Oscar Negrete Reveles
El buen gobierno es la obligación de todo gobernante. Dicho buen gobierno debe manifestarse interiormente hacia el bienestar de la población y, en las relaciones exteriores, debe basarse en los principios de derecho internacional público, incluyendo, entre otros, la igualdad soberana de los países y el respeto mutuo.
El buen gobierno existe a través de políticas públicas o bien, de leyes que se emiten para atender las necesidades de la población a la que se gobierna. Entre esas necesidades se encuentra la buena relación entre países, haciendo especial énfasis con los que se tiene mayor comercio o intercambios económicos y culturales.
Uno de los países con los que México tiene mayor afinidad histórica, cultural, económica, académica, etcétera, es España. Por esa razón, España debe de ser una de las prioridades diplomáticas de México, independientemente de la ideología del presidente mexicano en turno.
No obstante, a pesar de lo anterior, el presidente de México se ha enfrascado en un discurso rancio y arcaico de resentimiento social contra España.
El descubrimiento de América ocurrió en 1492 y la rendición de los aztecas ocurrió en 1521. México se compone de una herencia indígena y europea a la vez. México no es un país indígena, sino un país mestizo. Además, la conquista se realizó en su mayoría por pueblos indígenas que querían librarse del yugo y crueldad de los aztecas. Los españoles se aliaron con otras tribus indígenas para derrotar a los aztecas. No podemos decir que unos pueblos eran más originarios que otros, o tomar partido por unos y no por otros. La transformación social en la realidad de la conquista era inevitable.
Con todo lo anterior, no debe perderse de vista que la conquista española constituyó una expansión de carácter fundacional y no una eliminación sistemática de los pueblos indígenas, como sí ocurrió en el proceso colonizador inglés en el territorio de Estados Unidos.
De 1521 hasta hoy han pasado más de 500 años. Es cierto que López Obrador culpa al pasado de su incapacidad para dar resultados, pero ir 500 años atrás es excesivo, aun para él.
México consumó su independencia en 1821, por lo que la responsabilidad del destino de México ha estado en manos de los mexicanos por más de 200 años.
Las regiones más pobres en México, que cuentan con población indígena en su mayoría, no han visto mejorar su situación en este sexenio. No tienen escuelas de calidad, hospitales de calidad, universidades de calidad ni múltiples servicios que sí existen en las grandes urbes. Si el presidente de México hubiera querido mejorar la vida de los indígenas, hubiera utilizado el dinero de la Refinería de Dos Bocas y del AIFA para desarrollar a sus comunidades, en vez de exigir disculpas de los españoles. Pero no lo hizo. Bajo la lógica argumentativa de López Obrador, sería mejor entonces culpar a Adán y Eva por desobedecer a Dios, y habernos quitado a todos los demás la posibilidad de vivir en el paraíso.
Bajo el pretexto de la conservación de la identidad indígena, se les ha quitado a las comunidades originarias la posibilidad de integrarse al desarrollo nacional. Por un lado, el discurso populista habla de la necesidad de que EEUU deje a los migrantes incorporarse a su país, pero, por otro lado, en México se mantiene a las comunidades indígenas ignorantes y apartadas, so pretexto de respetar sus ¨usos y costumbres¨. No les hemos brindado oportunidades suficientes de elegir entre la integración o su tradición histórica. Los gobiernos los mantienen perennemente aislados y en la pobreza, y sólo los invocan para fines de clientelismo político.
La manipulación del discurso histórico es una bajeza política. Un jefe de estado no puede fomentar un odio irracional sin fundamentos, ni un discurso que genere resentimiento y odio. Por el contrario, un verdadero jefe de estado debe amalgamar culturas y países para crear alianzas en el mejor interés nacional.
En el escenario internacional, una obligación diplomática es cuidar por el buen nombre de México. Y para ello se deben realizar acciones con impacto positivo bilateral o multilateral. Pero nuestra diplomacia no puede generar confianza ni certeza cuando un día el canciller mexicano anuncia haber logrado acuerdos con una comisión de trabajo española, que, por conducto de su Ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, hizo énfasis en el alto nivel de cooperación en varias materias, y otro día el presidente de México declara que hay una ¨pausa¨ en nuestras relaciones por razón de lo ocurrido durante la conquista. López Obrador está envenenando el corazón y la mente de la gente que lo sigue, y eso no beneficia a México, solo beneficia su postura política interna de radicalización e intolerancia. Es otra cortina de humo.
España mandó en diversas ocasiones señales de buena fe, a pesar de las declaraciones del presidente de México en el pasado, durante esta misma administración. España le otorgó el plácet a Quirino Ordaz como embajador y ha puesto en marcha su maquinaria diplomática para profundizar su sociedad con México. Muy desatinadamente, México responde un día positivamente con el trabajo de su canciller y otro día negativamente con las declaraciones de su presidente. Con eso, se echa a perder y se desprecia el trabajo de las comisiones binacionales.
Te puede interesar: Las relaciones también cuentan
Es absurdo que los españoles ¨nos pidan perdón por la conquista¨. Mejor sería que la administración actual pida perdón por la falta de resultados y la violencia imparable que existe en México, en especial contra periodistas y mujeres. Al menos los mexicanos que padecemos los errores de su administración estamos vivos para escuchar la disculpa y decidir si la aceptamos o no. Aquellos que participaron en los hechos históricos de 1492 y 1521 están todos muertos.