Arturo Zaldívar y el decaimiento del legislativo: complejos, poder, soberbia y fracaso

Autor Congresistas
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Mesa de redacción

El exministro Zaldívar ha mostrado sus colores políticos sin tapujos. Como dicen algunos políticos de su partido: “fuera máscaras” con el ex académico, ex litigante, exministro y político en activo.

Cuando Zaldívar renunció a su cargo como ministro, al muy poco tiempo estaba ya tomándose fotos como miembro del equipo de campaña de la candidata presidencial oficialista. No esperó ni siquiera a que el Senado aprobara su renuncia. El mensaje es claro: En México la ley en su forma y en su fondo importan poco, porque lo que importa es el poder.

La candidata y el exministro ya se conocían y, evidentemente, ya habían platicado de sumar fuerzas mezclando lo político y lo jurídico. No sabemos a ciencia cierta hasta qué grado Zaldívar operó a favor del oficialismo mientras fue ministro. No es que “head hunters” o cazadores de talento buscaran el nombre del licenciado de la nada para recomendarlo como asesor político por su talento. Simplemente su ambición entorpeció su buen juicio y terminó manchando su carrera llenando de dudas su capacidad de imparcialidad como juzgador del máximo tribunal.

El 15 de abril de 2024, el licenciado Zaldívar dio una entrevista al periodista Joaquín López-Dóriga en la plataforma de Radio fórmula. El exministro salió muy raspado. Incapaz de contener sus emociones o manejarlas con prudencia. Inclusive, agitado, espetó cosas sobre su educación con “hermanos maristas” y sobre su convicción social. Cosa curiosa, pues fue propuesto como ministro bajo la administración del “neoliberal” Felipe Calderón. Se quejó presto de la ministra Norma Piña, presionado por las múltiples acusaciones en su contra y dijo que él no tenía ninguna animadversión en contra de la jurista. El día siguiente, con visible tensión en su lenguaje corporal, anunció que iba a buscar (con el apoyo político del partido oficial) un juicio político contra la presidenta de la Corte.

Así, por muchos años nos quejábamos de los legisladores levanta dedos del PRI, pero el poder público ha sido por mucho tiempo y sigue siendo una plataforma de cambio de favores y rápida riqueza, y no de contrapeso institucional entre fuerzas políticas y poderes establecidos constitucionalmente. Los legisladores oficialistas respaldarán el capricho de Zaldívar quien, herido en su frágil ego, busca venganza sin entender que en política hay que saber tener la piel gruesa y resbaladiza. La oposición por supuesto, bajo el liderazgo de Kenia López Rabadán, intentará a su vez incoar un juicio político contra el agitado exministro.

¿Es esta la democracia que hemos construido los mexicanos? ¿Somos realmente capaces de autogobernarnos? Mientras las campañas por el poder (que no por el afán de ayudar y servir a México) se tornan más violentas, aguerridas e incisivas, nuestros problemas como país crecen, y nuestra población, en gran parte lejana a oportunidades de educación para juzgar a sus representantes electos, observa con morbo los pleitos enraizados en el carácter soberbio y la pequeñez de personajes que nos decepcionan con su conducta infantil, vengativa, caciquil y egoísta, porque solo les importa echar mano del presupuesto para ellos y sus grupos de interés. Se creen las alabanzas de los aduladores que, con tal de alcanzar algún puesto secundario, les hacen creer que son cosas que no son.

Con la actitud de Zaldívar el fracaso y la pérdida es para el país. El pequeño exministro seguidor de Taylor Swift se desdibujará pronto de la escena política, tal vez se aferre a la campaña oficialista para ver si, en caso de ganar el oficialismo, le toca un buen hueso en la siguiente administración. Pero ya no es un activo político sino una carga. Tal vez tenga los ojos puestos en la Fiscalía General de la República, vamos, tal vez hasta una embajada para vivir un poco en el exilio dorado.

El ejemplo que como (mal) político y como jurista deja Zaldívar a los jóvenes abogados y a los estudiantes de derecho es pésimo y se traduce en que el derecho importa poco, porque lo que importa es el poder. Zaldívar llegó a ministro gracias a Felipe Calderón, logró acomodarse en la cúpula del partido gobernante de izquierda y, quien sabe, quien cambia así de postura y traiciona hoy, también traicionará mañana.

El error de cálculo de Zaldívar ha unido a todo el gremio judicial, cerrando filas con la ministra Piña. Y todo, por la ambición personal. ¿No fue suficiente ser ministro de nuestro máximo tribunal por 14 años? Vamos, tiene una pensión muy generosa como exministro, ¡de más de 130 mil pesos al mes! ¿Cuántos mexicanos pueden tener ese lujo?

La pensión está hecha por ser ministro en retiro y para que, efectivamente, se retire. Eso sí, por el bien de todos.

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