Retrocesos en los caminos hacia la igualdad sustantiva de las mujeres

Autor Congresistas
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Clara Jusidman

Abril 30 de 2022

Seminario de Cultura Mexicana

Estoy cierta que todas las personas que nos encontramos en esta sala reconocemos la existencia de una profunda e histórica desigualdad en las oportunidades de las mujeres con respecto a los varones, así como de las brechas entre los resultados que cada sexo obtiene por sus actividades: bienestar, felicidad, ingresos, riqueza reconocimiento, poder, influencia, control.

Estoy también cierta que cada uno de los presentes tiene una historia, un recuerdo, una experiencia personal de alguna expresión concreta de esa desigualdad y de esas brechas que nunca acaban de cerrarse y que con cierta temporalidad vuelven a abrirse. Ya sean experiencias personales como mujeres o a través de vivencias de mujeres cercanas o incluso de prácticas observadas en los hombres: maltrato, invisibilización, desigualdad en el acceso a oportunidades de trabajo, de educación, de ingreso, acoso de diverso tipo, violencia, discriminación, limitaciones a la libertad de elección, a la forma de vestir, a la forma de expresarse, de divertirse, a la forma de ser una persona humana plena y digna.

Pensemos en las experiencias directas de las chicas que en el Metro de la Ciudad de México son objeto de manoseos y acoso sexual o de aquellas que son drogadas o engañadas en las redes sociales y terminan vendidas, esclavizadas y en la prostitución, negocio en aumento del crimen organizado en nuestro país, coludido con políticos y hombres poderosos.

Seguramente que cada uno y una tenemos una imagen distinta de qué es ser mujer y qué es ser hombre, de cuáles son las responsabilidades y funciones y cuáles sus derechos. Nuestra cultura, nuestro entorno, nuestra propia socialización en casa, en la escuela, en la iglesia, en nuestros espacios de trabajo nos va introyectando lo que es ser mujer y lo que es ser hombre y cuáles son los márgenes de libertad en que debemos movernos.

Reconocemos que, con base en diferencias biológicas reales de los sexos, la humanidad a lo largo de su historia, ha asignado roles específicos a cada uno de estos. Al principio, cuando era fundamental para sobrevivir, la mayor fuerza física de los hombres era importante; asumían las tareas de caza y de protección frente a animales peligrosos u otros grupos humanos. A las mujeres, se les dejaron las tareas de reproducción y crianza para la preservación de la especie. Ellas fueron quienes iniciaron la domesticación de las plantas y continúan siendo las principales productoras de alimentos en el mundo.

Clara Jusidman miembro de Seminario de Cultura Mexicana

Una de las desigualdades fundamentales entre hombres y mujeres es el valor que socialmente se le da a sus tiempos. Los tiempos productivos, económicamente valiosos, que generan riqueza y se contabilizan en el producto interno bruto, son los de los hombres; los de las mujeres, no tiene valor económico, se destinan a la reproducción doméstica.

En todas las culturas y mitologías encontramos relatos donde la mujer es un subproducto del hombre y se subordina a éste quien dirige, controla, impone, protege, abusa, viola, mata.

Es lo que las feministas llaman la cultura del patriarcado, que determina relaciones desiguales de poder entre los sexos y que se sustenta en que el cuerpo de la mujer sirve fundamentalmente para alumbrar nuevos seres humanos, para criarlos y cuidarlos; que son sus capacidades reproductivas las que importan y que el resto de sus órganos no son equiparables a los de los varones: que su cerebro es inferior, no diferente, incapaz de realizar tareas complejas que han sido asignadas al sexo masculino; por lo tanto, su capacidad de aprendizaje, concentración, análisis e inventiva es muy limitada; que su fuerza física les impide el desarrollo de trabajos que requieren fortaleza y resistencia; que deben mantenerse puras y vírgenes pues su cuerpo no les pertenece al haber sido consagradas a la reproducción y a la maternidad.

El patriarcado se define como y cito “un sistema de dominio institucionalizado que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y todo aquello considerado como ‘femenino’, con respecto a los varones y lo ‘masculino’, creando así una situación de desigualdad estructural basada en la pertenencia a determinado ‘sexo biológico’. Tiene su origen histórico en la familia, cuya jefatura ejerce el padre y se proyecta a todo el orden social. Esta situación se mantiene a través de regímenes, hábitos, costumbres, prácticas cotidianas, ideas, prejuicios, leyes e instituciones sociales, religiosas y políticas que definen y difunden una serie de roles a través de los cuáles se vigila, se apropia y se controla los cuerpos de las mujeres, a quienes no se les permite gozar de una completa igualdad de oportunidades y derechos.”

Continúo la cita “Dado que este sistema de dominación se justifica a través del ‘sexo biológico’, el orden que impone es normalmente percibido como natural y no como una construcción social que puede ser transformada. Por lo tanto, los roles que desde el patriarcado se imponen a las mujeres por el hecho de serlo, suelen ser percibidos como fijos y no intercambiables. De la misma forma, aquellos comportamientos y preferencias sexuales que difieran de lo que es tradicionalmente atribuido a los varones y mujeres, son considerados como conductas desviadas y fuera de la norma, siendo condenadas fuertemente por todas las instituciones sociales y políticas existentes, ya que estas actitudes ponen en tela de juicio la heterosexualidad, que es una de las bases más firmes que dan permanencia y validez a las estructuras patriarcales.”

En las últimas décadas gracias a la lucha feminista y de los colectivos LGTTBI se ha demostrado que el orden impuesto por el patriarcado es una construcción social posible de ser transformada, que no es natural, ni inamovible, que ha venido siendo objeto de cambios reconociendo paulatinamente que las mujeres y las personas de la diversidad sexual son sujetos de derechos humanos y merecedores de una vida digna, libre de violencia.

Sin embargo, debido a su fuerte y antigua implantación en las estructuras sociales, económicas y culturales cito “ciertas estructuras patriarcales persisten y adquieren gran fuerza a través de procesos e instituciones considerados como legítimos, como la globalización, el neoliberalismo económico, las empresas transnacionales, la política y el Estado moderno. Éstos expanden e implantan ciertas ideas y actitudes en la sociedad, que continúan manteniendo a las mujeres en situaciones de mayor desventaja, pobreza y exclusión, incluso en las sociedades consideradas como más “avanzadas”.”

En la teoría de género se sostiene que los roles asignados socialmente a mujeres y varones son susceptibles de ser modificados; no son características fijas y naturales de cada sexo.

“El sexo viene determinado por la naturaleza, una persona nace con sexo masculino o femenino. En cambio, el género, varón o mujer, se aprende, puede ser educado, cambiado y manipulado”.

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