Cada cabeza es una Eneida

Autor Congresistas
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Eber Omar Betanzos Torres e Israel González Delgado

Un argumento popular de los filósofos escépticos para convencernos de dudarlo todo es cuestionar hasta nuestros propios sentidos y significados. ¿La memoria nos es fiel del todo en lo que tiene que ver con la reconstrucción de los hechos pasados? ¿O la crónica de los recuerdos de otros nos tejen imágenes y pasajes que adoptamos como propios? El hecho es que después de un trayecto largo de tiempo, cuando se intenta revivir el pasado lo hacemos desde una perspectiva actual, de quienes somos hoy, y no de quienes fuimos en esa etapa. La memoria selectiva da paso a una edición conveniente en donde se configura una verdad reversionada; el memorialista acomoda los sucesos de acuerdo con su peso emocional e, inconscientemente, su peso narrativo dentro de la propia vida. Los referentes primarios, como la infancia, la familia y los hechos que representan una edificación en el andar cotidiano, son los que escriben la historia personal de cada uno, lo mismo pasa con los países, estos se transforman y se consolidan de acuerdo a obras públicas y a sucesos de alto impacto. Las generaciones vivas tienen por sentado el presente, y también una interpretación abusiva o tramposa del pasado, porque si no no se podría vivir. La responsabilidad es un hecho individual, no colectivo1

La tecnología y los avances sociales pareciera que han estado siempre, pero sin caer en la romantización prehistórica, la era de nuestros abuelos no se parece nada a la nuestra. Hoy más personas mueren de obesidad que de diabetes, en fin, no me quiero meter en el brete de asegurar que ha habido progreso, pero sin duda ha habido cambio. Estas tensiones se condensan en la obra de Nona Fernández en ”Chilean Electric”;  la implementación de la infraestructura nacional como vehículo de las memorias familiares y de la comunidad. Historias que dejan un testimonio de otras formas de convivir un poco ajenas a las nuestras, pero que se conectan a través de relatos de añoranza y ficción.

“El último recuerdo emblemático que tengo de la plaza de Armas no es mío. Es uno que no existe, uno inventado e inoculado por mi abuela”. Esta línea es la piedra angular en la peculiar historia que ofrece Nona Fernández. El personaje principal narra una historia contada por su abuela, cuyo escenario se encuentra en la plaza de armas de Santiago de Chile y donde este sitio fue testigo y partícipe de la llegada del servicio eléctrico. El relato contiene escenarios y descripciones que tienen que ver con la manera en que este servicio se instauró, la compañía que lo hizo, los materiales usados y el impacto que ello tuvo con la gente a su alrededor. La niña quedó impregnada de este, la cual relacionada con su propia historia y a la de la construcción de su país. Años después en el mismo lugar, esta evoca sucesos que sí presenció, bailes, partidos de fútbol o actos de represión transcurridos en ese escenario tan arraigado es su psique infantil en plena era pinochetista. Pero para ella el recuerdo que más le cala es el vivido a través de la boca de la abuela, lo que provoca que indague testimonio y datos, que de alguna manera refuercen la importancia que aquella anécdota fundacional representa tanto para ella como para la nación. Al confrontar los datos duros con la fábula familiar, de un sopetón se desmorona por completo la historia que la abuela contaba con tanta autenticidad, ya que las fechas en las cuales se instauró la electricidad oficialmente, estaba a años luz de lo contado en esta. Al encontrarse en un tobogán de emociones, al no saber en donde posicionar el lugar que la abuela tenía en ella por haberla engañado, quedaban dos opciones, repudiar la mentira o agradecer que esta le diera la opción de tener el don de producir historias que no existen pero capaces de impactar la vida de los demás. La luz que desaparece la oscuridad.

Nona Fernández expone en su historia el engaño consciente o inconsciente, como una forma de construir un vehículo capaz de transportar al lector o cualquier persona, a escenarios o situaciones que ni siquiera presenciaron. La inventiva de un tercero capaz de inocular un embrión que hacemos nuestro, y que este se sostiene como base inamovible en la construcción de nuestra identidad ya sea personal o colectiva. Como menciona el escritor Juan Villoro en su escrito El puño en alto. “No fundaste la ciudad ni la defendiste de invasores. Eres, si acaso, un pordiosero de la historia”. La gente común no libra batallas épicas, ni crea himnos, ni redacta actas magnas, pero toma el resultado de esto para construir una narrativa fundacional.

Cioran, E. M. (1976). El aciago demiurgo. Editorial Taurus.

Just Be México, (2020), “El puño en alto”: El poema de Juan Villoro sobre el sismo del 19s. https://justbemexico.com/poema-juan-villoro-sismo/

 1Aunque no es cita ni paráfrasis, en esto tengo presente a Cioran, en su Aciago Demiurgo. 

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