¡Ojalá que vivas tiempos interesantes! Según algunas versiones es una maldición china a quienes se les desea que padezcan dificultades. Pues vivimos tiempos interesantes. En México padecemos inseguridad extrema: física (asesinatos, secuestros), de salud (virus, acceso limitado a los servicios médicos y múltiples deficiencias), laboral (empleos precarios y mal remunerados), patrimonial (cobro de piso, extorsión). No somos el único país en sufrir problemas. El mundo ha dejado de ser un lugar seguro: guerras; inflación; peligran los derechos sociales; revolución tecnológica que trastocará la vida de todos –y puede ser para mal; conceptos como libertad, individualismo, se desvanecen ahora que la neurociencia muestra que nos determinan las neuronas, las hormonas, la genética y epigenética (reacciones bioquímicas); los algoritmos y la inteligencia artificial pueden volvernos autómatas– China ha iniciado un experimento que moldea la conducta de su gente; lucha por la hegemonía mundial… Nuestra vida se esfuma ante nuestros ojos.
La historia de la humanidad da cuenta de momentos críticos en diversos períodos que han cambiado nuestra vida y marcado su futuro. Un ejemplo es la Revolución Gloriosa en 1688. Esta gesta culminó en el habeas corpus (“tendrás tu cuerpo libre”), que da un giro definitivo al desarrollo del individualismo, cuya gestación se inició en la Grecia de Pericles. Es el origen primigenio de la propiedad privada moderna, que comienza con la autodeterminación y el derecho al cuerpo propio. Asesta un golpe letal al absolutismo y marca el inicio del debido proceso. Pero quizá la época de la Grecia clásica sea la de mayor parecido a la nuestra, que acaece entre finales del siglo VI y hasta el siglo II antes de Cristo. Los historiadores y filólogos relatan que aquellos tiempos fueron de grandes transformaciones. Nace el libro, el individuo; con Alejandro Magno ocurre la primera globalización registrada como efecto de sus conquistas; el fin del tribalismo y la mezcla de razas y culturas. El viejo mundo se disuelve ante la mirada atónita de los antiguos pobladores.
“Los cambios provocan ansiedad escribe Irene Vallejo en una obra monumental sobre la historia del libro: El infinito en un junco. Muchos griegos que durante siglos habían vivido en pequeñas ciudades administradas por sus propios ciudadanos de pronto se vieron incorporadas a extensos reinos [después de la súbita muerte de Alejandro]. Empezó a cundir el desarraigo, la sensación de estar desplazados, de vivir perdidos en un universo demasiado grande, gobernados por poderes lejanos e inaccesibles. Se desarrolló el individualismo; se agudizó la sensación de soledad… Florecieron al mismo tiempo el escepticismo y la superstición; la curiosidad y los prejuicios; la tolerancia y la intolerancia. Algunas personas empezaron a considerarse ciudadanas del mundo, mientras que en otras se exacerbaba el nacionalismo”. La característica de la sociedad helenística era la vida convulsa. La polis es destruida. Atenas es parte de grandes reinos. Pierde su autonomía y capacidad de gobernarse y dar cobijo a sus ciudadanos. Acaba la democracia. El desamparo da pie a la superstición, a una nueva literatura, poesía, creencias y filosofía.
Nace el utilitarismo con la escuela de Epicuro, y Zenón de Cito funda la filosofía estoica. Ambas corrientes de pensamiento fueron la base del desarrollo del individualismo y de colocar al hombre como fin y medida de todas las cosas. Vayamos por partes. En La Stoa. Historia de un movimiento espiritual, Max Pohlenz describe magistralmente estos fenómenos: “El agitado periodo de los Diadocos [generales que se disputaban los dominios de Alejandro Magno] sucedió a la muerte de Alejandro. Por todas partes se veían surgir y perecer imperios, quien hoy se sentaba en el trono tal vez mañana podía vagar errante. Los ciudadanos particulares también fueron arrastrados por el torbellino, ni sus vienes ni sus vidas estaban seguros. ¿En quién podían buscar refugio? La polis, en la que hasta aquel entonces el griego encontraba su punto de apoyo, se había convertido… en un juguete en manos de las grandes potencias. Atenea y Poseidón habían tenido desde siempre la tarea de proteger tanto a la comunidad como a los individuos, y habían fracasado. Las religiones extranjeras, que prometían ayudar a los individuos, todavía no habían alcanzado una fuerza suficiente sobre los corazones…”. La única divinidad sobreviviente del Olimpo era la diosa del azar (Tyche), pero nadie confiaba en tan caprichosa deidad.
Al sucumbir la polis, los hombres quedan a la intemperie, sin amparo, sin consuelo ni referentes. Al perder su raíz quedan sin brújula: son desarraigados. Entonces se refugian sobre sí mismos. Si nadie respeta la vida y los bienes de los demás, imperan la inseguridad y la ley del más fuerte, cada quien debe valerse por sí mismo. Es el doloroso parto del individuo, que tiempo después origina el individualismo. Si el mundo que es mi referente se desmorona, y todo depende del azar, de la contingencia, sólo queda a salvo mi yo interior: es el único refugio. Apunta Pohlenz: “… Ahí donde todo lo externo se había convertido en juego de azar, sólo la recta actitud interior, la phronesis, podría mostrar al hombre el puerto tranquilo donde el barquito de su vida podría resguardarse de tempestades… ahora [que la polis desapareció y el único asidero para los ciudadanos era refugiarse en su interior] la meta [de la virtud cívica] era asentar al individuo sobre sí mismo y asegurar su paz y felicidad también bajo las circunstancias más adversas”.
Cuando el Estado deja de garantizar los bienes básicos a sus ciudadanos como son la seguridad (entendida ampliamente como la protección de su vida, sus bienes y los derechos sociales), aparece e impera el espíritu individualista. Añade Pohlenz: “Son hombres «apolíticos» para los que el Estado ya nada significa… ya no son ciudadanos que conocen los deberes frente a la comunidad y las grandes tareas a su servicio”. Para Epicuro (padre del utilitarismo y del hedonismo) el hombre es un individuo propenso al egoísmo que busca exclusivamente su propia utilidad y su impulso originario es la búsqueda del placer, característica de todos los seres vivos, aunque el placer para este pensador no es el fugaz de los sentidos sino el sentimiento de pleno bienestar, fruto de la superación de los dolores corporales, en donde para la buena vida es suficiente el pan y el agua. Pero no menos importante es que esta escuela filosófica destruye también la visión de un mundo regido por dioses, pues el azar, y no la divinidad, determina la suerte de las personas. Así desaparecen las ideas de premio y castigo que impartían las deidades a su arbitrio. Y ya sin la preocupación del más allá, el hombre podía dirigir su vida por su criterio.
Sobre esta base, nace la escuela estoica de Zenón, quien da un giro contrario al hedonismo y al utilitarismo, pero el referente y medida de todo es el hombre. El individuo y el individualismo nacen para permanecer… hasta ahora. ¿Qué nos depara este siglo, en el cual la inteligencia artificial supera las capacidades humanas, los algoritmos revelan nuestra predictibilidad y las reacciones bioquímicas determinan nuestra conducta, y el libre albedrío, la presunta capacidad de libre elección, se reduce virtualmente a la nada? Ahora que conocemos, de acuerdo con los estudios neurocientíficos el poder del relato como medio para dotarnos memoria, historia e identidad, ¿cómo se utilizará esta herramienta para, junto con las otras ciencias, controlar nuestra conducta? ¿Qué ocurrirá con la gran disrupción que trae aparejada la tecnología en cuanto a la automatización de la mayoría de los empleos?
¿Es la hora de pensar en una nueva moral y códigos de ética a partir de todos estos cambios que pueden traer destrucción y guerras, como en la antigüedad, pues hoy ya tocan los tambores de guerra? ¿Es hora de un nuevo concepto del hombre y a partir de ahí alinear todas las categorías al bienestar humano? ¿Cabe implantar la renta básica universal para impedir fracturas sociales y revueltas como prevé Elon Musk? La historia como dice la frase atribuida a Mark Twain: “nunca se repite, pero rima”. ¿Atenderemos a la evidencia y evitaremos un holocausto? Si a tanta incertidumbre y angustia se refiere la maldición china, sin ninguna duda vivimos tiempos interesantes, de desasosiego.