Entrevista Doctora Gina del Carmen Chapa Koloffon

Autor Congresistas
1.6K Vistas

Óscar Negrete Reveles

Perspectivas desde la salud

Hoy estamos con la Doctora Gina del Carmen Chapa Koloffon, quien nos obsequia esta entrevista para un mejor entendimiento y perspectiva de algunos temas de salud mental.

La doctora Chapa es Médica Cirujana egresada de la UNAM, con especialidad en Psiquiatría por la UNAM y subespecialidad en Psiquiatría Infantil y del Adolescente por el Hospital Psiquiátrico Infantil Dr. Juan N. Navarro.

Actualmente cursa la maestría en Ciencias de la Salud por el IPN y es Médico adscrito al Departamento de Investigación Clínica del Hospital Infantil de México Federico Gómez. Cuenta con nueve artículos publicados en revistas indexadas nacionales e internacionales, así como diversas participaciones en capítulos de libros sobre salud mental.

Sus principales líneas de investigación incluyen la distribución de los recursos humanos para la atención de la salud mental en México, el impacto del COVID-19 en la salud mental de adultos, niños y adolescentes, y la salud mental de los médicos residentes.

Sin mayor preludio, doctora, le agradecemos su tiempo y procedemos con nuestras preguntas:

¿Hay algún diagnóstico o, mejor dicho, estadística que nos arroje un diagnóstico sobre el estado de la salud mental en México? Sobre todo, ¿en cuanto a prevención, suficiencia y calidad de la atención especializada en enfermedades mentales?

Según el Mental Health Atlas 2020, publicado por la OMS, el porcentaje del presupuesto total para gastos de atención de la salud que se dedica a la atención de la salud mental es de 1.8%, del cual la mayoría se destina a los hospitales psiquiátricos. En el país hay 40 hospitales psiquiátricos, con una tasa de 2.8 camas por cada 100,000 habitantes y únicamente un hospital psiquiátrico infantil con una tasa de 0.21 camas por cada 100,000 habitantes. Respecto a las políticas de prevención, en México se cuenta con programas nacionales para la prevención del suicidio, para favorecer el desarrollo infantil temprano, para la prevención y promoción de la salud mental en las escuelas, y para la atención de la salud mental en casos de desastre, sin embargo no se cuenta con programas específicos para la sensibilización respecto a temas de salud mental, promoción de la salud mental materna/paterna ni de salud mental en el trabajo.

En 2012, 2016 y 2018 tuve el honor de participar en una línea de investigación acerca del número y distribución geográfica de los médicos psiquiatras en el país. En 2018 se reportó que en el país hay 4634 médicos psiquiatras, con una tasa de 3.71 por cada 100,000 habitantes, y 365 médicos especialistas en psiquiatría infantil y de la adolescencia. Se encontró también que existe una distribución desigual de estos especialistas en el país, ya que alrededor del 60% de todos los psiquiatras ejercen en las tres mayores ciudades de México.

Es evidente que tanto el número de especialistas en salud mental como los recursos materiales y de infraestructura resultan insuficientes y mal distribuidos para la atención de la población. Esta situación ha ocasionado que el poder acceder a una atención psiquiátrica adecuada en México resulte más un privilegio que un derecho para muchas personas. Existe actualmente la estrategia de fortalecer la atención comunitaria de la salud mental, en lugar de un modelo hospitalario. Para este fin, se está capacitando a médicos no especialistas en psiquiatría de todo el país para que puedan detectar y atender dentro de la misma comunidad los problemas de salud mental que no ameriten la atención inmediata de un psiquiatra, de esta forma se espera que más personas puedan acceder a la atención y disminuir los gastos derivados de la misma.

¿Cuáles son las enfermedades mentales más comunes en México? ¿podemos dividir esa clasificación en grupos etarios géneros y ocupaciones? De ser así, ¿cuál es el panorama en el país?

Es importante mencionar que la última Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica en adultos fue realizada en 2003, por lo que naturalmente esta información necesita ser actualizada. En ese estudio se reportó que los trastornos mentales más frecuentes fueron los trastornos de ansiedad, específicamente las fobias, los trastornos por uso de sustancias, específicamente las relacionadas al consumo de alcohol, y la depresión. Los trastornos más comunes en las mujeres fueron las fobias social y específica y la depresión, mientras que en los hombres fueron los problemas relacionados con el consumo de alcohol y trastornos de la conducta. La OMS reportó un incremento en la prevalencia mundial de ansiedad y depresión mayor al 25% en comparación con los niveles observados antes de la crisis de COVID-19. Específicamente en México la prevalencia de depresión fue nueve veces mayor a principios de 2020 que en 2019, mientras que la prevalencia de ansiedad se duplicó. Según el INEGI, en 2022 el suicidio fue la cuarta causa de muerte en el grupo de edad de 10-14 años, y la tercera causa en el grupo de 15-24 años. La tasa de suicidios en el país por cada 100,000 habitantes fue de 6.4, la tasa en hombres fue de 10.7 y en mujeres fue de 2.3. Estas tasas son discretamente menores a las registradas en 2021, pero son mayores a las observadas antes de la pandemia.

Con esta información podemos decir que la prevalencia de los problemas de salud mental y la conducta suicida en México tiene un patrón similar al observado en otras partes del mundo: las mujeres jóvenes reportan con mayor frecuencia síntomas de ansiedad y depresión, y los hombres tienen mucho más riesgo de suicidio. Esto está relacionado con el estigma que existe principalmente en los hombres alrededor del cuidado y la atención de la salud mental. También se puede observar que la pandemia tuvo un impacto negativo en la salud mental.

¿Qué tipo de alimentación es la más recomendable para mantener la salud mental?

El tipo de alimentación que ha mostrado más evidencia para prevenir el desarrollo de enfermedades neurológicas, psiquiátricas y cardiovasculares es la dieta mediterránea, junto con un estilo de vida moderado y activo. Esta dieta se caracteriza por un consumo abundante de alimentos frescos, mínimamente procesados, el uso de aceite de oliva como fuente principal de grasa, un consumo entre moderado y alto de pescados y mariscos, un consumo moderado de huevo, carne de aves, lácteos y vino tinto durante las comidas, y un consumo bajo de carne roja, grasas saturadas y harinas refinadas. Este estilo de alimentación es rico en antioxidantes y ácidos grasos que se han relacionado con beneficios para el buen funcionamiento del cerebro y con un buen estado de ánimo.

Se han realizado estudios que demuestran los beneficios de algunos suplementos alimenticios para la salud mental. Los que han mostrado mayor evidencia son los antioxidantes como tocoferoles y flavonoides, los ácidos grasos Omega 3, la vitamina D y B, así como los probióticos, principalmente Lactobacillus helveticus y Bifidobacterium longum. Estas sustancias pueden ser ingeridas en la dieta, sin embargo, las cantidades que se requieren para lograr los beneficios neuro protectores muchas veces son difíciles de alcanzar de esta manera.

Por la avanzada edad del presidente Joe Biden en los EEUU, muchas voces han cuestionado su competencia mental. ¿Existen estudios para comprobar la agilidad mental y la ¨normalidad¨ del estado mental de una persona? ¿Considera esto necesario para puestos de elección popular? ¿O es algo invasivo?

Existen pruebas estandarizadas que sirven de apoyo para la evaluación del estado mental de una persona. Algunas están diseñadas para brindar información acerca de la presencia o ausencia de síntomas de problemas de salud mental y algunas otras sirven para evaluar algunas habilidades, entre ellas, las funciones cognitivas. Estas pruebas por sí mismas no son suficientes para establecer un diagnóstico psiquiátrico, existen indicaciones y metodologías precisas para la aplicación de cada una y su aplicación debe estar regida por principios éticos que aseguren el respeto a la autonomía de la persona a la que se le realizan.

En México es común que se realice un llamado “examen psicométrico” a las personas que aspiran a acceder a un puesto de trabajo. Estas pruebas suelen evaluar las características de personalidad, la capacidad de adaptación, el cociente intelectual, las habilidades sociales, lógicas y comunicativas de un candidato, con el fin de contratar a la persona más adecuada para determinado puesto. Existen puestos de trabajo que requieren habilidades muy específicas para el óptimo desempeño en el mismo. Yo esperaría que, por ejemplo, a un piloto aviador se le realizara como mínimo una evaluación de la agudeza visual al momento de contratarlo y cada cierto tiempo para asegurar que sigue teniendo la capacidad de desempeñar su trabajo. Los puestos de elección popular también requieren habilidades específicas, como la capacidad cognitiva de tomar decisiones correctamente entre otras, que en mi opinión también tendrían que ser evaluadas en forma inicial y cada cierto tiempo.

Existen síntomas que atendemos en nuestros cuerpos, como ciertos dolores, que nos alertan para visitar a un médico a tiempo. No obstante, es fácil identificar síntomas orgánicos de dolor, pero no es fácil identificar claramente síntomas de enfermedad mental. ¿Alguna recomendación para saber cuándo es oportuno acudir con un psiquiatra?

Claro, el problema de los síntomas emocionales es que muchas veces son muy subjetivos y e inespecíficos, es decir, pueden ser “normales” en determinadas circunstancias, o estar presentes en otros tipos de enfermedades.

Un criterio que tienen en común la mayoría de los problemas de salud mental es que se relacionan con alteraciones en el funcionamiento normal de la persona que los padece, o bien producen un malestar clínicamente significativo. Frecuentemente las personas solicitan ayuda hasta que los síntomas ya son demasiado difíciles de tolerar, lo cual muchas veces retrasa el diagnóstico y el tratamiento.

Algunos síntomas que deberían alertarnos acerca de nuestra salud mental o de otras personas adultas incluyen preocupaciones o miedos excesivos, cambios en el estado de ánimo como sentirse muy triste o muy eufórico, tener la sensación de no poder concentrarse o controlar los propios pensamientos o impulsos, cambios en el patrón de sueño, en el apetito o en la respuesta sexual, cambios drásticos en la conducta o en el aseo personal, problemas relacionados con el consumo de alcohol u otras sustancias y, por supuesto, ideas o conductas suicidas o auto lesivas.

En el caso de los niños y adolescentes, adicionalmente tendríamos que poner atención a cambios drásticos en el desempeño escolar, miedo intenso a dormir o acudir a la escuela, pesadillas o rabietas frecuentes, conductas desafiantes o agresivas, hiperactividad e impulsividad.

¿Puede compartirnos algo de su experiencia sobre adicciones en menores de edad y enfermedades mentales?

Con gusto. Creo que hay que considerar que en la mayoría de los casos atender a un niño o adolescente por un problema de salud mental sea cual sea, implica necesariamente conocer e intervenir en su núcleo familiar. En muchas ocasiones la intervención que tiene más impacto en el pronóstico del paciente es la psicoeducación hacia los cuidadores primarios, principalmente acerca de aspectos relacionados con la crianza, como el manejo de límites y la importancia de tener una convivencia familiar libre de violencia, en donde se dedique a los menores un tiempo de calidad, ya que en nuestro país muchos cuidadores tienen que trabajar fuera de casa y no pasan tiempo con los menores. Este aspecto es fundamental al hablar acerca de los trastornos por uso de sustancias en niños y adolescentes. En el Hospital Psiquiátrico Infantil Dr. Juan N. Navarro, que es el principal centro de atención de problemas de salud mental en niños y adolescentes del país, la edad promedio de los pacientes con problemas relacionados con el uso de sustancias es de 15 años, y las sustancias más frecuentemente reportadas como de mayor impacto son el alcohol, la marihuana y las metanfetaminas. Existen estudios que indican que el consumo de opiáceos, heroína, cocaína, crack, marihuana y alcohol aumentó significativamente en adolescentes de entre 15 y 17 años durante la pandemia. Llama la atención que, contrario a lo que se podría suponer, los adolescentes de mayor estatus económico han mostrado un mayor consumo de marihuana y alcohol, así como un mayor incremento en el consumo de sustancias durante la pandemia. Esto podría explicarse en parte por la mayor facilidad para adquirir estas sustancias.

A partir de la pandemia incrementó la cantidad de pacientes que solicitaron atención, particularmente mencionaría a los adolescentes, que vieron frustrada su importantísima etapa de socialización debido a las medidas de aislamiento. Con frecuencia mostraban síntomas ansiosos, depresivos y varios incrementaron su consumo de sustancias. También se debe destacar que en esa época se incrementó la violencia intrafamiliar, muy probablemente asociado también a la situación de confinamiento.

Personalmente, creo que es muy interesante que la gran mayoría de los niños y adolescentes que consumen alcohol y/u otras sustancias tienen al menos una comorbilidad psiquiátrica que no había sido diagnosticada, como depresión, ansiedad o trastorno por déficit de atención, hiperactividad e impulsividad. Eso tendría que hacernos reflexionar sobre la importancia de realizar diagnósticos tempranos para evitar el consumo de sustancias como consecuencia de otros problemas psiquiátricos. Los problemas de consumo de sustancias tendrían que estudiarse considerando el contexto biopsicosocial, en el que muchas veces es necesario modificar el ambiente familiar y social del paciente para lograr una recuperación total, lo cual muchas veces es complicado en nuestro país, por lo que considero que es más estratégico dedicar la mayor parte de los esfuerzos a estrategias de prevención y/o aplazamiento del primer consumo.

¿Qué recomendaciones de política pública tiene para mejorar el estado de la salud pública mental en México?

Creo que dentro de todas las consecuencias negativas de la pandemia, algo valioso que surgió fue que comenzó a normalizarse el hablar acerca de la salud mental y se destacó su importancia. Las mejores políticas públicas en salud son las enfocadas en la prevención, por lo que es importante tener programas de sensibilización e información acerca de la salud mental para disminuir el estigma, así como promover y favorecer estilos de vida saludables que se han asociado con una disminución del riesgo para desarrollar problemas de salud mental como realizar actividad física, fortalecer las redes de apoyo social y evitar el aislamiento mediante la creación de espacios seguros para este fin, así como identificar poblaciones particularmente vulnerables para realizar intervenciones preventivas dirigidas. Creo que también es necesario promover la detección oportuna de problemas de salud mental en escuelas, centros de salud y centros de trabajo, así como realizar más investigación para tener una visión más clara acerca de la prevalencia actual de los trastornos psiquiátricos, así como de la disponibilidad y distribución de los recursos humanos y físicos para la atención de la salud mental.

Artículos Relacionados