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Entre cifras y pasillos vacíos: la deuda de la salud en México.

En su primer informe de gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum dedicó buena parte del discurso a la salud. Habló con énfasis de logros que, sobre el papel, parecen contundentes: un abasto de medicamentos cercano al 90 %, la inauguración de 15 hospitales y la promesa de abrir 16 más antes de que termine el año, así como el programa Salud Casa por Casa, con 2.2 millones de consultas realizadas a adultos mayores y personas con discapacidad. A ello sumó la adquisición del 96 % de los insumos necesarios para el sistema de salud.

El mensaje buscó transmitir una idea de avance hacia la universalidad del bienestar. Sin embargo, las cifras esconden sus propios matices. El gasto real en salud para 2025 cayó en un 12 % respecto al año anterior, y en el primer semestre de 2025 hubo una reducción del 8 % frente al mismo periodo de 2024. Con menos recursos, el discurso oficial asegura haber logrado más. La lógica política es optimista; la vida cotidiana, mucho menos.

Porque mientras las gráficas muestran logros, los pasillos del IMSS y del ISSSTE siguen contando otra historia: la de mujeres que esperan semanas por una cita, niños que aún carecen de vacunas —como lo revela el reciente déficit en la cobertura de BCG contra la tuberculosis— o pacientes crónicos que deben comprar de su bolsillo medicamentos que en teoría son gratuitos.

El contraste entre cifras y realidad se vuelve más evidente si se considera que México arrastra 48 muertes por tos ferina en menores de un año en 2025, además de más de 500 casos confirmados de sarampión y rubéola. ¿Dónde queda, entonces, la promesa de un sistema robusto y preventivo?

La presidenta tiene razón en una idea central: la salud es el corazón de la justicia social. Pero esa justicia no puede medirse solo en porcentajes de abasto o en el número de hospitales inaugurados. Un hospital sin médicos suficientes es un edificio vacío. Un medicamento registrado como “adquirido” pero no disponible en la farmacia pública es, en la práctica, un fracaso.

El primer informe quiso ofrecer un balance positivo, pero lo que deja claro es que la salud sigue siendo la gran deuda. Las cifras pueden impresionar, pero no curan. Lo que México necesita no es solo inversión ni estadísticas, sino un sistema de salud que funcione para todos, especialmente para los más pobres.

La salud pública en México sigue siendo la gran deuda social. A pesar de los anuncios de Claudia Sheinbaum sobre un abasto de medicamentos cercano al 90 %, la creación de Farmacias del Bienestar y la adquisición del 96 % de los insumos necesarios, la realidad en hospitales y clínicas públicas sigue siendo otra: estantes vacíos, recetas incompletas y pacientes que deben comprar medicinas de su bolsillo.

El desabasto de medicamentos no es un problema menor; afecta principalmente a los más pobres, a quienes dependen del sector público para tratar enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y cáncer, así como para recibir vacunas infantiles. La promesa de garantizar el acceso universal a medicamentos choca con la logística, la distribución y la falta de seguimiento, dejando a muchos en un limbo entre la esperanza y la necesidad urgente.

Sheinbaum insiste en que su gobierno trabaja para corregir esta situación y que los programas de salud buscan llegar a quienes más lo necesitan. Sin embargo, las cifras de abasto presentadas en informes oficiales no siempre se traducen en disponibilidad real en los pasillos del IMSS, ISSSTE o en clínicas rurales. La diferencia entre lo que se dice y lo que se vive es palpable: un hospital puede presumir insumos adquiridos, pero si no hay personal para aplicarlos o medicamentos en los estantes, la promesa se queda en palabras.

El verdadero desafío no está en los números ni en los programas anunciados, sino en garantizar que cada paciente reciba el tratamiento que necesita sin trabas, sin demoras y sin gastos extraordinarios. La salud no puede ser solo un tema de discurso político; debe ser un derecho tangible, especialmente para quienes históricamente han sido los más desatendidos.

El primer informe de Sheinbaum deja claro que, a once meses de gobierno, el desabasto de medicamentos sigue siendo una deuda pendiente. Las promesas son importantes, pero la ciudadanía espera hechos. Hasta que cada hospital tenga los medicamentos y personal suficientes, la salud seguirá siendo el verdadero termómetro del éxito o fracaso del Plan México.

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