Combatir la pobreza, reducir la sobrepoblación y aumentar la calidad de vida

Autor Congresistas
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Mesa de redacción

Los indicadores económicos actuales se enfocan en el crecimiento de la economía como medida de bienestar a través de la medición del consumo, partiendo de la base de que el consumo refleja poder adquisitivo, empleo y genera ingresos fiscales para los gastos comunes de la república. No obstante, los recursos naturales de cada país (y del planeta) así como el espacio para construcción de vivienda y otras edificaciones destinadas a actividades económicas empresariales o industriales es, por definición, limitado. 

Por lo anterior, es necesario cambiar el paradigma de desarrollo y crecimiento económico a través de indicadores distintos del consumo, porque los seres humanos consumimos recursos con más rapidez de la que podemos reponerlos al planeta, aunado a que los procesos industriales y empresariales necesarios para la manufactura de los productos que hacen nuestra vida cómoda, son altamente contaminantes del aire, del agua, de la tierra y de los equilibrios del ecosistema, como la generación de energía eléctrica, el transporte, la agricultura, la ganadería, los productos y empaques de plástico, la producción de químicos, la caza y pesca desmedidas, etcétera. Por curiosidad y para dar una actividad adicional al lector, le sugiero buscar en internet una “calculadora de la huella de carbono” (carbon footprint) para que el propio lector pueda apreciar la contaminación que generan sus hábitos de vida.

Si continúa aumentando la población humana a un ritmo irracional de más de dos hijos por mujer, no habrá recursos naturales que alcancen para la sustentabilidad de nuestra forma de vida basada en el consumo desmedido e inmediato. Esto, porque los recursos tienen que renovarse, la agricultura se basa en ciclos de siempre y de cosecha; la ganadería se basa en ciclos de crianza y sacrificio, la pesca se basa en ciclos de veda y aprovechamiento y las necesidades humanas no respetan ningún ciclo: son absolutas, inmediatas, perennes y crecientes. Todo esto implica que el planeta solo puede renovar recursos a un ritmo que permite satisfacer las necesidades de un número limitado de seres humanos. Si las decisiones regulatorias siguen influenciadas por los poderes económicos, las empresas seguirán explotando los recursos de forma irracional y con la ganancia económica como criterio único porque para las empresas, a diferencia de las personas, lo que importa es la cantidad de dinero que pueden ganar y no la calidad de vida individual y colectiva. 

En efecto, reducir la población humana implicaría que se requerirían menos recursos para satisfacer nuestras necesidades y un mayor número de personas tendría oportunidad de tener acceso a satisfactores de calidad sin llevar el estrés explotativo a los límites insostenibles en los que se encuentra hoy el planeta.

De igual forma, la inteligencia artificial aplicada a procesos productivos está en camino de sustituir un gran número de trabajos que serán realizados por computadoras y maquinaria programada que podrá llevar la productividad potencialmente a una nueva revolución tecnológica-industrial junto con el “quantum computing”, por lo que la fuerza de trabajo humana no será tan necesaria en el futuro, como lo ha sido en el pasado. Se están reinventando los modelos laborales, las carreras profesionales y técnicas y los procesos productivos y educativos para prepararse hacia un futuro siempre incierto, pero peligrosamente amenazado por las necesidades consumistas de la población humana que sigue destruyendo ecosistemas y especies bajo el pretexto del desarrollo y la modernización.

El Congreso Mexicano tiene en sus manos la ruta para modernizar el país ante esta coyuntura, ya que la clave del desarrollo estará en la educación; y las familias mexicanas han optado por tener menos hijos, para darles mejores oportunidades en un contexto global extremadamente competitivo. 

Anteriormente, la ideología religiosa, la ignorancia y la baja expectativa de vida imponía a las familias el miedo contra los anticonceptivos y la planeación, y la falta de equidad social relegaba a las mujeres a una vida de servicio doméstico en su propio hogar, por no haber tenido oportunidades educativas. Hoy, la mujer ya no tiene el yugo de la presión social para tener hijos a pasto como medición de “logros” en la vida. Toda persona hoy tiene acceso a la educación y al trabajo y es tarea del Congreso Mexicano crear estadísticas, seguimiento y política pública y legislación para fomentar y fortalecer la calidad antes de cantidad. Las familias mexicanas, cualquiera que sea su estructura e integración, deben enfocarse en la calidad de vida de las generaciones más jóvenes, su educación y preparación, y no en una cantidad grande de hijos que los convierta en mano de obra barata y en rehenes de limosnas políticas a cambio de sus votos para perpetuar sus esquemas reproductivos de miseria y dependencia de dádivas. 

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