Cita del libro de Jorge Luis Borges, Historia Universal de la infamia, Alianza Editorial

Autor Congresistas
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Monocles

Tanger, mi perrita pastor alemán de 11 años, a lo largo del tiempo, desde la edad de dos meses en la que llegó a casa, ha demostrado y reafirmado sus rasgos de carácter, los de su raza, protección, nobleza, lealtad y valor, pero también una gran inteligencia y sensibilidad que disfruto. Tanger se impone a la mirada, no se excede, sólo rompe en furia ante los ladridos de los perros pequeños como los chihuahua. Tanger estalla en chillidos y gruñidos y con una semántica de celos cuando otros perros se acercan y a manera de avisos de que me cuida. Tiene la cara negra, la estampa y la mirada por la que fluye su inteligencia y amor. Me gusta honrarla y agradecerle cuando disfrutamos del paseo sin toparnos con otro animalito.

Es un Dios inmutable, pero su imagen proyectó nueve sombras que, condescendiendo a la acción, dotaron y presidieron un primer cielo. De esa primera corona demiúrgica procedió una segunda, también con ángeles, potestades y tronos y estos fundaron otro cielo más abajo que era el duplicado simétrico del inicial. Ese segundo conclave se vio reproduciendo uno terciario y ése en otro inferior, y hasta 999. El señor del cielo del fondo en el que rige sombra de otras sombras y su fracción de divinidad tiende a cero. (Historia Universal de la infamia, Jorge Luis Borges, Alianza Editorial)

Con su grandioso proyecto jurídico, Justiniano consiguió atraerse, de un plumazo, la atención de sus súbditos, tanto entre las filas de las élites como de las personas del pueblo llano. Su iniciativa fue muy inteligente, ya que, gracias a ella declaraba ser a un tiempo un gobernante justo y un emperador con plena capacidad de control sobre los engranes del poder. No obstante, el grado de detalle con el que se elaboran las leyes surgidas de este ciclópeo proceso de recopilación sugiere que el ejercicio no fue una táctica fundada por entero en el cálculo político. (Estambul. la ciudad de los tres nombres, Bettany Hughes, Editorial Critica)

Siempre que hacemos uso de la expresión <<racional>> suponemos una estrecha relación entre racionalidad y saber. Nuestro saber tiene una estructura proposicional; las opiniones pueden exponerse explícitamente en forma de enunciados. Voy a presuponer este concepto de saber sin más aclaraciones, pues la racionalidad tiene menos que ver con el conocimiento o la adquisición de conocimientos que con la forma en que los sujetos capaces de lenguaje y de acción hacen del conocimiento. En las emisiones o manifestaciones lingüísticas se expresa explícitamente un saber, en las acciones teleológicas se expresa una capacidad, un saber implícito. (Teoría de la acción comunicativa. Racionalidad de la acción y racionalidad social, Volumen I, Jürgen Habermas, Editorial Taurus)

Ese mismo día, un poco más tarde, junté unas cuantas cosas del apartamento, las puse en el carro y las lleve a Progress Avenue en la octava zona censada. No estaba completamente lúcida, recuerdo que incluso que entonces era consciente de ello, pero en eso no me detuve. Vendí platos, ropa, sábanas, ollas, cacerolas, sabe Dios cuántas cosas más, todo lo que cayó en mis manos. Sentí alivio al deshacerme de todo y en cierto modo reemplacé así las lagrimas. (El país de las últimas cosas, Paul Auster, Booket)

Era en pleno verano. Shunsuké no recibía visitas por la mañana, durante la cual, si le apetecía, trabajaba. Cuando no se sentía con ánimos para ello, escribía cartas o se tendía en una tumbona que había ordenado colocar a la sombra de los árboles y leía, o ponía el libro con las tapas hacia arriba sobre sus rodillas y no hacía nada, o llamaba a la sirvienta con una campanilla y le pedía una taza de té, o, si la noche anterior no había podido dormir lo suficiente, dormitaba un rato con la manta subida hasta el pecho. Pese a que ya habían transcurrido cinco años desde que dejó atrás los sesenta, no tenía nada a lo que pudiera llamar una afición. A decir verdad, en cuestión de aficiones era más bien escéptico. Carecía totalmente de interés por la relación objetiva entre sí mismo y el prójimo, que sería el requisito indispensable de una afición. Esta falta absoluta de objetividad, junto con la relación compulsiva y mal organizada entre su interioridad y el mundo exterior, dotaba a sus obras, incluso las de madurez, de frescura y candor, pero, por otra parte, le hacía sacrificar los verdaderos elementos de la narración, tales como los incidentes dramáticos que surgían del choque entre las formas de ser de los personajes, las descripciones cómicas, la delineación del carácter humano y los antagonismos entre el personaje y sus circunstancias. A ello se debía que ciertos críticos muy cicateros todavía dudaran en considerarle un gran escritor (El color prohibido, Yukio Mishima, Alianza Editorial)

¡Qué curiosos son los enigmas que nos ofrece la política! Todos los días los titulares de los periódicos nos sorprenden y escandalizan. A diario tenemos noticia de fraudes, argucias, trampas, protagonizadas por directivos de empresas, de nuevos embustes, robos, crueldades, incluso asesinatos perpetrados por dirigentes gubernamentales. No podemos evitar preguntarnos que fallos puede haber en la cultura, la educación, la religión o la circunstancia histórica que expliquen el ascenso de los malévolos, déspotas, codiciosos banqueros de Wall Street y empalagosos barones de petróleo. Es cierto, cómo dijo Casio de Shakespeare, qué ¿la culpa la tienen nuestras estrellas sino nosotros mismos? ¿O, más concretamente quienes nos gobiernan? ¿La mayoría nos conformarnos con creerlo así? Y sin embargo la verdad es muy diferente. (El manual del dictador- Buce Bueno de Mesquita, Alastair Smith, Editorial Siruela)

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