Más de tres mil quinientos kilómetros de frontera, una vecindad que se distingue por sus fuertes lazos e intercambios culturales, la experiencia de una economía intensa e interdependiente, una dinámica de migración, asuntos de seguridad nacional crimen organizado, terrorismo, más un paquete de intereses multilaterales, refuerzan la importancia del relevo presidencial en Estados Unidos por Joe Biden y un discurso que no debe pasar inadvertido para las elites económicas, políticas y académicas como tampoco para los millones de mexicanos avecinados en el país del norte ni por aquellos con familias por todo el territorio y receptores de divisas.
El cambio presidencial entre demócratas y republicanos no es un asunto más ni menor en el ajedrez geopolítico, la entronización del espacio, transformaciones en las fuentes de energía, las rutas de la ciencia, de las tecnologías, de la innovación, energías renovables, el desarrollo sustentable, cambio climático, el ciber espacio y la aventura espacial, además en un marco de crisis capitalista de acento financiero.
Se ha dicho que los intereses del gobierno norteamericano no están en el hemisferio, sino en el oriente y medio oriente, sin embargo, la ubicación de Estados Unidos en el continente americano donde también se ubican Venezuela, Brasil, Argentina y México, países con economías de importancia mundial y con mercados relevantes de materias primas y productores de bienes manufacturados y de consumo.
La transmisión del Poder Ejecutivo de Estados Unidos cursa por un terreno accidentado como el de las denuncias de fraude por el candidato perdedor, el llamado a la sedición y la toma del Capitolio por las huestes de Donald Trump que con garras y dientes se resiste a dejar la Casa Blanca y se robustece para dinamitar el Estado de derecho, el orden constitucional con los intentos de torpedear el establishment que produce la alarma de todo el sistema a los ojos del mundo.
No hay desperdicio en el primer discurso de un poco más de una hora del presidente Joe Biden. No sólo da respuesta al contexto que vive el país y el mundo, sino que apunta más lejos a la estabilidad fundada en la unidad surgida si bien de las diferencias que se expresan en una democracia en la que se cristalizan los derechos y las oportunidades, la equidad y la igualdad y visible como la gran lección cívica.
Biden le habló a su país, a sus connacionales, pero también al mundo, a Latinoamérica, convocó a la unidad y a la estabilidad.
Ante el poder constituido de Estados Unidos, de los representantes internacionales invitados, trabajadores de los medios de comunicación, de artistas, sindicalistas, académicos, empresarios, con la levedad y firmeza de la transparencia y espíritu de trascendencia y bajo el conjuro de las transformaciones y la unidad, abrió los portales de su gestión: “este es el día de la democracia, un día de historia y esperanza, de renovación y determinación. A través del crisol de los años, Estados Unidos cada vez ha sido sometido a pruebas, y ha enfrentado los desafíos. Hoy celebramos el triunfo, no de un candidato, sino de una causa, la causa de la democracia. El pueblo, la voluntad del pueblo, ha sido escuchada, y la voluntad del pueblo ha sido atendida”.
En la luminosidad de la mañana y con la fuerza de las convicciones legales, sostuvo el presidente número 46: “otra vez hemos aprendido que la democracia es preciada”, para reconocer que también “la democracia es frágil. Y en este momento, amigos míos, la democracia ha prevalecido”. Emotivo y profundo juicio de una historia en la que prevalece la vocación de un pueblo que finca su razón de ser en el cumplimiento de la ley.
Escuchándose a si mismo, envuelto en la serenidad de los pocos años a venir, habló a los otros y también a esa mayoría de sus compatriotas y tocó el centro. Dijo “por eso ahora, en este suelo sagrado, donde apenas hace algunos días la violencia trató de sacudir los cimientos mismos del Capitolio, nos unimos como una nación con Dios, indivisible, para llevar a cabo la transferencia pacífica del poder, como lo hemos hecho por más de dos siglos. Al mirar hacia adelante en nuestro sendero tan únicamente estadounidense, inquieto, audaz, optimista, ponemos nuestra mirada en la nación que sabemos qué puede ser y qué debemos ser”.
Como si con las palabras se conjurara la peligrosidad de las escaladas ambiciosas, de los tiempos amenazantes, invitó a acelerar el paso con urgencia para atender lo mucho que hay que hacer del invierno, de peligro, pero también de posibilidades, restauraciones, construcciones y de mucho para ganar. Ha puesto la mirada en los retos que se han enfrentado antes los estadounidenses. La mirada en las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, los miles de casos de justicia perdidos, los gritos de la demanda de la justicia racial y la emergencia del extremismo político, la supremacía blanca, el terrorismo doméstico que se debe enfrentar y derrotar.
No hubo omisión en el primer mensaje del presidente Biden, no faltó el acento en la tensión ambiental al recordar “un grito por la supervivencia surge del propio planeta. Un grito que no puede ser más desesperado o estar más claro, y ahora el surgimiento del extremismo político, la supremacía blanca, el terrorismo doméstico que debemos enfrentar y que derrotaremos y que recogió todos los aplausos”.
Cruza el mesurado discurso de Joe Biden en el ánimo para superar los desafíos, restaurar el alma y asegurar el futuro de Estados Unidos, para lo que se requiere de algo más que palabras. En la mira presidencial lo más “esquivo de las cosas en una democracia, la unidad”. Recordó que en “otro enero de 1863, Abraham Lincoln firmó la Proclama de Emancipación y dijo “si mi nombre alguna vez entra en la historia, ha de ser por este acto, en el que he puesto mi alma entera”.
Joe Biden en la presidencia acompañado de la vicepresidenta por Kamala Harris, sellaba el futuro, apuntaba no sólo sobre la estabilidad de Estados Unidos sino del mundo y con la responsabilidad del Estadista. Para Biden la alternativa esta en la unidad y “por ello ha puesto en la unidad mi alma entera. Hoy, en este enero, mi alma entera está puesta en esto: poder unir a Estados Unidos, unir a nuestro pueblo, unir a nuestra nación. Y le pido a cada estadounidense que me acompañe en esta causa”.
La formula es “unirse para combatir a los enemigos que enfrentamos, la ira, el resentimiento y odio, el extremismo, la anarquía, la violencia, la enfermedad, la falta de empleo y la desesperanza. Con unidad podemos hacer grandes cosas, cosas importantes”. Afirmó que se pueden corregir los errores, emplear a la gente con buenos puestos, superar al virus, premiar al trabajo, reconstruir a la clase media, ampliar la cobertura de salud, conseguir la justicia, hacer de Estado Unidos la fuerza conductora del bien.
Reconoció en su mensaje que las fuerzas que los dividen son profundas y reales, que no son nuevas, y que forman parte de su historia y representan la lucha de la constante ideal estadounidense de igualdad frente a la “dura realidad del racismo, el nativismo, el miedo, la demonización que nos han separado desde hace mucho”. Cada palabra va más allá de constituir las circunstancias sino de convertirse en una agenda de transformación de un mundo de urgencias y desafíos.
Para Biden se vive el momento histórico de crisis y desafío, en el cual la unidad es el camino a seguir adelante para un país donde nunca ha presentado el fracaso. Ofreció una agenda que tiene como principio el escucharse, voltear la mirada para mirarse el uno al otro, reconocerse, respetarse, que es “la política no tiene porque ser un incendio furioso, destruyendo todo a su paso. Cada desacuerdo no tiene porque ser la causa de una guerra total. Y debemos rechazar la cultura en que los hechos propios son manipulados, e incluso creados artificialmente”.
Mostró su confianza de que se puede cambiar, de que se está transformando y ello se demuestra con hechos civiles como es “el paso de valientes mujeres que marchaban en favor del voto y la toma de posesión de la primera mujer en la historia de Estados Unidos elegida para un cargo como este, la vicepresidenta Kamala Harris”. Y selló el momento al reconocer: “aquí estamos, pocos días después de que una turba desenfrenada supusiera que podía recurrir a la violencia para silenciar la voluntad del pueblo, para frenar el obrar de la democracia, para sacarnos de este territorio sagrado. Y eso no ocurrió. Y nunca ha de ocurrir. Ni hoy día, ni mañana. Ni jamás. Nunca jamás”.
“Eso es la democracia. Eso es Estados Unidos. El derecho a disentir pacíficamente, con las protecciones de nuestra república, es quizá la mayor fuerza de esta nación. Pero escúchenme claramente, el desacuerdo no debe llevar a la desunión. Y les prometo esto, seré un presidente para todos los estadounidenses, todos los estadounidenses. Y les prometo que lucharé tan arduamente por los que no me apoyaron como por los que sí lo hicieron”.
En las definiciones de la agenda, los ideales, las coincidencias preguntó sobre “¿Cuáles son los objetos comunes que amamos como estadounidenses, lo que nos define como tales? Y por la ruta de los principios y valores como la: oportunidad, seguridad, libertad, dignidad, respeto, honor y, la verdad”. Recordó que “cada uno de nosotros tiene un deber y una responsabilidad como ciudadanos, como estadounidenses, y especialmente como líderes, líderes que han prometido honrar nuestra Constitución y proteger nuestra nación, defender la verdad y derrotar las mentiras.
La solución de los problemas, para Biden. no está en retirarse en facciones rivales, la desconfianza y se debe dar fin a “esta guerra incivil que enfrenta a los rojos contra los azules, al mundo rural contra el urbano, a los conservadores contra los liberales. Podemos hacerlo si abrimos nuestras almas en vez de endurecer nuestros corazones”. Conminó a la tolerancia y humildad, a la solidaridad y advirtió que se adentran en lo que puede ser el período más duro y mortal del virus. Convocó a enfrentar la pandemia como una nación e invitó a superar el reto juntos.
Se comprometió a que Estados Unidos sea un socio fuerte y confiable para la paz, el progreso y la seguridad e instó a honrar con un minuto de silencio a los 400 mil fallecido por la pandemia, debido a un virus furioso, una creciente desigualdad, el aguijón del racismo sistémico, la crisis del clima. Resaltó que el papel de Estados Unidos en el mundo es de responsabilidades, para preguntarse ¿Cumpliremos con nuestras obligaciones y transmitiremos un mundo nuevo y mejor a nuestros hijos? Creo que debemos. Se comprometió a defender la Constitución y la democracia.
“Mantendré todo lo que hago a su servicio, no pensando en el poder sino en las posibilidades, no en los daños personales sino en el bien público. Y juntos escribiremos una historia estadounidense de esperanza, no de miedo. De unidad, no de división. De luz, no de oscuridad. Una historia de decencia y dignidad, amor y sanación, grandeza y bondad”.