Clara Jusidman*
Las mujeres con mayor riesgo de sufrir violencia viven en zonas urbanas, tienen entre 15 y 34 años, cuentan con educación media superior y superior, son solteras, no son indígenas y el ámbito donde son más agredidas es el comunitario
Al revisar los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de los Hogares (ENDIREH) para 2021, es evidente que la cultura dominante en los estados es un factor determinante en la prevalencia de la violencia contra las mujeres.
Las mujeres con mayor riesgo de sufrir violencia viven en zonas urbanas, tienen entre 15 y 34 años, cuentan con educación media superior y superior, son solteras, no son indígenas y el ámbito donde son más agredidas es el comunitario. Entre 2016 y 2021 la violencia sexual y la violencia en el ámbito comunitario fueron las que más aumentaron. Para 2021, Sinaloa, Zacatecas y Tamaulipas, tres entidades con amplia presencia de carteles y bandas de narcotraficantes, aparecen sorprendentemente con bajos niveles de prevalencia de violencia contra las mujeres. Por el contrario, Querétaro, el Estado de México y la Ciudad de México registran los mayores niveles de prevalencia.
La encuesta, que realiza el Instituto Nacional de Estadística (INEGI) cada cinco años, obtiene información sobre varios tipos de violencia ejercidas contra las mujeres: psicológica, física, sexual, económica o patrimonial, así como por ámbitos donde esta ocurre: escuela, trabajo, comunidad, en la familia y en la pareja. En esta ronda de la encuesta incluyeron la violencia digital. Llama la atención que Chiapas, un estado con un alto porcentaje de población indígena (28% comparado con 6.1% a nivel nacional), presenta los más bajos niveles de prevalencia de violencia contra las mujeres, en todos los ámbitos mencionados.
En territorios con presencia de culturas indígenas, con un fuerte sentido de colectividad, al parecer las mujeres experimentan menos violencias en comparación con ámbitos urbanos. Sin embargo, Guerrero se ubica entre los estados con mayores tasas de feminicidios. Por su parte, Yucatán registra niveles por encima del promedio nacional en varios tipos y ámbitos de la violencia contra las mujeres.
En la Ciudad de México y el Estado de México, por su parte, predomina una cultura individualista, hay hacinamiento en las casas y en las calles, y las mujeres transitan con mayor frecuencia en los espacios públicos como escuelas, transporte público, centros de trabajo y comerciales. Es más difícil identificar a los agresores y esto aumenta la impunidad.
En los estados del centro y sur del país destaca la prevalencia de la violencia que experimentan las mujeres en los ámbitos familiar y de pareja. Se trata de “actos abusivos de poder u omisión intencional, dirigidos a dominar, someter, controlar o agredir de manera física, verbal, psicológica, patrimonial y sexual a las mujeres…” (ENDIREH), realizados por personas agresoras que son conocidas, cercanas y están relacionadas con las mujeres agredidas. Posiblemente la cultura machista y los menores niveles de escolaridad dominan en ese territorio.
En cambio, en el noreste del país, en Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Zacatecas, así como en Baja California y Baja California Sur actualmente es baja la prevalencia de violencia en el ámbito familiar. En Nuevo León, Tamaulipas y las Baja Californias también lo es en la violencia proveniente de las parejas.
Los datos que llaman más la atención son los ya mencionados: bajos niveles de prevalencia de violencia contra las mujeres en Sinaloa, Zacatecas y Tamaulipas, pues son estados controlados por el crimen organizado. En Sinaloa domina el Cartel de Sinaloa y hay presencia de la organización de los Beltrán Leyva. En Tamaulipas y Zacatecas se encuentran tanto del Cartel de Sinaloa como el de Jalisco Nueva Generación, además de los Zetas y el Cartel del Golfo (Lantia Intelligence).
Una hipótesis respecto de lo observado en Sinaloa y Tamaulipas es que existe una especie de paz narca: un control ejercido por un cartel fuerte que fija límites a las relaciones de violencia en la comunidad y contra las mujeres. Se trata de los territorios donde viven sus mujeres, sus familias y sus amigos; donde estos asisten a las escuelas, a los centros comerciales, a los espacios públicos.
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De acuerdo con datos del INEGI entre 2011 y 2021 los homicidios han disminuido en esos dos estados. Si las tasas de incidencia en delitos del fuero común también fueran bajas, sería más evidente que los carteles de la droga se han convertido en gobiernos paralelos.
Es indudable que la prolongada presencia y la expansión de la delincuencia organizada en el territorio nacional tienen un efecto creciente en la cultura del país. Impactan la vida y el bienestar de las mujeres. Amplían las modalidades y los ámbitos de violencia en su contra como es su desaparición y explotación por las redes de trata, el ser usadas por sus familias con fines de movilidad social, convirtiéndolas en parejas atractivas para los narcodelincuentes, o incluso, el ser usadas por las autoridades para doblegar a los criminales o adjudicándoles crímenes que no cometieron.
La violencia contra las mujeres que utiliza medios digitales tiene un impacto cultural aún desconocido. Es parte del cambio de época que estamos viviendo.
*Publicado: Animal Político, 6/03/2023