Clara Jusidman
Frente al repunte de los contagios de la COVID 19 quisiera centrar este comentario en cinco efectos de largo plazo de la pandemia en la calidad de vida de las personas y las familias:
- Primero, destacar que se observa un retroceso en los avances alcanzados en materia en la igualdad sustantiva y en la realización de los derechos humanos de las mujeres. Existe un impacto diferenciado entre hombres y mujeres de la enfermedad y de las medidas sanitarias para enfrentarla; los primeros han sido más afectados por la propia enfermedad, pero los costos han sido mayores para las mujeres debido al encerramiento social, la pérdida de trabajo e ingresos, el aumento de las cargas laborales del personal de salud compuesto mayormente por mujeres, el colapso de los servicios de cuidado ofrecidos por el estado y el mercado, como son las escuelas, las estancias infantiles o los trabajos de ayuda doméstica por pago. La mayor responsabilidad del cuidado de las personas vuelve a recaer en las familias y especialmente, en las mujeres, agobiadas por prolongadas jornadas de trabajo.
- En segundo lugar, habrá un impacto de largo plazo en los servicios de salud debido a las secuelas que experimentan las personas afectadas por la COVID-19, así como de aquellas otras cuyos tratamientos fueron postergados al concentrase los servicios en la atención de la pandemia.
- Un tercer efecto de largo plazo será el difícil y lento procesamiento del duelo por la pérdida de familiares y amigos, del trabajo y los ingresos, del patrimonio y la seguridad económica o por el desalojo de las viviendas que dejan un lastre que tomará tiempo remontar, en la vida de las personas y de las familias.
- El enorme efecto en la salud mental por depresión, ansiedad, angustia, miedo y adicciones originado por la soledad, las pérdidas sufridas, el hacinamiento, el aumento de cargas de trabajo y de la violencia doméstica y por la ausencia de encuentros con amigos, familiares, compañeros de estudio o trabajo.
- Estamos siendo testigos de un ensanchamiento de la brecha digital que profundiza la desigualdad en el acceso a la educación, salud, recreación, e información. Afecta mayormente a los niños, niñas y adolescentes y a las personas mayores debido a la ausencia de señales de Internet en una proporción importante del territorio nacional, por no contar con equipos o de recursos para acceder a esos servicios y por las dificultades para adquirir los conocimientos necesarios a fin de aprovechar el cambiante mundo digital.
Si no generamos espacios de diálogo interdisciplinarios para aprender sobre los efectos de lo que estamos viviendo, a partir de reconocer las realidades complejas y diversas que se presentan a lo largo del territorio nacional, en las diversas actividades económicas y de trabajo, en la forma en que son afectados los distintos grupos de edad, en la vida familiar o en el ámbito de los servicios públicos, difícilmente podremos enfrentar con sabiduría y sensatez el futuro.
La gran complejidad y diversidad de las problemáticas estructurales y emergentes que ha puesto en evidencia la pandemia, no pueden ser enfrentadas con programas únicos y homogéneos. Es urgente revisar las políticas y programas que se están aplicando e incorporar los cambios necesarios frente a la emergencia sanitaria, económica y social.