En lenguaje claro y llano los caminos de nuestra joven democracia procedimental no pueden escapar a la discusión de uno de los eventos simbólicos del calendario ritual mexicano, a la fecha en la etapa de la Cuarta Transformación y en la nueva época del Poder Judicial de la Federación (PJF) que preside la primera ministra mujer y además custodiada por Lafragua que pone a la libertad asentada en la justicia como apotegma.
¿Qué fue lo que ocurrió desde el Teatro de la República a los ojos de los ciudadanos de a pie y sus redas? ¿Qué mensajes se suceden y reafirman influyendo en el ánimo nacional?
¿Abundan en las redes y plataformas electrónica señales para observar de que el sistema presidencialista mexicano está llegando al agotamiento, al desbalance con otros Poderes, ausencia de mecanismos institucionales de gestión democrática, rezago de respuestas a los problemas nacionales, desmantelamiento institucional, clausura de espacios de representación, tendencia a la concentración de poder presidencial, los signos de sometimiento de Poderes al Poder Ejecutivo, los progresos de militarización de la tareas de la administración pública?
La ceremonia de la celebración del 106 aniversario de nuestra Constitución se convirtió en una aula magna que destacó como materia de estudio una amplia agenda de temas sobre nuestra cultura cívica, política, jurídica, ética, histórica y de sus fronteras con la trivialidad, nivel democrático y grado formativos de la misma y su proximidad con la ineficiencia, el ridículo y el mal gusto, ante la mirada escrupulosa de los ciudadanos de la república.
Y es lo que pareció judicializarse, la ceremonia celebrada en Querétaro, cuyas piezas discursivas merecen un análisis de fondo, porque son indicadores del pulso nacional y el debut de la Ministra Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) elegida por los ministros.
El hecho histórico de la ceremonia fue que se conocería la posición de la primera ministra mujer Presidenta de SCJN y del Consejo de la Judicatura Federal y no el que permaneciera sentada o no de pie ante la llegada del Ejecutivo federal, López Obrador y quien leyó en la actitud de la presidenta que permaneció sentada como resultado de la independencia y autonomía del PJF y fue lo que dio paso a una discusión superficial e inesperada no sobre los problemas del país sino sobre la forma de encarar y la forma de ejercer el Poder público, además promulgado en la Constitución.
A partir de la lectura de símbolos y movimientos quedó despejada la diferencia de la etapa sobre la forma en la que se vive hoy día el presidencialismo. Esas etapas de la vida oficial que van haciendo y que hace la diferencia hoy día en nuestra democracia, apuntando a su fragilidad.
Las conductas políticas no van por otra ruta que no sea la de trasparentar, una afilada forma de encarar y ejercer el Poder público que tiene relación con el equilibrio entre Poderes, la relación entre gobernantes y gobernados, lo que exhibe la costumbre de sucumbir al arreaste de la fuerza presidencial y la anulación de derechos y la discrecionalidad.
No obstantes de los cuatro destacados discursos pronunciados por el Gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri González; el presidente de la Cámara de Diputados, Santiago Creel Miranda; el senador Alejandro Armenta Mier, presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República; del presidente López Obrador y de la propia ministra de la SCJN, Norma Lucía Piña Hernández que perfilan la naturales de los tres Poderes, de la Federación que proyecta una etapa promisorias para las justicia.
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En el registro de hechos y en menoscabo de las brillantes piezas discursivas, en el marco de una sucesión adelanta, de polarización nacional, resaltan diversas lecturas para entender que la discusión de la opinión política posterior no se enfocó el análisis a los problemas del país, en la que incluso se omitió la legitimidad que puede ofrecer la SCJN debido a que una de sus integrantes permanece en una atmósfera de irregularidad debido a un supuesto plagio de tesis de título profesional, condición para ocupar un cargo lo mismo para ser postulada como ministra por el Ejecutivo, para después ser rectificada por el Senado de la República.
Queda como lección de la narrativa política del evento del ceremonia de nuestra Carta Magna una suerte de cardiograma como el pulso y la temperaturas que guarda nuestra democracia, su fuerza de representatividad, naturaleza y eficacia del Poder, legalidad, su funcionalidad y constitucionalidad. Se emiten señales críticas y no hay forma de desvanecerlas si fortalecer la constitucionalidad de sus prácticas y efectos.