La otra cara de México: ¡Ya Basta!

Autor Congresistas
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Elio Villaseñor

Donde la justicia no existe, el dolor y el miedo gobiernan

— Eduardo Galeano

Nos enfrentamos nuevamente a una de las tragedias más desgarradoras que golpean a nuestro país.

El colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco ha revelado el horror oculto en el rancho de Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco: un campamento clandestino con tres crematorios, huesos calcinados, montañas de zapatos, objetos personales y prendas de vestir.

Este lugar no solo fue escenario de muerte, sino también de secuestros y entrenamiento para futuros sicarios.

Este infierno no es exclusivo de Jalisco. Lamentablemente, se replica en varios estados de la República: Tamaulipas, Guanajuato, Michoacán, Sinaloa, Sonora, Coahuila, Veracruz y Chiapas.

El dolor y el miedo se han convertido en el pan de cada día para muchas familias mexicanas.

El drama es indignante y los números estremecen. En apenas cinco meses de este gobierno, han desaparecido 6,535 personas, un promedio de 64 al día. ¿Cómo es posible que esta realidad tan espantosa no sacuda la conciencia nacional? ¿Por qué nuestras autoridades siguen sin garantizarnos seguridad? ¿Por qué las denuncias, cuando se presentan, son recibidas con indiferencia? ¿Cómo es que imágenes tan devastadoras no conmueven a la mayoría de los mexicanos? ¿Por qué los medios hablan de estas tragedias un día y al siguiente las sepultan en el olvido?

La indiferencia no es solo una falla del gobierno, sino de toda la sociedad. Como bien decía Martin Luther King: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena.”

Las familias de los desaparecidos son las que alzan la voz y nos gritan ¡Ya Basta!

Ellas nos recuerdan que no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando justicia que nunca llega.

No podemos normalizar el horror ni aceptar que el destino de miles sea el silencio y el olvido.

Esta es la otra cara de México: la de ciudadanos valientes que exigen ser escuchados, que se niegan a aceptar la impunidad como norma y que, pese al dolor, no dejan de buscar a sus seres queridos.

Mientras el país se fractura entre quienes gozan de los privilegios del poder y aquellos que ni siquiera tienen el derecho a ser buscados, queda claro que el verdadero México no está en los discursos políticos ni en las estadísticas oficiales, sino en la lucha incansable de quienes aún se atreven a decir la verdad.

Porque el silencio es complicidad, y ante esta tragedia nacional, callar no es una opción.

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