¿Debe México ubicar su embajada dentro de Israel en Jerusalén en lugar de en Tel Aviv?

Autor Congresistas
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Oscar Negrete Reveles

Foto de Haley Black, pexels

¨Si los enemigos de Israel deponen sus armas, no habrá más guerra, pero si Israel depone sus armas, no habrá más Israel. ¨
Benjamín Netanyahu

Israel es una nación soberana y, como tal, puede aceptar que las embajadas de países extranjeros en su territorio se ubiquen en cualquier parte de su soberanía.

Las relaciones internacionales existen por mutuo consentimiento y, con base en ese consentimiento, la residencia permanente de una misión diplomática puede establecerse donde los países respectivos lo acuerden, libremente entre sí.

Jerusalén ha sido la manzana de la discordia con el mundo musulmán, pues muchas voces le niegan a Israel el derecho de soberanía sobre Jerusalén, a pesar de que, históricamente, Jerusalén ha sido la capital del pueblo de Israel por 3 mil años, desde tiempos del Rey David.

En días pasados, Hungría decidió establecer su embajada en Israel en Jerusalén, como ya lo han hecho los Estados Unidos, Guatemala, Honduras y Kosovo.

La relevancia de apoyar diplomáticamente a Israel es evidente. Israel es un país profundamente religioso que ha logrado altos índices de desarrollo humano, tecnológico, cultural, político, económico, etcétera, integrando a su forma de gobierno, su identidad religiosa, permitiéndole a su población una educación de vanguardia y, en consecuencia, tomar elecciones de vida bien informadas, alejadas de fanatismos que pudieran servir de puerta de entrada a ideologías violentas. Es decir, Israel es un ejemplo de civilización moderna y democrática en su contexto geopolítico.

Israel tiene un gobierno democrático al tiempo que respeta derechos humanos y libertades universalmente reconocidas. Por tanto, es un deber ético, político y moral apoyar a un aliado en el desarrollo del pensamiento liberal en el medio oriente. Israel sostiene principios y valores consistentes con el estado democrático de derecho que la Constitución de México consagra también.

Establecer, por tanto, nuestra embajada en Jerusalén es una necesidad política y ética. Para México, es una oportunidad de liderazgo diplomático el transitar de una observación tímida a un papel protagónico y de liderazgo internacional con los países de Latinoamérica. Sobre todo, porque Israel invita a la comunidad internacional a otorgarle a Jerusalén ese carácter especial de capital. Reconocer a Jerusalén internacionalmente como la capital de Israel implicaría un paso más del reconocimiento internacional a ese hecho histórico y reduciría el largo e inútil debate sobre su legitimidad.

En el escenario internacional, es oportuno dar ese paso para recuperar un poco del liderazgo diplomático perdido por los vergonzosos episodios de conflicto con Perú y la cercanía ideológica de la administración actual con regímenes totalitarios, autocráticos y violadores de derechos humanos como los de Cuba y Venezuela.

Desde la perspectiva local y de realpolitik, para México es muy necesario fortalecer, en su mejor interés nacional, las relaciones con un aliado tan avanzado como Israel. Las oportunidades son incontables para colaboraciones educativas, tecnológicas, culturales, turísticas, etcétera. Estamos frente a una oportunidad sólida de pronunciarnos sin debilidad ante una situación clara de apoyo a un aliado histórico, político e ideológico. No debemos olvidar que el mexicano Gilberto Bosques ayudó a miles de personas perseguidas por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, entre los cuales, muchos fueron judíos. México actuó con solidez institucional y humana entonces y puede hacerlo ahora.

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