“Los jefes de Estado jamás le han hecho ningún preparativo de antemano; a pesar de ellos mismos, ha surgido a sus espaldas. Las clases más poderosas, más inteligentes y morales de la nación no han intentado apoderarse de ella, a fin de dirigirla. La democracia ha estado, pues abandonada a sus instintos salvajes; ha crecido como esos niños privados de los cuidados paternales, que se crían por sí mismos en las calles de las ciudades y que no conocen de la sociedad más que sus vicios y miserias. Todavía se pretendió ignorar su presencia, cuando se apoderó de improviso del poder. Cada uno se sometió con servilismo a sus menores deseos; se la adorado como a la imagen de la fuerza; cuando enseguida se debilitó por sus propios excesos, los legisladores concibieron el proyecto de instruirla y corregirla y, sin querer enseñarla a gobernar, no pensaron más que en rechazarla del gobierno.
Así resultó que la revolución democrática se hizo en el cuerpo de la sociedad, sin que se consiguiese en las leyes, en las ideas, las costumbres y los hábitos, que era el cambio necesario para hacer esa revolución útil. Por tanto, tenemos la democracia, sin aquello que atenúa sus vicios y hace resaltar sus ventajas naturales; y vemos ya los males que acarrea, cuando todavía ignoramos los bienes que puede darnos.” (Alexis de Tocqueville. La democracia en América. https://www.suneo.mx/literatura/subidas/Alexis%20de%20Tocqueville%20La%20Democracia%20en%20America.pdf)
“Nosotros los que conocemos, nos desconocemos a nosotros mismos: y por buenas razones. Nunca nos hemos buscado; ¿cómo podría suceder que un día nos encontremos? Con razón se ha dicho: <<donde está vuestro tesoro, allí está también vuestro corazón>>; nuestro tesoro está donde están las colmenas de nuestro conocimiento. Siempre estamos en camino hacia ellas, como insectos voladores natos y recolectores de miel del espíritu; preocupándonos tan sólo de una cosa: <<de traer algo a casa>>. Y en cuanto al resto de la vida, a las llamadas <<vivencias>>, ¿quién de nosotros tiene la seriedad suficiente para ellas? ¿O si quiera el tiempo suficiente? Me temo que en tales asuntos nunca estamos del todo <<en lo que estamos>>: nuestro corazón no está allí; ¡y ni siquiera nuestro oído! Como quien, distraído de un modo divino y sumido en sí mismo, vuelve en sí de pronto, cuando las doce campanadas del mediodía han retumbado estrepitosamente en sus oídos, y se pregunta: <<¿Qué es lo que ha sonado?>>, así algunas veces nos frotamos nosotros los oídos cuando ya todo ha pasado y nos preguntamos, muy sorprendidos, muy consternados: <<¿Qué es lo que hemos vivido, más aún: quiénes somos en realidad?>>, y, como he dicho, sólo cuando ya han pasado contamos las doce campanadas de nuestra vivencia, de nuestra vida, de nuestro ser… ¡ay!. y nos equivocamos en la cuenta… Seguimos siendo necesariamente extraños a nosotros mismos, no nos comprendemos, debemos equivocarnos, para nosotros rige por toda la eternidad el principio de que <<cada cual es el más lejano para sí mismo>>; para nosotros mismos no somos cognoscentes>>…” (Friedrich Nietzsche. La genealogía de la moral. Editorial Tecnos. Colección Los indispensables de la Filosofía).
“Sin lugar a duda, uno de los aspectos que mayor incidencia ha tenido en la conceptualización de los conflictos ha sido el tema de su vinculación con la noción de violencia. Tal es el grado de relación de ambos conceptos que por momentos han sido prácticamente identificados como en una relación de implicación. Así de manera inadvertida se ha llegado a considerar que no hay conflicto sin violencia y que todo acto de violencia es la manifestación de un conflicto. Sin embargo, creo que esta relación plantea algunos inconvenientes que van más allá de un mero debate acerca de las palabras.” (Raúl Calvo Soler. Mapeo de conflictos, Técnicas para la exploración de los conflictos. editorial Gedisa).
“Nuestro país es digno de ser alabado por todos los hombres y no sólo por nosotros, por muchas y diversas razones, la primera y principal porque resulta ser amado de los dioses. Da fe de esta opinión nuestra la disputa y el juicio de los dioses que por él rivalizaron entre sí. Si los dioses lo han elogiado, ¿cómo no va a ser justo que lo elogien todos los hombres? Se le debería en justicia otro elogio. Que en aquel tiempo en que toda la tierra producía y hacía crecer animales de toda especie, salvajes y domésticos, entonces la nuestra se mostró estéril y limpia de bestias salvajes y de entre los seres vivos escogió para sí y procreó al hombre, el cual sobresale entre los demás seres por su inteligencia y es el único en reconocer una justicia y unos dioses.” (Platón. Diálogos, El Menexeno. Editorial Gredos)
“El sentido es como la esfera en la que ya estoy instalado para operar las designaciones posibles, e incluso para pensar sus condiciones. El sentido está siempre presupuesto desde el momento en que yo empiezo a hablar; no podría empezar sin este presupuesto. En otras palabras, nunca digo el sentido de lo que digo. Pero, en cambio, puedo siempre tomar el sentido de lo que digo como el objeto de otra proposición de la que, a su vez, no digo el sentido. Entro entonces en la regresión infinita del presupuesto. Esta regresión atestigua a la vez la mayor impotencia de aquel que habla, y la más alta potencia del lenguaje: mi impotencia para decir el sentido de lo que digo, para decir a la vez algo y su sentido, pero también el poder infinito del lenguaje de hablar sobre las palabras. En resumen: dada una proposición que designa un estado de cosas, siempre puede tomarse su sentido como lo designado de otra proposición.” (LÓGICA DEL SENTIDO Guilles Deleuze Traducción de Miguel Morey Edición Electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.)