Entrevista al consejero electoral,
Mtro. Arturo Castillo Loza 2da parte

Autor Congresistas
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Conversaciones con los consejeros y consejeras electorales

(SEGUNDA PARTE)

Arturo Castillo Loza: democracia, representación, partidos e información, y financiamiento.

Comunicar en una democracia es educar, caminar, incluirse en la diversidad de poblaciones en un territorio de derechos y de vibrante pluralidad.

De sobra conocemos que vivimos una de las elecciones más grandes y complejas de la historia y que además su desarrollo es nuestra responsabilidad. El voto conjuga una serie de derechos humanos, como son la información, transparencia, rendición de cuentas, participación, acceso a la justicia y a la gestión de políticas en condiciones de equidad de las políticas, vía institucional. Esta información es un instrumento de la democracia y para ella.

En compañía del consejero del Instituto Nacional Electoral (INE), Dr. Arturo Castillo Loza, nos asomamos a un proceso electoral, afirmando –en la publicación de la segunda parte de la conversación–, que estamos en un proceso que anuncia una intensa competencia electoral, desde la raíz municipal hasta el ámbito federal para formar el Congreso de la Unión, el Ejecutivo Federal y el orden estatal.
Y, sobre todo, estamos a la vista de un INE fortalecido y abierto al escrutinio y a la participación ciudadana.

CV: ¿Es posible una democracia representativa, sin partidos, ante tanta diversidad, incluyendo la indígena?

Consejero Arturo Castillo (AC): Es correcto y es importante. Quisiera reparar en este tema, ¿es posible una democracia representativa sin partidos políticos? Yo creo que no, sobre todo teniendo poblaciones tan extensas como las que existen actualmente en cualquier estado nacional, ¿no? ¿Cómo obtienes tú como persona física el apoyo de un número significativo de poblaciones millonarias, como las que tenemos ahorita? Millonarias, numéricamente hablando, ojalá fuera en términos reales, pero no, ¿cómo la obtienes?

Necesitas una estructura organizativa y una enorme cantidad de recursos; eventualmente, esas estructuras organizativas se empiezan a institucionalizar y a convertir en organizaciones estables con reglas de selección y de discriminación, también en sentido positivo del término. Digamos que eventualmente van a emular lo que es hoy un partido político. En una población de ese tamaño, es imposible tener democracia representativa sin tener estructuras organizacionales que generen selección de perfiles. Esto significa que, en última instancia, no es posible tener una democracia representativa en las condiciones sociales de la actualidad, sin tener partidos políticos.

CV: ¿Cómo pensar acerca del financiamiento privado o público, Consejero?

AC: El tema de financiamiento de los partidos políticos es un tema muy complejo. El modelo actual que tenemos, mixto, pero con preponderancia pública, nació a finales de los setenta. La reforma 76, 77, que propuso Federico Reyes Heroles y la idea inicial de este financiamiento, de darle una buena cantidad de financiamiento público a todos los partidos políticos tenía que ver básicamente con dos cosas; uno permitir una competencia relativamente equitativa entre el entonces partido hegemónico y los demás partidos chiquitos, que estaban creciendo, y dos, desvincular, o dotar de cierta independencia –lo voy a poner en positivo– a los partidos políticos respecto del poder económico privado.

consejero electoral,
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La primera funcionó muy bien, de hecho, funcionó tan bien, que a raíz de los setenta hemos construido un sistema multipartidista bastante estable. La segunda, es decir, dotar de independencia a los partidos políticos respecto del poder económico privado, no estoy muy seguro de que lo hayamos logrado. Me refiero a lo siguiente, tiene que ver con el sistema de incentivos que estamos generando con nuestro modelo. ¿Qué significa el dinero público para un partido político? ¿Cómo se calcula el financiamiento público? Pues se toma…
CV: Pues, el voto.

AC: Se toma el número de ciudadanos que están inscritos en el padrón electoral por un porcentaje, después se multiplica por el lúmen, la unidad de medidas. Es una cosa muy sencilla. Me refiero a lo siguiente: la fórmula constitucional para calcular el financiamiento de los partidos es que cada persona inscrita en el padrón electoral está aportando una cierta cantidad de dinero para financiar el sistema de partidos.

Es una cantidad realmente muy pequeña, mínima. Las financiamos con los impuestos y es una cantidad muy chiquita la que cada persona está aportando. Ahora, si tú eres un partido político y partes de la idea de que el que paga manda, ¿cómo sabes quién manda? Si tienes un padrón electoral de 98 millones de mexicanos, ¿a quién le haces caso? Millones, que, por otra parte, están compitiendo contra el financiamiento privado en el que hay límites de aportaciones individuales y lo que tú quieras, sí, pero son aportantes perfectamente identificadas. ¿Si tú fueras un partido político, ¿a quién le respondes? Me explico: ¿cuál es la problemática? El modelo de financiamiento que tenemos ahorita tiene ventajas, la ventaja es que sí garantiza la existencia de un sistema pluripartidista en donde los partidos pequeños se pueden mantener funcionando con una base más o menos sólida y seguir compitiendo en relaciones de relativa equidad.

CV: ¿Y las aristas?

AC: Tiene su lado negativo, que es que los incentivos para responderle al votante medio son relativamente bajos. Tiene más incentivos responderle a aquellos financiadores identificados, y esto lo que te genera al interior de un partido es que el incentivo te haga discriminar, digamos, seleccionar más cuidadosamente, a quiénes vas a impulsar para qué cargos. Es un es un incentivo normal del sistema de financiamiento que tenemos.

CV: ¿Cuáles son las alternativas?

AC: ¿Qué pasaría si solamente le diéramos al partido político, a los partidos políticos, financiamiento privado? Con un sistema de fiscalización muy fuerte.

Pasaría un poco lo que pasa en Estados Unidos, agravarías el problema del poder del dinero privado en la política. Pero a cambio tendrías un, como decirlo, un sistema de oferta política mucho más clara porque cada partido político te diría: a mí me financia grupo perenganito o la empresa fulanita o la Cámara zutanita. Entonces, tú como votante, ya sabes que ese partido le va a responder a ese grupo de interés y ya sabes por quien votas y por quien no. Las ventajas enormes que estamos viendo en Estados Unidos.

CV: Los grupos sociales, de diversos interesados de todos. Le hablo de la representatividad, los políticos no caen de Marte, no vienen de la Luna, nosotros los elegimos. ¿Por qué votamos los mexicanos? Yo voto por la democratización del poder, punto, me interesa la democratización. O bien, me interesa la educación cívica, me interesa la comunicación política, la representación indígena, lo género, lo transgénero.

AC: Yo creo que en México, y en general en occidente, tenemos una especie de ceguera de taller democrática, voy a esto: La democracia en el mundo es minoritaria; hoy por hoy, sólo 30 % de la población mundial vive en algún tipo de democracia. Estos son datos de IDD y de Internacional, solo treinta por ciento. Y esto no ha sido muy diferente en los últimos 50 o 60 años. Recordemos la tercera ola de la generación de los años 70. Ahí empezamos a subir y empezamos a generar nuevas instituciones democráticas, sobre todo en África, en Asia, América Latina con estas cosas muy bonitas en los últimos 7 u 8 años. Y aquí sigo al estudio de IDD: los avances democráticos de los últimos 30 años han sido erradicados. La democracia está en riesgo y está enfrentando probablemente los retos más importantes que ha tenido en su muy corta historia reciente. Y nos tenemos que hacer cargo de ella, pero también hay un tema de expectativas. ¿Qué sistema de la democracia no quedará? La democracia se permite la renovación pacífica y periódica del poder. Y parte del principio de igualdad y, por lo tanto, al haber esta renovación del poder, también te permite contar realmente con la renovación de quienes lo ocupan, no solamente como personas, sino también como ideas.

En México, eso ha pasado en los últimos veintitantos años. Hemos renovado tres veces el partido que ocupa el Poder Ejecutivo, y otras tantas más. Los balances o los equilibrios se podrán dar en el Congreso de la Unión, o sea, sí está pasando. Pero el hecho de que podamos hacer eso no se traduce en que podamos elegir algo. La democracia te garantiza la renovación pacífica del poder. No te garantiza necesariamente un buen gobierno. Eso depende de cómo lo construyamos desde la sociedad, qué tipo de políticos queremos, qué tipo de perfiles impulsamos.

CV: Inquietante y cuerda reflexión.

AC: Eso es correcto.
En México, yo creo que en general, como sugieres, más bien hemos administrado administraciones, de repente llegan figuras fuertes que tienen una visión de Estado más grande y surgen en su momento Calles, Cárdenas y así han surgido, una que otra figura cada 30, o 40 años, que son muy fuertes, que marcan una pauta en nuestras vidas, se renueva otra vez, pero en general. No pensamos en los próximos 25 años en la próxima elección, como yo lo veo. Creo que ahí tenemos un trabajo importante que hacer tanto partidos, como instituciones.
Uno de los retos más fuertes que tenemos en este país. Son las condiciones socioeconómicas. ¿Cómo educas cívicamente a una población, a 60 millones de mexicanos, mexicanas, que tienen algún tipo de problema que los afecta?
Es una cosa muy fuerte, muy fuerte. Muchos de ellos, no sé qué porcentaje, cuyos nombres constan en las franjas de pobreza extrema; pero, por ejemplo, la gente que desgraciadamente está en la franja de pobreza extrema, dice: “No voy a comer hoy. Mañana”. ¿Cómo les explico a ellos? ¿Cómo les pido tiempo para explicarles políticas públicas, visiones, etc.? Eso es un reto fundamental. Y es un reto en el que el Estado, todo el Estado, tendría que estar articulado. ¿Cómo disminuimos la pobreza para darle a la gente la posibilidad de tener ese tiempo ocio para pensar en el país donde quiere vivir?

Es un privilegio pensar en eso, y esto recae en el Legislativo, en el Ejecutivo, en el Judicial y en órganos autónomos; en todos los implicados en el Estado completo. Y eso es hacer un compromiso que nos tenemos que contar todos.

(Continúa)

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