y las personas que detentan los puestos de mando de los poderes públicos tienen que estar convencidos y comprometidos con el texto constitucional, porque la norma suprema contiene la forma de organización y funcionamiento del estado mexicano. Si no hay madurez y sensatez en el servidor público, la mejor constitución fracasará sonoramente.
De los tres poderes públicos tradicionales, el Poder Legislativo es el que tiene mayor representatividad, pluralidad y transparencia. Por tanto, el Poder Legislativo, es el más democrático de los tres.
El Ejecutivo es unipersonal y los procesos de decisión del Ejecutivo vienen del presidente de forma directa y absoluta. Desgraciadamente, en muchos casos, los miembros del gabinete son una extensión humana –a veces casi innecesaria– del poder presidencial. Por ejemplo, los puestos que requieren alta especialización, se detentan por personas que no la tienen, como el recién nombrado embajador de México en Rusia, Eduardo Villegas Megías, que no tiene mayor mérito personal que las amistades adecuadas para el puesto.
El ejemplo anterior es relevante porque las decisiones del Ejecutivo no tienen más proceso que la unilateralidad. En el Legislativo tenemos representantes populares en dos cámaras de diversos perfiles, lugares de origen, experiencia y capacidad, cuyas decisiones se basan en el diálogo parlamentario, el debate y la votación. Cuando menos, con el Legislativo sabemos cómo ocurren los procesos de decisión y sabemos que se votan y deciden por mayoría. Esa es la esencia de la democracia. El debate abierto, la libre expresión de las ideas y la negociación en el mejor interés del pueblo. Al menos a nivel teórico.
En el propio caso de Villegas, sabemos quiénes votaron a favor de su designación como embajador, quiénes en contra y por qué. Es decir, aunque la mayoría se impuso en el Senado, al menos la ciudadanía pudo escuchar voces y razones detrás de los votos de ratificación u oposición, y ese ejercicio en sí mismo debe dejarle aprendizaje a la ciudadanía. Es decir, tener la capacidad de escuchar argumentos a favor y en contra para construir su propio criterio y reflexión tanto del proceso como de los resultados.
El Legislativo tiene a su disposición cursos, capacitaciones, y otras herramientas de educación e inducción a la actividad y responsabilidad parlamentaria. Y la educación continua del Legislativo debe seguirse fortaleciendo. Y, aunque en ocasiones es lastimoso y penoso ver legisladores insultándose, gritándose y humillándose sin decoro ni respeto a la soberanía legislativa, por suerte esos episodios son escasos y casi siempre en tiempos políticos. El punto importante es que mientras exista debate y votación, habrá posibilidad de plantear y discutir ideas con base en datos, argumentos, hechos, análisis y estudios, y no con base en insultos.
El Legislativo tiene muchas posibilidades de estudio y análisis de fenómenos sociales para la implementación de leyes y la revisión de políticas públicas a través de asesores, trabajos de análisis especializados encargados a particulares, etcétera. El Ejecutivo tiene una arquitectura burocrática en la que los puestos, por lo general, se reparten con base en la confianza y los grupos políticos y no necesariamente en base a capacidad técnica objetiva.
Ante lo dicho, el fortalecimiento de la independencia del Poder Legislativo implica el fortalecimiento de la democracia. La reflexión gira en torno a los pleitos entre los partidos políticos para elegir a sus candidatos a cualquiera de las cámaras. Pero ya que los partidos políticos son institutos ciudadanos, dependerá de los ciudadanos el involucramiento y la calidad democrática de sus candidatos.
Otro punto importante es la prensa. Por lo general, la prensa analiza los problemas del país y critica al Ejecutivo por la forma en que implementa su plan de gobierno, suponiendo que existe un plan de gobierno con métricas sólidas y revisables. En consecuencia, el Ejecutivo puede analizar los argumentos de la prensa y tratar de integrarlos a su plan de trabajo para mejorar los resultados o la percepción de estos, o bien, puede engancharse en el círculo vicioso de la confrontación y la necedad. El Legislativo no es, por lo general, un Poder que sea objeto de la crítica diaria de la prensa, pero al estar al tanto de los puntos críticos de la prensa y la sociedad civil a las políticas públicas del Ejecutivo, estas críticas le permiten al Legislativo enriquecer perspectivas y retomar las inquietudes y preocupaciones de la sociedad civil a su agenda de trabajo.
Aunque todavía estamos lejos de la madurez institucional en México, un Poder Legislativo plural es un buen inicio. Observamos en ocasiones, por lo reciente de la memoria de la guerra fría, legisladores que imitan y tratan de ser y parecerse a Fidel Castro, otros que no se preparan para sus intervenciones, otros más o menos elocuentes, y otros que sólo están dispuestos a votar en el sentido que ordene su grupo político, pase lo que pase. Con todo esto, debemos aceptar que el proceso de evolución es doloroso y necesario, pero debemos continuar de igual forma tratando de profesionalizar a este Poder.
En breve, la responsabilidad del Poder Legislativo es única entre los tres poderes, por representar al poder que limita –con la creación de leyes– las actuaciones de los otros poderes. Con pluralidad, debate y representatividad, el Poder Legislativo debe analizar los fenómenos sociales, allegarse de opiniones expertas y crear leyes para limitar las tentaciones del ejercicio del poder presidencial absoluto, que, en México y Latinoamérica, tiene mucho camino que recorrer para llegar al punto de la madurez institucional-política y alejarse de las luchas de pequeños estamentos o ¨tribus¨ sedientas de poder.