El laberinto de la pandemia ocasionada por la aparición del COVID-19, SARS-CoV-2, se convirtió en un monstruo de mil cabezas que exigió levantar un cuidadoso mapa de ruta. Curiosamente una guía y una agenda de la que se mantuvo ausente una Comisión Legislativa conformada por Senadores y Diputados a la LXIV Legislatura al Congreso de la Unión para acompañar lo que se ha llegado a reconocer como el suceso de proporciones trágicas y inéditas.
El COVID-19 ha convertido al mundo en un verdadero pandemonio, lo que significa un lugar ruidoso y estridente, tumultuoso y confuso, de desorden y caos, invocando a un espacio en los infiernos y el orden local, nacional, hemisférico, global, más allá de las fronteras de una moderna Babilonia.
La aparición del virus rompió las fronteras del siglo xiv y xv, el xvi y xvii, rompió las fronteras del xviii, xix y xx, las novelas de Albert Camus como La Peste, La muerte escarlata de Jack London. Opus Nigrum de Margarite Yourcenar, hasta La noche quedó atrás sobre la pandemia del fanatismo político de Jan Valtin.
Virus, coronavirus, mutaciones, contagios, cepas, vacunas, epidemia, pandemias forman los vocablos más socorridos en el lenguaje del siglo xxi, subrayan el binomio de los años 20-21 como el umbral a los que le siguen. El COVID ocupa un sitio preferencial en la nomenclatura electoral y política, que acompasa el triunfo y la derrota política. Además de que anuncia la ruptura con un viejo régimen y el advenimiento de otro, la entronización del capitalismo financiero y de la bancarización.
El COVID es sinónimo de la inducción voluntaria al paro económico, del confinamiento y distanciamiento social, de la soledad, el desempleo y la renuncia voluntaria de la compañía humana, esa experiencia de la que aún no se toma el peso e impacto del contagio y la muerte de miles.
El eje de una nueva conversación, el pretexto para el desencuentro o el encuentro, la renuncia, la manipulación, la escalada económica, política y social, el vuelo al heroísmo médico, al sacrificio personal y familiar la ventana hacia un nuevo mundo.
Al COVID lo acompaña la pobreza, la precariedad, la reducción de la condición de la dignidad humana que se asocia a la lucha por el poder y a la riqueza, Es la rendija por la que se escurre la purulenta corrupción, el infeccioso resentimiento, los contagiosos, efectos infecciosos de la ambición y de la megalomanía.
Existe y coexiste en una atmósfera que se recrea en el miedo, del sueño de los derechos y de las libertades, entre miserables o heroicas condiciones que lo mismo anuncian esa nueva oportunidad o su decapitación. Se ha dicho y se ha escrito entre la frivolidad y el drama que el COVID es el preludio de un nuevo mundo y no la vuelta a una normalidad degradante de abusos e ineficacias.
También viene acompañado de prodigios humanos y científicos, de innovaciones y avances tecnológicos, de advertencias y rutas que cierran el retorno, a la opacidad, desinformación, la violencia, discriminación, desigualdad, abusos, despojo de derechos en el marco de una armonía mundial que sigue la vía de la multilateralidad, multiculturalidad, multipluralidad.
Con el COVID asoma la innovación médica y sus identificaciones con pruebas, aparatos, respiradores, oxigeno, cubrebocas, máscaras, medicamentos, vacunas, todas producciones que han superado el vértigo de tiempo de exigencia de la producción convocando a la unidad científica.
Estamos en una estación también del adiós, de la pérdida, del dolor, de la toma de consciencia de todas las conciencias y de las responsabilidades que no tienen regreso y sí una aguda sensación de abandono y separación que no acabamos de asimilar y por lo tanto comprender.
Estamos en el peor de los infiernos, de purgatorios y paraísos, todos dantescos que exigen de toda voluntad e imaginación humana a fin de construir esa otra normalidad en la que estemos representados todos. Estamos en la oportunidad en la que no tiene cabida el miedo, el engaño, la omisión, la falta del compromiso solidario y colectivo que nos debemos.
No hay plazo para la contabilidad que hace su registro de muertes y contagios, de hambre y de violencia, regateo de información, transparencias, acuerdos y representación. ¿Vamos a una nueva era? ¿Consideramos las experiencias del pasado? ¿Estamos repensando un mundo de derechos y representativo de la diversidad? ¿Cómo estamos escriturando el futuro?